Pages - Menu

marzo 31, 2020

Grandes esperanzas

Una de las más aclamadas novelas de Dickens contaba la historia de Pip, un niño huérfano y pobre que soñaba, por encima de todas las cosas, con convertirse en un notable caballero y estar con el amor de su vida. Aquel libro se llamó Great Expectations en su versión original, mientras que al español se tradujo por Grandes esperanzas
Estos días de ociosidad forzada, en las que una siente que de repente se está más atento a lo que antes se miraba con prisas y falta de tiempo, me doy cuenta de que, quizá, hay cierta imprecisión en llamar esperanzas a las expectativas, o viceversa. Y más en este momento. 

La razón es que las expectativas me parecen sinónimos de ilusiones. Hay en ellas un toque más certero de ganas, de emoción por ver cumplido algún sueño u objetivo. Es indudable que quien está expectante espera, pero con más tensión y curiosidad. No obstante, estar esperanzado denota una posición más cauta, puede que exenta de expectativas, curiosamente. La esperanza reside en la confianza de que algo positivo para nosotros ocurrirá, sin indicios tan fuertes de que así vaya a ser.

Por ejemplo, este 2020 comenzó con grandes expectativas para quienes veíamos nuestro futuro laboral y personal cargado de oportunidades. Todos tomábamos esas 12 uvas cargadas de posibilidades, pensando que este sí que este sería nuestro año. Así, yo “expectaba”, junto con otros miles de personas, progresar, cambiar, mejorar. Otras tantas ansiaban independizarse, cambiar de trabajo, trasladarse a otra ciudad o país, viajar. En fin, las expectativas de todos, en mayor o menor medida, se vieron truncadas por los últimos acontecimientos. 
Y ahora, con la incertidumbre pululando a sus anchas por el mundo adelante, hemos tenido que cambiar nuestras expectativas por esperanzas. No sabemos bien qué soñar a partir de ahora, porque el futuro parece terriblemente incierto, por lo que ahora no tienen sentido las primeras, sino las segundas. Incluso para aquellos que no tenían nada de unas ni de otras.
En suma, estos días recuerdo Grandes esperanzas no porque esté en desacuerdo con la traducción, sino porque creo que aquel niño, Pip, nos demuestra que hay una diferencia vital entre ambas palabras. Su historia está plagada de continuas contrariedades en las que sus deseos se ven mermados a medida que transcurre su existencia. Pero siembre saliendo adelante con el carácter de quien sigue esperando algo mejor. La vida es en sí misma un camino donde las expectativas a veces se cumplen y otras se truncan, y es en este último caso cuando las grandes esperanzas aparecen, normalmente para salvarnos.


marzo 26, 2020

Sobre la tela de una araña

Este sitio está lleno de telarañas y polvo. Hace poco más de un año que no abro esta habitación virtual, y en tan poco tiempo, hay tantas cosas que han cambiado. 

La última vez era mi cuarto de siglo. Mi vida era tranquila, estable y feliz. El futuro se veía al horizonte como un prometedor amanecer que traería sueños cumplidos. 
Y ahora, con un cuarto de siglo, un año y tres meses, al horizonte se lo ha comido una oscuridad que parece tremendamente amenazadora. Mi vida pasó de ser un lugar apacible, ocupado por la rutina, las ganas de estudiar, aprender, trabajar, a un devenir de días inciertos. 

La vida, inoportuna como es ella, de repente nos ha recordado, una vez más, que tenemos esa maldita costumbre de dar todo por sentado. Supongo que no soy la única que se ha quedado anonadada por la rapidez con la que nuestro mundo se ha puesto patas arriba de un momento a otro. Y es que, a todos nos han dado un revés en nuestra arrogancia y estupidez. Porque pensar que un sistema tan complejo e interconectado que se sustentaba en un hilo finísimo iba a perdurar indefinidamente, demuestra precisamente lo arrogantes y estúpidos que estábamos siendo. Éramos como los elefantes que se balanceaban sobre la tela de una araña en aquella canción infantil, viendo hasta dónde podíamos llegar. 

Y ahora que la telaraña nos ha dejado a todos desperdigados a nuestra suerte, toca buscarse la manera única y particular de sobrevivir. Cada quien se salva como puede, y yo, tal vez, escoja las letras para refugiarme por un tiempo de esta lluvia de locura que está cayendo sobre nuestras cabezas. Ohhh, escribir para salvarse, menudo cliché. Bueno, también lo era eso de que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde, eso de que todo puede cambiar de un plumazo, que todo es posible y nada es seguro, de que había que lavarse bien las manos, y míranos. 



Amigos blogueros, ¿cómo os va? ¿Qué ha sido de vosotros en todo este tiempo?
Os mando un fuerte abrazo virtual.