Pages - Menu

abril 21, 2020

Felicidad de bolsillo

Estos días recurro a la felicidad en pequeñas dosis. Es una felicidad compacta, que consumo a ratos, cuando la ansiedad no me puede ver.
La felicidad con mayúsculas escasea, junto al papel higiénico, el desinfectante y la harina. Da la impresión de que la hubiésemos usado para las labores que designa cada objeto, incluso. Ahora mismo creo que nadie se puede permitir ese bienestar de lujo, donde el presente y el porvenir nos parecían prometedores y halagüeños, así que estamos todos bebiendo a sorbitos el lado bueno de nuestro confinamiento, que no conviene gastarlo muy rápido.
Es curioso porque siempre he pensado que había algo de mitología romanticona en aquello de los pequeños placeres. Antes de esta situación que estamos viviendo, había una corriente flower power que apostaba por valorar los detalles de la vida. Esos instantes de alegría que debíamos resaltar por encima de todo lo demás. No obstante, me da la sensación de que ahora mis sentidos están realmente dispuestos a saborear lo menudo, lo que antes moría aplastado por el peso de la rutina y la obligación. 
Mientras ahí afuera el cielo amenaza con tormentas, dentro de casa encuentro, a ratos, pequeños oasis de paz. Y no hablo solo de los típicos placeres con minúscula que hoy puedo aprovechar (leer, levantarme más tarde, cocinar, ver series y pelis y demás), sino de una sensación reconfortante e impredecible de tranquilidad relampagueante. 
Como con todo, creo que la felicidad nos está demostrando que es aún más relativa de lo que suponíamos, si cabe. En mi caso, me gusta pensar que ahora acarreo una felicidad de bolsillo, una de esas miniaturas carísimas que prometes cuidar por encima de todo, o como esa vajilla fina que solo utilizas en ocasiones especiales. Así tal cual guardo la mía, solo para los momentos que más la necesite. No vaya a ser.



abril 11, 2020

¿Es verdad esa mentira?

Andaba yo corta de inspiración, inmersa en la procrastinación y la desidia, cuando de pronto apareció Flavita Banana para zarandear este cerebro que también empieza a estar de cuarentena. 
La imagen en concreto es la que utilizo en esta entrada, la cual viene acompañada de un texto maravilloso que podéis leer aquí. Y tanto la caricatura como el pie que la acompaña describen a la perfección lo que estamos sintiendo en estos momentos donde la verdad es tal durante muy poquito tiempo. 

Llevo días recibiendo información de los medios y las redes sociales sobre el virus, las medidas, las consecuencias, pero sobre todo del futuro. La gran pregunta ahora es qué va a pasar en los próximos días. El problema no es que carezcamos de respuestas, sino que lo que nos cuentan de un momento a otro deja de estar actualizado, porque, como bien dice Flavita, los yos del futuro no es que mientan (siempre), sino que dicen una nueva verdad
Y, por extraño que parezca, creo que ahora mismo poseemos una especie de privilegio ya que, por primera vez, somos conscientes de que todo lo que nos están contando puede no ser eterna o enteramente cierto. Sabemos a la perfección que estamos ante una situación sin precedentes, desconocida, y que por tanto la información nos está echando un pulso al verdadero o falso. 

Indudablemente, asusta pensar que, en estos momentos donde la verdad es tan necesaria, se nos haga tan escurridiza y cambiante. No obstante, lo que me aterroriza más aún es pensar que somos conscientes de que nada es del todo cierto únicamente porque la situación así lo requiere. Me explico: ahora mismo es cuestión de vida o muerte informarnos con la verdad, por muy mutable que sea. 
Sin embargo, cuántas veces, antes de esta pandemia, tomábamos como absoluto todo aquello que veíamos y escuchábamos a nuestro alrededor. Pensábamos que nuestra visión única era la verdadera, sin siquiera sospechar que otras futuras verdades vendrían a dinamitar lo que dábamos por sentado. 

En suma, otra de las muchas reflexiones que saco en limpio de todo esto es que deberíamos salir de este asunto si no más sabios, al menos más cautos. Tal vez, a partir de ahora estemos más lúcidos para detectar las mentiras que son verdad, las verdades que son mentira y el hecho de que estar muy informado no implica necesariamente estar bien informado, independientemente del virus que amenace con acabar con todo lo que creíamos saber, entre otras cosas.