tag:blogger.com,1999:blog-24396201957670325832024-03-16T07:54:11.915+01:00Pienso, luego escriboSofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.comBlogger366125tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-72928158517391011332020-06-15T10:00:00.001+02:002020-06-15T10:00:02.738+02:00La vida en paquetes de galletas<div style="text-align: justify;">Es un día cualquiera en un supermercado cualquiera. Estoy esperando a que me atiendan en la carnicería, mientras detrás de mí una familia también espera su turno. El niño tendrá unos 7 u 8 años, y anda correteando de un lado a otro de los pasillos. En un momento dado, trae en las manos dos paquetes de galletas de marcas, formas y sabores distintos. Se acerca a su padre con una expresión interrogativa en la carita que ya vaticina el tipo de petición que va a realizar. </div><div style="text-align: justify;">-Papá, quiero estas galletas. </div><div style="text-align: justify;">Se entiende que se está refiriendo a ambos paquetes, claro. </div><div style="text-align: justify;">El padre niega con la cabeza y se precipita a responder: </div><div style="text-align: justify;">-Las dos, no. Tienes que elegir una u otra. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmCEqjJJqLdlYFHMhwLO3ps6TiA9EK4AsnSj5FtACoG9WiVlF_7Z8jD2JigI8ps32oc4YnCPsH-UW4j9MEe6FIAq8PO-fg9nTyD5y9QTN9tq4_iCJdVcffBzOpbfroyp-ojTNG_QIpNlX1/s500/super.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="473" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmCEqjJJqLdlYFHMhwLO3ps6TiA9EK4AsnSj5FtACoG9WiVlF_7Z8jD2JigI8ps32oc4YnCPsH-UW4j9MEe6FIAq8PO-fg9nTyD5y9QTN9tq4_iCJdVcffBzOpbfroyp-ojTNG_QIpNlX1/s320/super.jpg" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ay madre, pensé para mí. Ahora es cuando se produce el berrinche del siglo. Pero, para mi sorpresa (y me da que para la del padre, también), el niño se toma la respuesta con total naturalidad. Hace un ligero intento de lucha, diciendo que le gustan las dos por igual, pero ante la leve negativa de cabeza de su progenitor, adopta una inmediata actitud de aceptación. </div><div style="text-align: justify;">-Mmmm, pues pito, pito, gorgorito… </div><div style="text-align: justify;">Empieza esa conocida retahíla infantil que yo también usaba para que la suerte decidiera por mí. Cuando acaba, automáticamente grita “¡éstas!”, y se dirige de inmediato a devolver a la estantería el paquete perdedor. Y ya está. No hubo dudas, ni miedos, ni reflexiones sobre qué podría perder al elegir unas y no las otras. El niño siguió como si tal cosa, confiando en que el azar aleatorio de la canción había elegido correctamente. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Curiosamente, me invadió una especie de envidia por la reacción digna de ejemplo. Fue práctico ante una disyuntiva, hizo uso de un método objetivo, fácil y rápido, y aceptó sin miramientos el resultado. Ojalá volver a aquellos tiempos en los que todo era tan fácil como cantar el <i>Pito, pito, gorgorito</i>. </div><div style="text-align: justify;">Digo que sentí envidia precisamente por la simpleza del asunto. Bien sabemos los adultos que nuestras decisiones no se pueden tomar a la ligera, porque no se trata de escoger entre las de chispas de chocolate o las que tienen forma de dinosaurio. No puedes decidir entre dejar tu trabajo por otro, casarte o no, meterte a una hipoteca o reformar la casa echándolo a suertes. Antes tienes que sopesar las posibilidades, los riesgos, hacer una lista de pros y contras, etc. Pero lo peor de todo es tener que lidiar con la duda. Las <a href="http://piensaescribesm.blogspot.com/2018/10/disyuntivas.html" target="_blank">disyuntivas</a> se producen cuando sabes que tu elección, sea cual sea, te hará perder una cosa y ganar otra. Qué perder y qué ganar, qué conviene más. Pues bien, a veces uno desearía que la vida viniese en paquetes de galletas. Y uno desearía también poder tener la libertad de un niño para tomar una decisión de esa manera tan sencilla y eficaz, sin complicaciones. