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julio 28, 2017

Qué libros me llevaría a una isla desierta

¿Qué mejor lugar que una isla desierta para desconectar y leer, leer y leer

Hace unos días Rosa Berros nos contaba en su blog los libros que se llevaría para paliar la soledad y matar el tiempo libre en una isla deshabitada, siguiendo el tag original que María había propuesto en su blog este mismo mes. Ambas dieron respuestas muy interesantes y despertaron mi inspiración para participar también en esta genial iniciativa.

Así que, además de mucha crema solar, un par de bikinis muy monos y comestibles varios, estos serían los libros para los que haría espacio en la maleta:


Pinterest



Un libro que te llevarías para releer.
No soy mucho de relecturas, porque me pueden los libros pendientes. Es algo que sencillamente no puedo evitar: aunque hay obras que me hayan encantado, siempre se ven desbancados por la curiosidad de los nuevos, de los "no leídos". Pero desde hace tiempo quiero releer Lo que el viento se llevó, uno de los clásicos más pasionales, poliédricos y fascinantes que más he disfrutado, como comenté en su día. 






Un libro para leer por primera vez. 

Estos meses he visto muchas reseñas positivas de La vegetariana, de Han Kang. Al parecer, la novela está levantado pasiones entre los lectores por contar "el desprendimiento progresivo de la condición humana de una mujer que ha decidido dejar de ser aquello que le obligan a ser", y no solo por comer carne. 
Estoy segura de que no me dejaría indiferente. 









Una saga que te llevarías para no aburrirte. 

Lo tengo clarísimo: toda la colección de Flores en el ático, de V. C. Andrews. ¿Sabéis esos libros-culebrones que enganchan a más no poder, a pesar de sus grandes dosis de melodrama y surrealismo? Pues esta fue una de las sagas que más me marcó durante mi adolescencia por esa historia truculenta de odios y pasiones familiares. La diversión está servida. 






Un libro infantil
Mi libro favorito de la niñez fue sin duda Doble función, ya que para mí fue algo así como "una especie de marca de nacimiento como lectora, uno de esos libros que empiezas a leer inmediatamente después de los cuentos y las fábulas típicas de la infancia". Sobra decir que aún lo conservo como un tesoro entre mis estanterías. 







Opción libre.
¿¿Solo uno?? Puesss... Una habitación propia, de Virginia Woolf. Que el feminismo es siempre muy necesario, incluso cuando se está en una isla desierta. 









Y vosotros, ¿qué libros os llevaríais? 





Por Mrs. Sofía el 28/7/2017



julio 24, 2017

Una caricia helada

A veces creo que aún puedo sentirla. La casa oscura, solitaria, parece esconder en cada esquina un susurro, una sombra que me llena de esperanza, que me hace girarme para otear en la oscuridad algo que pueda estar.
Ayer desperté con la piel de gallina, con los pelos como escarpias. Abrí los ojos de pronto en medio de la noche, una noche que afuera estaba clara y serena, pero que en mi interior dejó un vestigio de temor y turbación. La había visto de nuevo, como tantas otras veces, pero ahora tan cerca que pude sentir la fría y fantasmal huella de su dedo recorriendo mi brazo con una caricia helada. 

Dicen que algunos se comunican más tarde mediante los sueños. Nunca fui demasiado supersticioso, pero desde su muerte he empezado a notar esos escalofríos, esa sensación casi física de una presencia, de una mirada invisible en mí.
Y me hablaba, me hablaba en el sueño con su voz, nítida e inconfundible, sin nada que hubiese cambiado. Era ella, otra vez, aquí, como una alucinación. Me desperté y aún quedaban restos de su esencia en el aire, de su paso por este mundo al que ya no pertenece.

Fuente: Pinterest

A pesar de todo el cariño, de la desesperación y de la añoranza –tan cruda y terrible que a veces no me veo capaz de soportarla–, tiemblo, algo dentro de mí me llena de congoja. Sé que aunque no pueda verla, el hecho de sentirla, de imaginarla a solo un paso de mí sería casi monstruoso, una aproximación a la locura.
Ella está ahí, a medio camino entre la realidad y la mentira, la imaginación, la esperanza tal vez. Pero esa tensión en mis músculos, esa imagen suya tan clara en mi inconsciencia, de carne y hueso, y ese eco tan preciso de su voz forman parte de estos días de lluvia, de las interminables tardes de viento y de las noches llenas de tenues rumores, de mi vida al fin y al cabo.

