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noviembre 28, 2016

De belgas, nipones, estupor y temblores: Amélie Nothomb

Soy un poco como una de esas fans histéricas de estrellas juveniles, pero en este caso con la autora belga Amélie Nothomb. Bueno, vale, igual tanto no.
Lo que sí es cierto es que esta mujer no es una escritora cualquiera. De entre la cantidad de literatura repetitiva superventas que reina en las librerías en estos nuestros tiempos , Nothomb tiene la elegancia de escribir sobre "lo feo" con una grandísima originalidad y un estilo que la hacen única.

Es, en palabras más formales, un auténtico personaje. Mujer excéntrica, particular y hasta desconcertante, se levanta todos los días bien temprano, provista de litros de té negro, que irá consumiendo a lo largo de un día enteramente dedicado a la ardua tarea de escribir (o eso dice ella). Por no hablar de su pasión por salir en las portadas de sus libros, tanto en las ediciones en francés como en español (¡Porque yo lo valgo!).

Además, tiene un rollito intercultural que la hace aún más interesante. De origen belga, nació en Japón y pasó buena parte de su vida en el país del Sol naciente, pero aún así tiene muchos rasgos que la hacen inevitablemente una mujer occidental, y más concretamente, europea. ¿Y de dónde saco yo todo esto? Pues de varios de sus libros, que tienen una gran esencia autobiográfica.

Este es el caso de Estupor y temblores, la última novela que he leído de ella. Una historia sobre cómo Amélie se las ve negras para salir adelante en una empresa nipona, rodeada por una cultura que no termina de entender. Trabajo jerarquizado, órdenes, vejaciones y sádicos superiores son algunas de las delicias que la autora comparte de su experiencia en Tokio. Todo esto, claro, contado desde una subjetividad que deja al lector occidental sorprendido por muchas de las anécdotas retratadas en la obra.
Normal que los japoneses la odien un poco por lo que les toca.





No obstante, Amélie no es tan egocéntrica como para hablar solo de sí misma. De hecho, también tiene ficción, y esta es una ficción que te hace cuestionarte el estado mental de la autora. Si quieres hacerlo como yo, empieza por Cosmética del enemigo. A Amélie le gusta hacernos el favor de concentrar en pocas páginas historias cargadas de humor negro y no poco sarcasmo que demuestran esta genialidad de la que os hablo. A esto añádele ingeniosos diálogos, reflexiones filosóficas que aparecen de la nada y  finales inesperados, et voilá!

En suma, que si te apetece algo diferente, no creo que la Nothomb te defraude. Tienes donde elegir, que para algo se lleva el trabajo de publicar un libro al año desde aquellos maravillosos 90.
Por mi parte, esta es solo la recomendación de una fan sin ánimo de lucro.
Ainns, Amélie, si me pagases por la publicidad...

noviembre 21, 2016

Dedicado a todos los psicópatas que me quedan por conocer

Un buen día te dan esa sorpresa. Te levantas pensando que será un día normal, como otro cualquiera, hasta que llega ese momento en el que lo descubres.
Es como haber estado mirando un cuadro de esos llenos de flores, colorines, prados verdes, ovejitas si queréis. Y de repente, tras meses o incluso años mirando con admiración esa idílica pintura, descubres una manchita. Al principio parece insignificante, y quieres poner tu dedo para limpiarla. En cambio, lo que consigues es que la mancha aumente. En tu desesperación, vas frotando cada vez con más fuerza, como un tonto, intentando que desaparezca. 

Pero no, lo único que consigues es que la mancha sea ahora más evidente, hasta que llega a ocupar todo el cuadro. La maravillosa pintura que contemplabas embelesado es ahora una mezcolanza de colores, y te das cuenta de que lo que ves ahora, ese fondo negro y sucio, es lo que realmente ha estado ahí debajo todo este tiempo.


Algo parecido ocurre con algunas personas. Da igual el tipo de lazo que compartáis, de un momento a otro descubres quién es esa persona en realidad. De pronto, esa amiga fantástica, ese novio modelo o incluso ese familiar en el que tanto confiabas se convierte en una especie de psicópata desconocido. La gente es de lo más impredecible. Me sorprendo muchas veces cuando conozco "la otra cara." Es bien sabido que todos tenemos un lado oscuro que solamente mostramos a nosotros mismos, pero dios... Alguna gente me ha dado a probar del suyo, y la verdad es que a veces da puto miedo.

De un instante a otro, una relación se rompe con una violencia brutal. De pronto el odio surge por doquier, y la gente saca la artillería pesada. Ahora se trata de hacer pupa al otro, de fastidiarle e incordiarle. A ese que tanto querías, a esa que tanto idolatrabas, a esas personas por las que darías todo, ahora les tienes un asco que pa qué. Y se lo quieres hacer saber.