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¿Acepto la nueva oferta de trabajo o no? ¿Me mudo o me quedo en donde estoy? ¿Mando todo a la mierda y me arriesgo o me quedo con la estabilidad y la seguridad que tengo ahora? Mmmm, pues pito, pito, gorgorito…</div>Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-9186909620217797922020-05-27T10:00:00.001+02:002020-05-27T10:00:03.058+02:00Cicatriz<div style="text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgD-j-9gL0CpZkAWR77KLc0VJbjidiH3Umr34vleE8wtSIsVW0-DJO01UULtEkwtajZkm7BlLdQMUZKssgcufpEOZSbBtMQc_MNasQ8lNkeXVBWpeoFDyHzZNu21cf8tYiktzFTP4FOgpI-/" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1920" data-original-width="1080" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgD-j-9gL0CpZkAWR77KLc0VJbjidiH3Umr34vleE8wtSIsVW0-DJO01UULtEkwtajZkm7BlLdQMUZKssgcufpEOZSbBtMQc_MNasQ8lNkeXVBWpeoFDyHzZNu21cf8tYiktzFTP4FOgpI-/w225-h400/IMG_20200525_232001_488.jpg" width="225" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cada cicatriz cuenta su propia historia. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cada una se desliza por la piel, marcando su territorio, indicando los límites de su propiedad en la carne que antes no les pertenecía. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tendemos a pensar que una cicatriz es algo feo. Que dañan la belleza de un cuerpo, que hablan de dolor, de secuelas, de vergüenza. Supongo que nuestra obsesión por la perfección física es lo que nos hace rechazarlas en un primer momento. </div><div style="text-align: justify;">Claro, bien es cierto que cada cicatriz cuenta una historia que conlleva algo de lo que he mencionado antes: dolor, enfermedad, acontecimientos que se quedan grabados en la dermis, acompañándonos para siempre. Todas ellas dejan una huella indeleble no solo en el cuerpo, sino también en nuestra alma. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Pero, ayer, observando de cerca esta cicatriz, me quedé impactada. No por cómo se adueñó de esta piel, ni por el pasado que se esconde debajo de ella. Lo que realmente me impresiona no solo de esta, sino de todas esas marcas imborrables que se quedan grabadas en nosotros a fuego (literal o figuradamente), es la imponente delicadeza que pueden transmitir y lo muy infravaloradas que las tenemos. Parecen ser reinas en medio de un rostro, un cuello, un costado, y no pensamos que no nos hablan de fealdad ni de fracaso, sino de todo lo contrario. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Esta cicatriz demuestra precisamente eso: la sublime belleza y el éxito de un cuerpo que ha sobrevivido a sus propias heridas. El de la foto mismo me lo ha confesado: “A mí me gusta mi cicatriz”. Con esta imagen, es imposible no entender a qué se refiere. Es una de las fotografías más hermosas que he visto, por la luz, los colores, el atractivo del retratado, pero, sobre todo, por el mensaje que hasta entonces no había tenido yo en cuenta: una cicatriz es la prueba más espléndida, más bella, de nuestras victorias.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">La foto pertenece a uno de mis fotógrafos preferidos. Su rincón artístico <a href="https://www.instagram.com/nestor_davis/?hl=es" target="_blank">aquí.</a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div>Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-74897939076412036492020-05-17T12:56:00.001+02:002020-05-17T12:59:29.963+02:00Oasis en miniatura<div style="text-align: justify;">Esta semana volví. Bueno, no sé si se le puede llamar <i>volver</i> cuando vas a un sitio en el que no has estado. Lo digo porque esas calles familiares del centro ya no son las que solía frecuentar. El mundo, en general, ya no se parece mucho al de antes, a decir verdad. </div><div style="text-align: justify;">Los saludos con codos, las mascarillas, las calles semivacías son ahora parte de esa nueva normalidad que apenas empieza a despegar. </div><div style="text-align: justify;">Pero no quiero escribir sobre la inevitable extrañeza y tristeza de la situación. Si hace unas semanas hablaba de la<a href="https://piensaescribesm.blogspot.com/2020/04/felicidad-de-bolsillo.html" target="_blank"> felicidad de bolsillo</a>, ahora me quiero centrar en los oasis en miniatura. Son pequeños momentos de paz, de olvido, donde el virus no es más que un tema de conversación inevitable, pero no el centro de todo.