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enero 21, 2012

Cultura Inquieta

Como creo haber mencionado alguna vez, soy una apasionada del arte. Pero no en el sentido estricto de la palabra: no conozco al dedillo todas las épocas y pintores o artistas del mundo, movimientos culturales, etc. Me quedo con lo que voy aprendiendo en libros, webs, revistas o vivencias personales. Una aficionada, tal vez. 
En la actualidad existe un tipo de expresión peculiar, que muchos no consideran arte, sino que las tiñen con un matiz negativo por considerarlas más bien monstruosidades u obras absurdas. Sin embargo, he tenido algunas experiencias para saber que dichas opiniones son más bien erróneas. Pueden gustarte menos o más, pero siempre se encontrará algo que realmente perezca la pena. En este sentido, el arte actual ofrece un amplio abanico de pinturas, fotografías, diseños e infinidad de formas (esculturas, pinturas, exposiciones) que no dejan indiferente a nadie. Y la mayoría de las obras de arte de este tipo que he tenido oportunidad de conocer, son francamente impresionantes
Una claro argumento en contra del sentir tan extendido de que en el presente nada cultural (ya sea literario, musical o artístico) posee la misma calidad de antaño es la existencia de una gran variedad de artistas contemporáneos cuyas cualidades expresivas son innegables. 
Y desde mi humilde punto de vista, sus composiciones, ya sean realistas o abstractas, provocan sensaciones indefinibles de belleza, tristeza, impresión, e incluso desagrado, que muchas otras obras no son capaces de transmitir. Pero todo desde una perspectiva tal que te sientes parte de la obra, que te inmiscuyes dentro del mensaje que se envía y crea en tu interior el nacimiento de una idea hasta entonces desconocida. 


Hace poco descubrí una interesantísima página web acerca de este tema, y la recomiendo por su original contenido cultural y artístico, en especial las galerías de imágenes (en el apartado Artes Plásticas), para dar crédito de que las maravillas modernas merecen nuestra más fiel admiración, y que ese ahínco del ser humano por comparar lo presente y lo pasado siempre con añoranza cierra el paso hacia el camino de la evolución.
También es posible acceder, si se tiene una cuenta, mediante la red social Facebook y disfrutar de la galería fotográfica.


http://www.culturainquieta.com/es/home/itemlist



enero 16, 2012

Selección poética

Me han ofrecido el cielo tantas veces...
Armando Hernández Quintero

Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!
César Vallejo

Preferiría a veces no ver claro...
¡es tan triste llegar a las esencias!
Carlos Álvarez

Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre
se escucha solamente que transita la rabia
Rafael Alberti

Fue tan valiente como para no morir de tristeza
Leonel Rugama

Tras el bosque de líneas
al fondo de mí mismo
surges, mujer
como una aurora.
Ludovico Silva

Cuando vengas trae solo tu desnudez
Salvador Tenreiro

Bella,
no hay nada como tus caderas
Pablo Neruda







enero 05, 2012

Atentamente, Envidia

Hoy me gustaría hablar de una de esas desagradables pasiones que sacan lo peor del ser humano. 
Por alguna desconocida razón, en la presente sociedad la envidia es un mal de grandísima influencia. 
Naturalmente, es un defecto inherente a toda persona; todos hemos sentido en algún momento de nuestra vida este despreciable sentimiento. Sin embargo, las situaciones de alarma se producen no tanto por la experiencia de la envida, sino por la consumación de una mala acción como respuesta. En otras palabras: cuando se siente que un bien ajeno afecta negativamente, cuando se desea algo que posee otra persona pero que no es posible alcanzarlo por cualquiera que sea el motivo y nos invade esa necesidad de destruir, de minar ese bien por no ser nuestro. 
Cuando la envida se torna maldad, vaya, debemos tomar esto como un síntoma de gran peligro. Si como única respuesta a lo que les pertenece o les sucede a los demás es el nacimiento de nuestra hostilidad, hay que prepararse para sufrir el consiguiente malestar que surge como consecuencia. Y no solo eso, lo peor ocurrirá cuando ni siquiera un bien que cae en nuestras manos nos llene, puesto que siempre veremos lo ajeno con características mejores. Y la gama de productos "creadores de envidia" es infinita: ropa, dinero, vida social, laboral, amorosa, estudiantil... Todo el éxito cosechado por la otra persona parecerá siempre, en un 99% de los casos, superior o mejor al nuestro. Una perspectiva realmente desoladora.
En muchas ocasiones de la vida (más de las que me gustaría) confieso haber sentido envidia; como ya dije, es una respuesta humana ciertamente normal. Sin embargo, y lejos de querer vanagloriarme, jamás he actuado en contra de nadie por culpa de este tipo de emociones. Es un sentimiento real, conocido, pero bajo ningún concepto me he dejado llevar por él. Al contrario de lo que he recibido de otras personas, incluso amigos, por desgracia.
Tampoco pretendo darme importancia al afirmar que he sido víctima de la envidia y he sufrido sus consecuencias, puesto que es una situación que a todo el mundo le ha pasado alguna vez. Y lo cierto es que, una vez que mi rabia se esfuma, lo único que siento por el individuo envidioso y atacante en cuestión es una profunda sensación de pena y tristeza. No me puedo imaginar el caos interior que se experimenta; una existencia en la que no se alcanza nunca el bienestar. 
Este escrito puede llamarse en cierta forma una denuncia, sí, tal vez. Pero mi intención no es hacer cambiar a nadie ni mostrar valores morales, simplemente me sirvo de esto para explicar mi punto de vista, y para realizar una crítica social de los peores aspectos que conforman el género Humano. Aunque sí es verdad que muchas veces no seamos merecedores de tal clasificación. 

enero 03, 2012

Fragmento Desde el Jardín

Chance estaba desconcertado. Reflexionó y tuvo ante sí la imagen empañada de Chauncey Gardiner recortada en un charco de agua de lluvia estancada. Su propia imagen también había desaparecido.
Atravesó el vestíbulo. Por una de las ventanas abiertas entraba el aire helado. Chance empujó la pesada puerta de vidrio y salió al jardín: tensas ramas plenas de nuevos vástagos, gráciles tallos cargados de pequeños retoños se elevaban al cielo. El jardín estaba en calma, sumido aún en el reposo. El viento arrastró unas ligeras nubecillas y la luna brilló en todo su esplendor. De tanto en tanto, se oía el susurro de las ramas que, sacudidas ligeramente, dejaban caer pequeñas gotas de agua. Un soplo de brisa descendió sobre el follaje y buscó un abrigo entre sus húmedas hojas. Ni un solo pensamiento turbó la mente de Chance. La paz reinaba en su corazón.

 “Desde el jardín”
(Jerzy Kosinski)