En fin, que parece que algunos guardan un psicópata dentro. Un Joker que permanece agazapado, y que salta con su sonrisa diabólica en cuanto la relación en cuestión no va como esperaba. Lo peor es que al final tienes que aceptarlo. Aceptar que nunca llegarás a conocer al 100% a los demás. Vivir con esa desconfianza continua te puede volver majara.  👀

Así que, a los psicópatas que me quedan por conocer, les diría que adelante. No hay forma de evitaros, después de todo. 



noviembre 18, 2016

Cuando el amor te vuelve idiota: Travesuras de la niña mala

No sé si es que debido al noviazgo de Llosa con la Presley (sí, nada más y nada menos; quién lo iba a decir) en mi subconsciente se activó algún tipo de mecanismo que me guió automáticamente a esta novela, la cual me había producido algún que otro trauma de preadolescente. Normal, qué se puede esperar de una historia en la que el protagonista, enamorado hasta las trancas no de una niña mala, sino de una reverenda cabrona, de una auténtica femme fatale, describe con lujo de detalles una escena erótica en la que clítoris y lenguas se aúnan en un festín de desenfrenado placer. No era nada personal, pero como comprenderás, por aquella época de incertidumbre hormonal la palabra sexo aún me provocaba incómodas dudas y temores, y leer aquellas tórridas descripciones me precipitó con cierta brusquedad a un mundo hasta entonces desconocido para mí. 

De esta guisa me imagino yo a la mujer
sin corazón de esta historia

Se podría decir, entonces, que Travesuras de la niña mala fue mi primer contacto con el soft porn. O no, creo que estoy exagerando...
Lo que sí es cierto, es que tras la lectura de esta novela, descubrí que el amor puede volverte un completo idiota. Y si no, que se lo digan a Ricardito, el protagonista anteriormente mencionado, a quien por cierto terminas cogiendo cariño y por quien acabas sintiendo también una especie de triste empatía. Sí, a pesar de que por momentos te entren ganas de fundirlo a collejas por ese sempiterno masoquismo, esa bondad rayana en la imbecilidad y ese enamoramiento sin caducidad, no puedes evitar entenderlo y sentir, cuanto menos, pena por él. 

El amor nos hace tontos y ciegos, y la clara prueba de ello está en ese niño bueno que nos cuenta con entusiasmo y añoranza las vicisitudes de una vida enteramente dedicada a una mujer que no lo amaba, ni lo amaría nunca. ¿Lo peor? Que Ricardo es completamente consciente de su estupidez, pero le importa una mierda, porque por alguna extraña razón, ese amor lo hace feliz. 

Travesuras de la niña mala me ha hecho renacer con esta segunda lectura, la definitiva. He disfrutado enormemente de cada parte de esta historia mitad fantasía, mitad realidad, pero sobre todo me he quedado perpleja al descubrir que todos nos parecemos de una forma u otra al niño bueno, puesto que nos empeñamos en aferrarnos a personas y/o cosas que, aun a sabiendas del daño que nos causan, no queremos soltar. 


Quiero creer que no existen personas tan masoquistas, tan bobaliconas como el niño bueno. Cuántas veces habré pensado “¡pero hazte valer, hombre de dios!”, cada vez que la niña mala, ese personaje tan egoísta, frío y ruin (y joder, tan realista que produce escalofríos) aparecía para escupir una vez más en la desgastada dignidad de su fiel enamorado. Pero ella sabe, tan bien como nosotros, que Ricardo, que más que bueno, IMBÉCIL, volverá a caer, sin pena, pero con mucha, mucha gloria, a los pies de su retorcida amada. 

Chapeau! por Vargas Llosa y por esta novela que hoy me ha vuelto a marcar. Desde ahora le dedico mi admiración como escritor, y espero volver a disfrutar en breves de otra de sus irónicas travesuras literarias, para que no se me olvide eso de que los seres humanos tenemos esa puñetera costumbre de hacernos innecesariamente infelices, porque sí.

noviembre 11, 2016

Caitlin Moran y el IVA del coño


Por culpa de Moran me han pasado dos cosas: 1) me he gastado medio paquete de Post-it para señalar las constantes frases memorables y 2) me ha dado una venada loca por retomar este abandonadísimo blog. Leyendo esta reseña y algunas de sus citas célebres, entenderás por qué. 
Y es que es inevitable no soltar alguna que otra carcajada con las ocurrencias de Moran en su libro Cómo ser mujer, como cuando se aventuró a escribir este párrafo sobre su opinión (totalmente compartida) de la depilación
No puedo creer que hayamos llegado a un punto en el que nos cuesta dinero tener un coño. Nos están obligando a pagar por el cuidado y mantenimiento de nuestra entrepierna como si se tratara de un jardín de la comunidad. Es un impuesto oculto. El IVA del coño. Es un dinero que deberíamos gastarnos en la factura de la electricidad [...]. En vez de eso, lo estamos gastando en hacer que nuestros chihuahuas parezcan una repulsiva pechuga de pollo del Lidl.