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: center;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiebqLxb4XJz2xQE-gG536nEVfQFTfGXiE2qYgJtjYAexdkyMNN6jx6A3WOCwHrkUPdMz0asdI48BDijXlfoKtZf0CRkbp3gK1N7dRPjiYAenEYxQaXOSZVqwFPg9Wp8JBbny4ivJ4MkiaX/s320/oasis.jpg" /></div><div style="text-align: center;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Como digo, hace unos días, después de dos meses, volví a reencontrarme con mis amigos más allegados. La sensación de proximidad en carne y hueso, de complicidad, de compartir el lujo en el que se ha convertido la compañía es casi abrumadora, a pesar de que ya la habíamos sentido infinitas veces con anterioridad. Supongo que es cierto eso de que el mundo va a llenarse ahora de primeras veces. Para mí, estas quedadas, estas excursiones desconfinadas son esos nuevos oasis en miniatura que nos sirven para protegernos de la hostilidad del desierto que nos rodea. Una charla, una tarde en la piscina, un paseo son actividades que nos desconectan por un rato de la esclavitud del hidrogel, las mascarillas, el riesgo y el puñetero virus que lo ha cambiado todo. </div><div style="text-align: justify;">Durante esos pequeños intervalos, parece -repito, solo parece- que la realidad se vive como una falsa ilusión, donde el tiempo te hace creer que sus manecillas no se han movido sin piedad a través de una larga cuarentena. </div><div style="text-align: justify;">De entre todas las lecciones que nos quedan, ahora nos toca aprender a disfrutar de los nuevos paraísos con toque de queda, la felicidad de bolsillo y los oasis en miniatura que nos brinda la nueva "normalidad". Quizá asuste un poco pensarlo, pero nuestra capacidad de adaptación es tan asombrosa, que incluso podemos encontrar comodidad en los rincones más insospechados de lo desconocido.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div>Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-38243386983487503702020-05-04T10:00:00.000+02:002020-05-04T10:00:00.774+02:00Bendita hemeroteca<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8pNPUanIw0O7Bigls2AUkyr_r_npYh02ZqT11zyTDnDP4qvnCXoUP3BA3IOCVEaSW0NNIS5CQHwRPs3RrOjZNe13Wt1WvYp1JkS9NCvREth_aKOOm-l8wgzd3xroL8zZF2aqNQ5mjHk1W/s1600/hemeroteca.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="661" data-original-width="564" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8pNPUanIw0O7Bigls2AUkyr_r_npYh02ZqT11zyTDnDP4qvnCXoUP3BA3IOCVEaSW0NNIS5CQHwRPs3RrOjZNe13Wt1WvYp1JkS9NCvREth_aKOOm-l8wgzd3xroL8zZF2aqNQ5mjHk1W/s400/hemeroteca.jpg" width="340" /></a></div>
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Me parece que no soy la única. Hablando con amigos y familia, estos días las hemerotecas personales están más concurridas que nunca. Recurrimos a los recuerdos antiguos, supuestamente porque nuestra memoria no está fabricando nuevo material. Supongo que es un <b><span style="color: #990000;">mecanismo natural </span></b>llamar a la puerta del pasado, para reencontrarnos con momentos, lugares y personas que llevaban tiempo soterrados bajo el manto del olvido. </div>
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No obstante, estos días de noticias efímeras y de <a href="https://piensaescribesm.blogspot.com/2020/04/es-verdad-esa-mentira.html">verdades que se convierten en mentiras</a> en un santiamén, me ha dado por buscar en la hemeroteca universal. Dada la situación actual, recurrir a noticias que ya han sido superadas y ver cuáles fueron las consecuencias de las mismas quizá sirva para dar una falsa sensación de control, puede que de esperanza. </div>
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Así que, navegando por un conocido diario digital español, decidí buscar los sucesos más importantes de alguna fecha clave en mi vida. El <b><span style="color: #990000;">16 de marzo de 2003</span></b> cambió mi destino y el de mi familia para siempre, ya que aquel fue el día que abandonamos nuestro hogar para comenzar de cero en un nuevo país. Poner pie en aquella tierra prometida marcaría sin duda un hito personal en un período de la historia contemporánea ya de por sí convulso. Entre lo más destacado, me sorprendió recordar a aquellos miles de españoles que salían a las calles a manifestarse en contra de la resolución del gobierno de apoyar la <b><span style="color: #990000;">guerra de Irak</span></b>. Es sobrecogedor pensar que un año después, España sufriría el ataque terrorista más cruento de su historia. Verlo desde este presente irrefutable me dio una extraña sensación de poder, de clarividencia en retrospectiva que sirve para entender el magnetismo devastador que una decisión política puede tener. Saber del mal antes de que pase, ojalá haber tenido la misma suerte entonces. </div>