Y quiero, realmente quiero dejarla ir, pero su presencia aún me acecha, su tacto frío sigue recorriéndome para recordarme que no se ha ido, que hay algo más allá de la oscuridad. Y lo cierto es que yo me deleito con su caricia helada, con su gélido aliento y con su sobrecogedora mirada invisible; no quiero que nada de ella se me escape, no quiero que el frío se desvanezca, no quiero que su piel de cristal se rompa y se desintegre en mil esquirlas para siempre, no todavía.
El invierno aún es largo. Puede ser que tenga algo más de tiempo, puede ser que todavía estos escalofríos me acompañen un poco más mientras el sol aún tarda en salir, mientras no se descongele la realidad y lo inunde todo. Hasta entonces, es posible que aún tenga un poco más... 
Tan solo un poco más.


Por Mrs. Sofía el 24/7/2017

julio 19, 2017

Si me queréis, i...ros

Ya hace un par de días que saltó la noticia. El señor Pérez-Reverte -a quien a veces no puedo ni ver en pintura y a quien otras leo con gran gusto- lo hacía público en su cuenta de Twitter: "La RAE acaba de aceptar iros, tras mucho debate, pues nadie decía idos o íos. Ya se puede usar sin complejos. Será oficial en otoño."



Como suele ocurrir, la decisión de los académicos no estuvo exenta de polémica. Al parecer, el hecho de aceptar como válida esa forma tan utilizada del imperativo del verbo ir no ha sido del agrado de muchos usuarios de la lengua española. Que si hay que mantener la pureza del idioma, que si es una incorrección inaceptable, que si los de la RAE se han vuelto locos... 
También fueron frecuentes las bromas en las redes sociales, en las que se retomó aquella famosa frase de Lola Flores de "Si me queréis, irse", adaptándola a todas las posibles formas del susodicho verbo. 

Aunque estoy totalmente de acuerdo con personajes como La Vecina Rubia, quien afirma que "escribir bien es de guapas", tengo que confesar, muy a pesar de mi alma de filóloga, que el iros no me horroriza para nada. Y mira que fui de las que puso el grito en el cielo con las cocretas, almóndigas toballas. Sin embargo, creo que con este imperativo hay una diferencia notable, y es que lo usaba todo dios. Y es que el "iros" siempre hizo gala de su significado autoritario, pues ha mandado por encima de las formas correctas de manera indiscutible e incontestable. 


Ni en todos los años de carrera filológica, ni en todas las charlas formales, exposiciones, conferencias, conversaciones con profesores, colegas o familiares, escuché a nadie hacer uso del extraño "íos" o "idos". Ni el más culto e intelectual de cuantos conozco pronunciaba ese par de sílabas que, admitámoslo, nos suenan rarísimas y desconocidas. 

Por tanto, creo que las decisiones de la RAE no siempre son tan terribles. La lengua evoluciona, y, aunque es importante cuidar que esa evolución no se nos vaya de la manos cometiendo atentados contra ella, tampoco hace falta armar una pataleta por una cuestión que, en el fondo, nos va a beneficiar a todos. Y esto es así porque el iros se ha alojado de tal manera en nuestra habla que, por mucho que lo neguemos, hemos acabado por cogerle un cariño especial

Y vosotros, ¿qué opináis? ¿Sois más bien puristas de la lengua u os declaráis usuarios orgullosos de esta problemática forma verbal?

Por Mrs. Sofía el 19/7/2017 


julio 17, 2017

Entrevista con el vampiro (el de verdad)

Anne Rice me enseñó que, en las últimas décadas, le hemos perdido el respeto a los vampiros. Los hemos convertido en criaturas patéticas, que muchas veces dan más risa que miedo; los hemos hecho protagonistas de dramas cursilones crepusculeros y los hemos dotado de más sentimentalismo del que deberíamos. 
Ayy, si Drácula levantase la cabeza, estoy segura de que su venganza sería legendaria. 



Esas fueron las conclusiones a las que llegué tras leer Entrevista con el vampiro, novela publicada en 1976 que se ha convertido ya en todo un clásico de la literatura norteamericana. Acostumbrada a encontrarme con vampiros estereotipados que responden a las exigencias del terror exprés y facilón que últimamente se ve tanto en el cine y la literatura, me sorprendí al descubrir que la autora de este libro rinde el homenaje que se merecen a estas sanguinarias criaturas.