Es por ello estoy aquí. Para escribir como feminista exaltada las razones que me llevaron a adorar las percepciones directas y realistas con las que Moran habla de los temas que ya son una constante en los debates de género, pero desde una perspectiva de humor y sarcasmo que demuestra que las feministas también pueden ser tías la hostia de graciosas. 


El problema no es el porno, es la industria pornográfica
El sexo no entiende de machismo, feminismo, etnia, religión o preferencia sexual. Es una actividad tan imparcial como antigua que debería verse de una vez por todas como una parte natural y esencial para la mayoría de las personas. Y poder disfrutar de imágenes y/o vídeos sobre el tema debería ser, en teoría, muy beneficioso para nuestro aprendizaje, nuestra curiosidad y nuestro conocimiento de nosotros mismos y de los demás.

En relación a esto, Caitlin no se opone a la pornografía. A ella, como a mí, lo que le rechina es la frialdad y el surrealismo de la industria. El hecho de ver a dos o más personas follando, y querer obtener placer en el ínterin, no debería suponer un problema. El tema es que lo que entendemos por porno está muy alejado de ser algo placentero para aquellos que lo protagonizan (y para algunos que lo visualizan) y sobre todo, está muy por debajo de ser algo real



La industria pornográfica se ha encargado de fabricar un negocio de colosales penes y vaginas rasuradas, de orgasmos infinitos, de compra-venta de cuerpos que es responsable de esta deshumanización. Y estoy completamente de acuerdo con la autora cuando afirma que eso que vemos en el porno no es gente que folla, sino gente que tiene que follar, por obligación. Moran reclama que quiere ver a gente que se lo esté pasando bien, que de verdad estén disfrutando de todo eso a lo que llamamos "sexo."

En mi opinión, tenemos que empezar por hacer de la sexualidad algo natural, y a partir de ahí, explotarla de otra forma que no sea través de una filmación plástica, falsa y centrada mayoritariamente en en punto de vista masculino. En este sentido, la sexualidad y el placer femenino aún tienen mucho camino que recorrer. Pero, para empezar, se debe comenzar a entender el sexo como lo que es y de cómo funciona y sacar nuevas ideas, fantasías, proyectos si queréis. El día que de verdad aprendamos a sacar el máximo partido a nuestros orgasmos, lo vamos a flipar.


Clubs de striptease
Moran tuvo experiencia suficiente en un club de striptease como para asegurar que son sitios decadentes donde -y sí, no pongas los ojos en blanco- se perpetúa la vejación a las mujeres
No importa los argumentos que se intenten utilizar, a mí personalmente me parecen antros no solo humillantes para una quien que menea el culo y el coño en la cara de sus espectadores, sino también para sus usuarios. Qué quieres que te diga, la imagen de un hombre solitario o acompañado bebiendo whisky y babeando por una tía medio desnuda mientras experimenta una erección me sugiere que ese tío en cuestión es, dicho claramente, una especie de perdedor. Puedes aspirar a mucho más en tu vida, hombre de dios.





El problema, como dice nuestra Moran, es que los clubs de striptease son "versiones light de la historia completa de la misoginia". Detrás hay una lista de intereses económicos y sexuales que lo hacen un tipo de negocio en el que se denigra de una forma muy sutil. Así, como quien no quiere la cosa. 

Como afirma Moran con negra socarronería, la vejación sería la misma si una empresa solo contratara a limpiadores negros y que además los vistiese como en una plantación. Es absurdo pensar que, si en este último caso la gente pondría el grito en el cielo con total seguridad, todavía la existencia de los clubs de striptease no reciban la misma reacción.

En contrapartida, Moran propone que, si lo que te interesa de verdad es un buen espectáculo erótico, donde brille la carne descubierta, los pezones al aire y la sensualidad en su máximo esplendor, el cabaret es una opción más sofisticada y original donde nadie es utilizado como mero objeto sexual y donde la sexualidad adquiere un significado mucho más amplio y divertido para quien lo vea. 

Por mi parte, nunca he ido a uno, pero encuentro este razonamiento muy convincente, y francamente, se me ha despertado el gusanillo

Mujer: ni soltera ni sin hijos
Otro eterno debate en nuestra sociedad. Mientras Jennifer Anniston es continuamente bombardeada por los medios por preguntas del tipo "¿Está Jennifer embarazada?", "¿Cuándo tendrá hijos?", "¿Sigue soltera?" o "¿La aguantará lo suficiente su actual marido como para formar una familia?", vemos que Leo Dicaprio cumple años tranquilo al lado de mujeres con las que mantiene relaciones más bien efímeras sin ser víctima de ese ridículo interés esquizofrénico  de los medios por su paternidad.