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Si bien recordar este hecho conlleva un inevitable dolor, también se ha despertado en mí una especie de irracionalidad supersticiosa al comprobar que en esa misma fecha, OJO con lo que viene, la OMS alertaba de una extraña <a href="https://elpais.com/diario/2003/03/16/sociedad/1047769203_850215.html">neumonía asiática</a> que ya se había cobrado nueve muertos en distintos países. Leer la noticia es tan contradictorio como tener un <b><span style="color: #990000;">flashback en el presente</span></b>, una premonición escalofriante con vistas al hoy. Los síntomas, las medidas de precaución, la procedencia del virus y el relato en sí mismo te hacen pensar que debe de haber habido un fallo en la matrix de la hemeroteca. </div>
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Por suerte, para nuestros yos del 2003 aquello quedó en un susto, en una anécdota pasajera que posiblemente muchos ni recuerden a día de hoy. Ya se encargaría el destino de escoger otro momento y otro tiempo, jugando como siempre a su antojo con las piezas de nuestra existencia. </div>
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En cualquier caso, revisar la hemeroteca produce sentimientos inesperados. Como digo, es una falsa forma de control, porque lo vemos ahora todo en perspectiva, sabedores de lo que pasaría a continuación. Es una forma de <b><span style="color: #990000;">reflexionar sobre lo que fuimos</span></b>, lo que pudimos ser, de recordar lo que se hizo bien o mal, pero especialmente de comprobar que hemos estado ya otras veces pendiendo de un hilo, viviendo acontecimientos aterradores y tranquilizadores a la vez. Ahora me muero de curiosidad por saber cómo serán las hemerotecas del futuro, cuando lo del coronavirus no sea más que eso: una noticia del pasado.</div>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com23tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-55743496380635147312020-04-21T10:00:00.000+02:002020-04-21T10:00:06.964+02:00Felicidad de bolsillo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVG_7VIwK1xJEBe4eP3DcD0Vw-9Nh3ISkYQShFAa50syPCAD_upwdwQb5uCxSHBn6bsJx7707yPta1L9frbSjuM32DprBj8D1zFi80Oj_Vlm50DR1qaVfJotvZNJArv5Qq8nMkPbzy9Tcf/s1600/felicidad+bolsillo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="564" data-original-width="564" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVG_7VIwK1xJEBe4eP3DcD0Vw-9Nh3ISkYQShFAa50syPCAD_upwdwQb5uCxSHBn6bsJx7707yPta1L9frbSjuM32DprBj8D1zFi80Oj_Vlm50DR1qaVfJotvZNJArv5Qq8nMkPbzy9Tcf/s320/felicidad+bolsillo.jpg" width="320" /></a></div>
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Estos días recurro a la felicidad en pequeñas dosis. Es una felicidad compacta, que consumo a ratos, cuando la ansiedad no me puede ver.</div>
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La felicidad con mayúsculas escasea, junto al papel higiénico, el desinfectante y la harina. Da la impresión de que la hubiésemos usado para las labores que designa cada objeto, incluso. Ahora mismo creo que nadie se puede permitir ese bienestar de lujo, donde el presente y el porvenir nos parecían prometedores y halagüeños, así que estamos todos bebiendo a sorbitos el lado bueno de nuestro confinamiento, que no conviene gastarlo muy rápido.</div>
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Es curioso porque siempre he pensado que había algo de mitología romanticona en aquello de los pequeños placeres. Antes de esta situación que estamos viviendo, había una corriente <i>flower power</i> que apostaba por valorar los detalles de la vida. Esos instantes de alegría que debíamos resaltar por encima de todo lo demás. No obstante, me da la sensación de que ahora mis sentidos están realmente dispuestos a saborear lo menudo, lo que antes moría aplastado por el peso de la rutina y la obligación. </div>
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Mientras ahí afuera el cielo amenaza con tormentas, dentro de casa encuentro, a ratos, pequeños oasis de paz. Y no hablo solo de los típicos placeres con minúscula que hoy puedo aprovechar (leer, levantarme más tarde, cocinar, ver series y pelis y demás), sino de una sensación reconfortante e impredecible de tranquilidad relampagueante. </div>