En vez de amoríos adolescentes, colmillos de quita y pon y absurdas escenas gore, en esta historia se nos ofrece un retrato en profundad del alma del vampiro y de su esencia diabólica a través de una reflexión filosófica sobre los confines de la vida eterna. De este modo, Louis, el protagonista, se desnuda ante su entrevistador para hacer entender al lector lo complejos que pueden llegar a ser estos seres sobrenaturales, con el mensaje implícito de que, a pesar de poseer rasgos humanos, su esencia es más parecida a la de una bestia, reclamando así su peligrosidad perdida.

Con gran maestría narrativa, Anne Rice va construyendo un relato en el que se entremezclan las vehementes pasiones de los tres personajes principales, cuyo deseo de sangre se asemeja al apetito sexual, y donde además la necesidad de matar se convierte en una exquisita tentación a la que sencillamente es imposible negarse. En pocas palabras, Entrevista con el vampiro es una parábola que, por medio de una prosa elegante y elaborada, nos enseña por qué los vampiros fueron durante tanto tiempo los reyes indiscutibles del terror más refinado y por qué gobernaban nuestros miedos más recónditos e irracionales: por ser, tal vez, tan semejantes a nosotros mismos.

Por Mrs. Sofía el 17/7/2017 


julio 11, 2017

El clítoris, ese gran desconocido

Siempre me hizo gracia cómo los chavales (chicos), a la edad de pupitres y pizarras, parecían tener una obsesión con sus genitales considerable. Recuerdo las risitas, las frecuentes referencias implícitas y explícitas, los dibujos en las mesas de estudio. Los penes han sido siempre una fuente de constante atención, una excusa para las bromas, para los comentarios jocosos, para la adulación de los grandes y la socarronería de los pequeños. 



Sin embargo, en todos los años de primaria, secundaria y en este lustro que llevo de vida adulta, me he ido dado cuenta de que las mujeres, las niñas y las chicas hemos sido extrañamente más discretas, más incómodas, más vergonzosas. Es una de las cosas que me molesta de nuestro género: esa tonta y exasperante timidez que mostramos la gran mayoría cuando de nuestras partes se trata. 

Aunque los coños (también conocidos como vaginas, vulvas, panochas, pesetas, etc.) han cobrado poco a poco más protagonismo en la esfera pública y han reivindicado su presencia en la sociedad, todavía hay un gran olvidado en todo este asunto: el clítoris. Tal vez por su posición estratégica, por los tabús sociales y religiosos, y por obvias razones machistas y patriarcales, a este pobre órgano se le ha negado una fama más que merecida. Siendo el único del cuerpo humano diseñado exclusivamente para provocar placer, ha existido siempre una conspiración para mantenerlo en el obscurantismo, un total desconocimiento de cómo funciona, un desentendimiento tremendo de los mecanismos que hacen de esta pieza una maravilla de la anatomía femenina. 



Por suerte, la falta de visibilidad se puede curar de forma relativamente más sencilla en nuestros días gracias a la información. Más concretamente, gracias a las imágenes y los vídeos. Y si estás pensando en porno, meeec, te equivocas de pleno. 
Me refiero a este estupendo corto de animación creado por Lori Malépart-Traversy en el que de forma amena y concisa se nos muestra una breve historia del clítoris. Como no podía ser de otra manera, uno de los aspectos más interesantes de todo esto es que este gran desconocido "fue descubierto" por hombres, pero, más impresionante aún, es cómo esos supuestos hombres de ciencia como Freud le declararon la guerra llegando a decir que no servía para nada. Supongo que para muchos era muy duro el digerir y asimilar que el placer femenino puede conseguirse sin la presencia de un falo, algo así como un ¡ZAS, en todo el orgullo masculino! 

No obstante, el clítoris siguió representado para estas figuras masculinas un misterio que nunca llegaron a entender. De hecho, para muchos todavía no se han desvelado sus secretos, bien porque no han podido, no han sabido o no han querido. Como poco a poco las mujeres hemos ido reclamando lo que es nuestro, la luz va ganando terreno, y el clítoris se abre paso con éxito rotundo para dejar de ser una incógnita. Pero eso sí: ahora somos nosotras las que hablamos en su nombre, que pa' algo es nuestro. Y porque la que sabe, sabe. 





Por Mrs. Sofía el 11/7/2017 

julio 07, 2017

Cuando escribo

Cuando escribo soy más yo. Me autodefino, me recorro a mí misma.
Cuando escribo me busco explicación, me ayudo a entenderme, a arrojar luz sobre mis misterios. Pero también cuando escribo ilumino partes de mí que me perturban, me contradicen en mis dogmas y principios, me demuestran que a veces ni sé explicar lo que soy, lo que existe en mí.