Concuerdo una vez más con Moran con su idea de que es como si una mujer estuviese incompleta sin pareja o sin hijos. Todavía hace falta mucha concienciación para entender que por ser mujer no tienes ninguna obligación de ser madre, de casarte y de vivir siempre al lado de un hombre que te hace "inmensamente feliz."

No quiero que el día de mañana, si logro labrarme una carrera a base de sudor y esfuerzo, de ser una mujer exitosa y haber luchado por la igualdad de derechos la gente me mire con pena pensado "¡Pobre fracasada!" por la estúpida determinación de no querer traer retoños a este jodido mundo.


El aborto sigue siendo un tabú
Los colectivos religiosos y, dicho sea de paso, la hipocresía de una sociedad a la que se la pela el hambre en el mundo, las guerras, y las constantes atrocidades que se cometen a diario, pero que se lleva las manos a la cabeza cuando se menciona la palabra aborto, siguen usando el absurdo argumento de que "hay que valorar la vida."
¿Pero a quién quieren engañar?


La idea de esto es básicamente legalizar una práctica que lleva años haciéndose de forma ilegal en muchos países. Sí, el aborto se practica a mujeres de todas las etnias, culturas y religiones que por diversos motivos no desean sacar adelante ese embarazo. Es un gran secreto a voces que muchos fingen no escuchar. 

El discurso pro-vida responde a fórmulas demagogas y retrógradas. Se trata, por tanto, de poner a disposición de las mujeres -que son las que se quedan embarazadas- el derecho a recibir un tratamiento con toda la garantía y la seguridad, la información necesaria y la posibilidad de poder hacer algo tan simple como ELEGIR de lo que va a depender su felicidad y la de otra posible persona.



Para terminar, te tengo que pedir perdón por el pequeño spoiler que sigue: en Cómo ser mujer Moran no te enseña a ser mujer. Vas a encontrarte de todo, menos con una guía a seguir de cómo debes comportarte si tienes una vagina entre las piernas. 
En cambio, vas a descubrir afirmaciones, anécdotas y párrafos que te harán darte cuenta de muchas cosas, que te refirmarán en muchas otras que ya sabes o sospechabas; algunos con los que estarás en desacuerdo y otros que harán que te eches unas risas pensando "¡Qué grande es esta tía!

No es solo por los temas que trata, que son muchos y variados, y que posiblemente ya conozcas por las polémicas que provocan. Lo que hace Caitlin es mostrarlos desde un ángulo más creativo, más asertivo y sobre todo, irónico, y no por ello con un trasfondo menos serio y realista. Es, en definitiva, un soplo de aire fresco para el feminismo de nuestro siglo





noviembre 08, 2016

A dios pongo por testigo de que no volveré a pasar miedo

Cual Scarlett O'Hara en aquella mítica escena de Lo que el viento se llevó, hoy quiero gritar con fuerza mi versión adaptada de una de las frases más famosas de la historia del cine. Bueno, por aquello de mi agnosticismo, en realidad no voy a poner a ningún dios como testigo, sino a ti, que aunque no te conozca me pareces más de fiar (y al menos puedo verte). 

Ya he hablado alguna que otra vez del miedo. Cómo no, si soy una persona que experimenta el miedo y la duda casi a diario. Quiero pensar que todos en realidad vivimos con esa pequeña (o gran) parte de nosotras que nos inutiliza para lograr aquello que deseamos con todas nuestras ganas. 




Vaya mierda de sentimiento. Tras la posible explicación biológica del miedo, esta es una sensación que se ha vuelto totalmente inservible para los tiempos que corren. Tener miedo en una sociedad como la nuestra es sinónimo de atrincherarte bajo las mantas de tu cama en posición fetal, tembloroso y frío, convencido de que poner un pie fuera durante un segundo podría ser la experiencia más mortal de tu vida, pues todo resulta aterrador ahí afuera.

Aunque a veces yo, temblorosa y tartamudeante, me sumerjo en esas pesadas mantas de la cobardía, hoy quiero salir en pelota picada a la vida real. Quiero vivir en carne propia una película de terror. Quien sabe, igual hasta gano un Óscar a la mejor actriz de reparto.

Así que, en resumen, quiero dejar constancia de que no volveré a pasar miedo. Bueno, eso es imposible. Más bien, quiero que seas testigo de que no permitiré que el miedo me paralice. Que por su culpa me quede al margen, mirando cómo otras y otros sí se atrevieron a hacer lo que yo no, y ganaron. 

El miedo te hace una perdedora. Y perder es jodidamente aburrido.