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Como con todo, creo que la felicidad nos está demostrando que es aún más relativa de lo que suponíamos, si cabe. En mi caso, me gusta pensar que ahora acarreo una felicidad de bolsillo, una de esas miniaturas carísimas que prometes cuidar por encima de todo, o como esa vajilla fina que solo utilizas en ocasiones especiales. Así tal cual guardo la mía, solo para los momentos que más la necesite. No vaya a ser.</div>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-55837357004984429622020-04-11T17:14:00.000+02:002020-04-11T17:14:31.200+02:00¿Es verdad esa mentira?<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj68B-ARZM-_Vi2-Ihy_c8DEd98005meyIFn6Bk1dZ-CzhmxqxmynUqs7aN9-tDB6xAeJ-EJ_ozCNhRaupptUvv0vvZwtX4SgIs2DH0rrbGjOmILOyklQBw4f7PvCqpCCllsYnRnx0PnQ4v/s1600/flavita+banana.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="874" data-original-width="980" height="285" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj68B-ARZM-_Vi2-Ihy_c8DEd98005meyIFn6Bk1dZ-CzhmxqxmynUqs7aN9-tDB6xAeJ-EJ_ozCNhRaupptUvv0vvZwtX4SgIs2DH0rrbGjOmILOyklQBw4f7PvCqpCCllsYnRnx0PnQ4v/s320/flavita+banana.jpg" width="320" /></a>Andaba yo corta de inspiración, inmersa en la procrastinación y la desidia, cuando de pronto apareció Flavita Banana para zarandear este cerebro que también empieza a estar de cuarentena. </div>
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La imagen en concreto es la que utilizo en esta entrada, la cual viene acompañada de un texto maravilloso que podéis leer <a href="https://www.instagram.com/p/B-1iMY2KH25/">aquí</a>. Y tanto la caricatura como el pie que la acompaña describen a la perfección lo que estamos sintiendo en estos momentos donde la verdad es tal durante muy poquito tiempo. </div>
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Llevo días recibiendo información de los medios y las redes sociales sobre el virus, las medidas, las consecuencias, pero sobre todo del futuro. La gran pregunta ahora es qué va a pasar en los próximos días. El problema no es que carezcamos de respuestas, sino que lo que nos cuentan de un momento a otro deja de estar actualizado, porque, como bien dice Flavita, los yos del futuro no es que mientan (siempre), sino que dicen <b><span style="color: #cc0000;">una nueva verdad</span></b>. </div>
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Y, por extraño que parezca, creo que ahora mismo poseemos una especie de privilegio ya que, por primera vez, somos conscientes de que todo lo que nos están contando puede no ser eterna o enteramente cierto. Sabemos a la perfección que estamos ante una situación sin precedentes, desconocida, y que por tanto la información nos está echando un pulso al verdadero o falso. </div>
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Indudablemente, asusta pensar que, en estos momentos donde la verdad es tan necesaria, se nos haga tan <b><span style="color: #cc0000;">escurridiza y cambiante</span></b>. No obstante, lo que me aterroriza más aún es pensar que somos conscientes de que nada es del todo cierto únicamente porque la situación así lo requiere. Me explico: ahora mismo es cuestión de vida o muerte informarnos con la verdad, por muy mutable que sea. </div>
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Sin embargo, cuántas veces, antes de esta pandemia, tomábamos como absoluto todo aquello que veíamos y escuchábamos a nuestro alrededor. Pensábamos que nuestra visión única era la verdadera, sin siquiera sospechar que otras futuras verdades vendrían a dinamitar lo que dábamos por sentado. </div>
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En suma, otra de las muchas reflexiones que saco en limpio de todo esto es que deberíamos salir de este asunto si no más sabios, al menos <b><span style="color: #cc0000;">más cautos</span></b>. Tal vez, a partir de ahora estemos más lúcidos para detectar las mentiras que son verdad, las verdades que son mentira y el hecho de que estar muy informado no implica necesariamente estar <i>bien</i> informado, independientemente del virus que amenace con acabar con todo lo que creíamos saber, entre otras cosas.</div>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-18347272744474429992020-03-31T10:00:00.000+02:002020-03-31T10:00:08.655+02:00Grandes esperanzas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpW5TIwi_eXEhUEKZYCzncooeoV2KUPz_ghAdE5dxzgIAyAPtAbL4919BfCleLU4JqhY3TKJx9Ti-GHqb-64do-3CCMsNliHMVJ_MTMT6PUgLrUcjhS2NO5HSUCi4bzJ-8K_gOSChQMUvg/s1600/hope.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="809" data-original-width="564" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpW5TIwi_eXEhUEKZYCzncooeoV2KUPz_ghAdE5dxzgIAyAPtAbL4919BfCleLU4JqhY3TKJx9Ti-GHqb-64do-3CCMsNliHMVJ_MTMT6PUgLrUcjhS2NO5HSUCi4bzJ-8K_gOSChQMUvg/s400/hope.jpg" width="278" /></a></div>