Cuando escribo hablo o mucho, o más, o mejor, o todo lo anterior, porque cuando hablo me callo más,  me quedo a medias o sin nada que decir. 
Cuando escribo exploto, lloro, reflexiono, recapacito, me calmo y siento que no me engaño, ni a mí ni a los demás. Es entonces cuando los otros me entienden, me distinguen, me descubren y, claro, me pueden juzgar

Cuando escribo lo hago por necesidad, por gusto o por obligación. Por mí, por los demás. Para leerme sola o que me lean, a puño cerrado o a corazón abierto. Sin más, porque sí o porque no, con ganas o desgana, a ratos, por momentos, siempre. 

Cuando escribo siento por mil, millares de emociones que se agolpan en una sola letra, milésimas de frase que me retrotraen al epicentro de la tristeza, la ira, la tranquilidad, el amor, la pasividad... Toda emoción conocida tiene cabida.
Cuando escribo pienso en el poder de la letra, la palabra, la pluma, la tecla, la mano que firme o temblorosa escribe, escribe y escribe...

Cuando escribo, me siento afortunada al escribir, por escribir.

Por Mrs. Sofía el 7/7/2017 

julio 04, 2017

"La senda del perdedor". Hasta otra, señor Bukowski

No conocía personalmente al señor Bukowski, pero me habían hablado tantas veces de él, que era casi como si lo conociese de toda la vida. Sus supuestas frases célebres, sus novelas y poemas, su personalidad macarra y su esencia decadente hacían de él una leyenda viviente. 

Así que me sentí un tanto nerviosa cuando quedé para citarme con él. Siempre que estás a punto de hablar por primera vez con una persona de la que sabes tanto aún sin haber mediado palabra con ella, te asaltan mil y un pensamientos sobre qué partes serán ciertas y cuáles no, si tus suposiciones se verán corroboradas o si te llevarás una desilusión al comprobar que poco de lo que decían era real. 



Pero, ya nada más entrar, supe que todos los mitos eran verídicos. Aquel hombre amante de las borracheras que volcaba apasionadamente su melancolía depresiva en la bebida llegaba tarde para nuestra primera cita. Qué sorpresa. Entró, se sentó frente a mí en la mesa de aquel sucio y oscuro bar, y disparó su historia a quemarropa. Su aliento desprendía un evidente tufillo a alcohol, pero eso no le impidió pedir al camarero una botella de vino que fue rellenando con asiduidad en aquella deslucida copa de cristal. 

Sin lenguajes adornados ni grandes preámbulos, Bukowski me habló de La senda del perdedor. Me relató con pelos y señales la vida de un tal Chinaski que no solo por el nombre se parecía a él, sino también por ese trasfondo de violencia, alcoholismo, sexo y dolor mal curado que parecían dictar el curso de su vida. 



Con una sencillez cruda pero sopesada, las alcoholizadas palabras del escritor me fueron llevando hasta la madre sumisa, el padre violento, la mediocridad académica y profesional, la desidia y carencia de ambición de un protagonista que Bukowski no me quiso decir hasta qué punto se parecía a sí mismo. A pesar de los tacos, las frecuentes menciones a los genitales masculinos y femeninos ("pollas" y "coños", no nos andemos con remilgos, que se trata de Bukowski), la obsesión por las mujeres y el sueño americano frustrado de un joven en los tiempos próximos a la Segunda Guerra Mundial, por lo único que me sorprendí fue por mi falta de incredulidad.

Y es que esa soledad y esa melancolía asfixiadas por el humo del tabaco, los tragos constantes, las peleas y el amor por la escritura era exactamente lo que me esperaba. Era como si Bukowski me hubiese contado ya mil veces aquella historia, porque todo lo que decían de él, o la imagen de sí mismo que voluntariamente o no había proyectado al mundo, eran simple y llanamente la verdad. La senda del perdedor era como el camino que lleva a casa. 

Para cuando hubo terminado, la botella de vino descansaba triste y vacía junto a su mano. Sus ojos empezaban a cerrarse y sus palabras se entrecortaban cada vez más en un murmullo borracho e ininteligible

-Hasta otra, señor Bukowski- me despedí.

Pero ya no me oía. 

Por Mrs. Sofía el 4/7/2017