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abril 29, 2017

En honor a un pigmento: El color púrpura

Confieso que son muy pocas las veces que un libro me ha hecho sentir ese nudo en la garganta que vaticina el temblor de las lágrimas. Hacia las últimas páginas de El color púrpura, pude sentir que la emoción quería salirme por los ojos, aunque, claro, como soy una chica dura (ejem, NO) al final todo quedó en un casi, en un estuvo cerca.

No obstante, no fue necesario que esta novela consiguiera hacerme llorar a nivel físico. No hizo falta, porque lo verdaderamente importante es el torbellino de sentimientos positivos y negativos que experimenté gracias a esta conmovedora historia contada a través de las cartas de dos hermanas: Celie y Nettie.




Dos hermanas, que, por cierto, son negras, afroamericanas. Que viven a principios del siglo XX, una en el Sur de Estados Unidos, y la otra de misionera, en África. Que son separadas en su juventud por la distancia, el tiempo y el odio del marido de Celie, quien no quiere que su mujer mantenga contacto con su hermana.

Dos hermanas que se escriben durante décadas con la esperanza de recibir noticias la una de la otra, sin éxito. Hasta que esto ocurra, mil vueltas darán sus destinos, miles de palabras serán escritas, y vividas.

Una de las cosas que más me gustó de El color púpura, es que consigue ponerte en la piel del otro, (en este caso, de Celie) aunque dicha piel sea de un color distinto a la tuya. En todo momento fui capaz de empatizar con una mujer negra marcada por el machismo, la violación, los malos tratos, y tantas otras cosas por las que pasa que te preguntas cómo se mantiene de una pieza.


Pero no es penséis que la protagonista se queda postrada ante su sumisión, su debilidad, su falta de amor propio. Qué va. Ésta también es la historia de su superación personal, del hacerte fuerte y plantar cara a la vida. Y, sin duda, esa es una de las cosas más fascinantes, la capacidad de Celie para escapar de lo malo y de sí misma.

Y, cómo no mencionar la espiritualidad en la que Celie redescubre a Dios, su propio dios, una fuerza que la guía más allá de lo meramente religioso, de la doctrina impuesta por una biblia en la que, curiosamente, todos parecen blancos. Sin olvidar con ello temas como la sexualidad, el amor verdadero, la prosperidad económica y personal y todo lo que viven quienes se cuentan entre sí esta historia, mientras nosotros, los lectores-espectadores, la observamos. Y la sentimos.

No tendría sentido que siguiese alabando los personajes, la narración y las reflexiones y todos los elementos que componen esta novela. Para qué, si para sentir ese nudo en la garganta, esa sensación lacrimógena a punto de explosionar, lo que hay que hacer es, lógica y evidentemente, leerla. 

Publicado el 29/4/2017

abril 22, 2017

Releo y redescubro: Jane Eyre

Si ya el tiempo para leer todos los libros que me gustaría es escaso, ni te digo cuán corto puede ser el tiempo que hace falta para releer todos esos libros que voy amontonando en mi estantería y que conforman las listas de lecturas año tras año. Con Jane Eyre me dio una venada, tal vez fruto del repentino calorcillo primaveral, y decidí aventurarme a releer una historia que, para mi sorpresa, recordaba y había olvidado a partes iguales. Así que, ¿qué mejor manera de festejar el nacimiento de su autora, que dedicándole una reseña en condiciones a su novela?



No cabe duda de que disfruté mucho más esta segunda vez, ya que pude percibir muchos detalles que antes me habían pasado desapercibidos. De entre lo que más destaco, está la hipocresía religiosa que Brontë deja plasmada a través de un fino pero palpable sarcasmo, sobre todo a través de la figura del señor Bocklehurst, dueño del orfanato:
–Señora –prosiguió él–, sirvo a un Señor cuyo reino no se encuentra en este mundo. Tengo la misión de mortificar en estas chicas los pecados de la carne, enseñarlas a vestirse con decoro y sobriedad, no con cintas en el pelo y costosos atavíos […]
Las palabras del señor Bocklehurst quedaron interrumpidas por la irrupción de tres damas en la sala. Deberían haber llegado un poco antes para haber escuchado su discurso acerca de la modestia en el vestir, ya que iban espléndidamente ataviadas con terciopelos, sedas y pieles.
(Estas tres damas son nada más y nada menos que las señoritas Blocklehurst, sus hijas).
El fervor religioso resulta casi desproporcionado. Sin duda, una de los aspectos más sorprendentes es el poder que la moral cristiana tenía sobre la mente de los fieles y la fuerza del teocentrismo de la época. 

En segundo lugar, no cabe duda de que este clásico de la literatura es uno de los primeros intentos feministas por transmitir un claro mensaje: la necesidad de equiparar la valía de hombres y mujeres en una sociedad muy arraigada en firmes valores patriarcales:

[…] Se supone que las mujeres aspiran a la calma, pero lo cierto es que mujeres y hombres comparten los mismos sentimientos. Ellas, al igual que sus hermanos, también necesitan ejercitar sus facultades y un campo donde poder concentrar sus esfuerzos. Las rígidas represiones y el estancamiento absoluto causan el mismo sufrimiento que provocaría en los hombres, y resulta patético que esos compañeros más privilegiados las confinen en el hogar, a hornear pasteles o zurcir medias, a tocar el piano o bordar bolsas.

Además, Jane es fiel a sus principios y se siente dueña de sus acciones. Es firme en sus decisiones y muestra una inamovible tenacidad ante cualquiera que intente doblegar su voluntad, en especial si se trata de un hombre. Ni toda la mala leche del señor Rochester, ni su pasión exacerbada, ni sus declaraciones de amor consiguen convencer a Jane para quedarse en Thornfield cuando (ALERTA SPOILER) se entera de que su patrón es un hombre casado. 

Charlotte Brontë

Tal vez, la única pega que le ponga a  esta novela es que los últimos capítulos se hacen algo tediosos. Además, las descripciones llegan a ser abrumadoras por momentos, y las últimas páginas se hacen de rogar.

Pero, sin lugar a dudas, Jane Eyre es una novela impactante. La historia de las Brontë simboliza todo un misterio, pues todavía muchos se preguntan cómo es posible que tres hermanas apartadas del mundo hayan sido capaces de escribir obras tan profundas y conocedoras de las relaciones humanas. Tal vez la respuesta no importe tanto, solo el hecho de que sean tan increíblemente buenas.

Publicado el 22/4/2017

abril 16, 2017

Mensajes de domingo: Rutinas

De las horas de sueño sin horarios, a las alarmas intransigentes del tiempo.

De las horas de ocio en la orilla de la playa o en la punta de la montaña, a la responsabilidad ineludible de la oficina, el instituto, el puesto de trabajo.
De la brisa y el sol besando tu piel, a el aire reciclado, cíclico, de esas cuatro paredes.

De las cañas bien fresquitas en la terraza, con amigos o sin, a la vuelta al gimnasio, los bancos, las citas médicas, las tareas en casa, el tráfico.



De un adelanto del verano, a una continuidad de la primavera, puede que lluviosa y fría, otra vez. O no.
Del placer de unas breves vacaciones, de un respiro sin pausas pero sin prisas, al ajetreo cotidiano, a veces cansino, a veces estimulante. Pero, en todo caso, muchas veces necesario.

De un domingo que promete un lunes libre, a un domingo de reflexión y hasta de resurrección, no solo para ese tal Dios.
De un puñado de días por venir, a una tarde postrera para pillar las últimas migajas de descanso, ociosidad, tranquilidad, sosiego, pereza, diversión o distracción antes de coger carrerilla hacia tu conocida rutina.

Sí, mucho se habla de la rapidez de lo bueno y la brevedad del placer. Y también se oye por ahí que las cosas, mientras más cortas, mejor (o algo así como que lo breve es dos veces bueno). Dejémoslo en que las vacaciones largas, cortas, muchas o pocas, bienvenidas siempre son. Y que las rutinas, para bien o para mal, tienen que ocupar, inevitablemente, su lugar.

Allá vamos, otra vez.

Y para ti, cómo no, feliz domingo y feliz rutina.

En algún lugar, a 16 de abril de 2017 (domingo, claro)



abril 11, 2017

Impresiones relámpago de un hijo supercalifragilisticoespialidoso

Tras dos semanas de mucho ajetreo, hoy por fin pude sentarme a escribir una entrada. Me encantaría empezar con esa frase que se ha hecho tan popular de "No estaba muerta, estaba de parranda", pero de esto último he tenido más bien poco, porque estas semanas en las que he estado de prácticas han sido un no parar del que ya en su momento hablaré en detalle. 
Mientras, aprovecho estas ansiadas vacaciones para recuperar energías y tachar de mi lista de reseñas un título que ya acabé hará cosa de un mes.

Un hijo, de Alejandro Palomas, está en boca de todos los lectores. No he visto foro, red social ni blog en el que no hayan hablado de él. Todo el mundo parece caer a los pies de esta novela protagonizada por Guille, ese niño tan entrañable y especial obsesionado con Mary Poppins que encierra los misterios de la más tierna infancia a la vez que los secretos más duros de la vida adulta.


Creo que ya he dicho muchas veces que cuando una obra obtiene tan buenas críticas, hay ocasiones en las que desconfío, en las que me acerco con suspicacia a la lectura por temor a la decepción. Sé que no es algo que me pase únicamente a mí, sino que son muchos los lectores que experimentan ese sentimiento antes de atreverse con el último éxito editorial. 
No obstante, muchas veces esos miedos son infundados, y una vez que lees ese libro, te llevas una grata sorpresa al descubrir que no había nada que temer.

A mí, personalmente, me ocurrió un poco de las dos cosas. Bien es cierto que me leí Un hijo de una sentada, cosa increíble en mí, y que también lo disfruté mucho. Sí, no se puede negar que es una historia preciosa dentro de su sencillez. Hay un encanto en esta narración donde se mezclan la más pura inocencia con la perturbadora oscuridad de la vida real, y a mí ese tipo de combinaciones me encantan.

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Alejandro Palomas, autor de la novela
Además, los personajes me parecen muy bien perfilados. Aunque a simple vista no lo parezca, adentrarse en la piel de un niño y narrar desde su punto de vista no es tarea nada fácil. Y Palomas no solo desarrolla estupendamente la personalidad de Guille, sino también la del resto de personajes adultos, cada uno con sus matices y particularidades.

Pero, si tengo que poner un pero, ese pero sería que una parte de la historia me resultó algo predecible llegado punto. Eso, y que creo que no soy tan entusiasta como otros lectores. Es posible que la novela no me haya marcado tan profundamente como esperaba.
Aún así, destaco más lo positivo que lo negativo, y lo mucho que disfruté leyendo Un hijo, pues en sus páginas conviven las emociones más humanas... y supercalifragilisticoespialidosas que he leído nunca.

Nota mental: buscar el significado de "Impresiones relámpago" y aplicarlo para la próxima, porque esta reseña de relámpago ha tenido más bien poco. Sabed perdonarme.

En algún lugar, a 10 de abril de 2017