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Una de las más aclamadas novelas de Dickens contaba la historia de Pip, un niño huérfano y pobre que soñaba, por encima de todas las cosas, con convertirse en un notable caballero y estar con el amor de su vida. Aquel libro se llamó <i>Great Expectations </i>en su versión original, mientras que al español se tradujo por <i>Grandes esperanzas</i>. </div>
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Estos días de ociosidad forzada, en las que una siente que de repente se está más atento a lo que antes se miraba con prisas y falta de tiempo, me doy cuenta de que, quizá, hay cierta imprecisión en llamar esperanzas a las expectativas, o viceversa. Y más en este momento. </div>
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La razón es que las expectativas me parecen sinónimos de ilusiones. Hay en ellas un toque más certero de ganas, de emoción por ver cumplido algún sueño u objetivo. Es indudable que quien está expectante <i>espera</i>, pero con más tensión y curiosidad. No obstante, estar esperanzado denota una posición más cauta, puede que exenta de expectativas, curiosamente. La esperanza reside en la confianza de que algo positivo para nosotros ocurrirá, sin indicios tan fuertes de que así vaya a ser.</div>
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Por ejemplo, este 2020 comenzó con grandes expectativas para quienes veíamos nuestro futuro laboral y personal cargado de oportunidades. Todos tomábamos esas 12 uvas cargadas de posibilidades, pensando que este sí que este sería nuestro año. Así, yo “expectaba”, junto con otros miles de personas, progresar, cambiar, mejorar. Otras tantas ansiaban independizarse, cambiar de trabajo, trasladarse a otra ciudad o país, viajar. En fin, las expectativas de todos, en mayor o menor medida, se vieron truncadas por los últimos acontecimientos. </div>
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Y ahora, con la incertidumbre pululando a sus anchas por el mundo adelante, hemos tenido que cambiar nuestras expectativas por esperanzas. No sabemos bien qué soñar a partir de ahora, porque el futuro parece terriblemente incierto, por lo que ahora no tienen sentido las primeras, sino las segundas. Incluso para aquellos que no tenían nada de unas ni de otras.</div>
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En suma, estos días recuerdo <i>Grandes esperanzas</i> no porque esté en desacuerdo con la traducción, sino porque creo que aquel niño, Pip, nos demuestra que hay una diferencia vital entre ambas palabras. Su historia está plagada de continuas contrariedades en las que sus deseos se ven mermados a medida que transcurre su existencia. Pero siembre saliendo adelante con el carácter de quien sigue esperando algo mejor. La vida es en sí misma un camino donde las expectativas a veces se cumplen y otras se truncan, y es en este último caso cuando las grandes esperanzas aparecen, normalmente para salvarnos.<br />
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-35574770891727948732020-03-26T11:16:00.000+01:002020-03-26T11:16:41.305+01:00Sobre la tela de una araña<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1oSo13Thv-2vBiWr1_wOqJYtTa3ad0oP2xcQ48ScNlOhjpCUGdiqo8hbox3inKMoe_uZp9zu3oD765BiDZDY5mLzAqmBfSLHcKe4vLyOzNqBKpzM46LzqZ7q00Ey44Heie6TTYYHfGfLQ/s1600/elefantes.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="650" data-original-width="520" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1oSo13Thv-2vBiWr1_wOqJYtTa3ad0oP2xcQ48ScNlOhjpCUGdiqo8hbox3inKMoe_uZp9zu3oD765BiDZDY5mLzAqmBfSLHcKe4vLyOzNqBKpzM46LzqZ7q00Ey44Heie6TTYYHfGfLQ/s400/elefantes.jpg" width="320" /></a></div>
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Este sitio está lleno de telarañas y polvo. Hace poco más de un año que no abro esta habitación virtual, y en tan poco tiempo, hay tantas cosas que han cambiado. </div>
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La última vez era mi cuarto de siglo. Mi vida era tranquila, estable y feliz. El futuro se veía al horizonte como un prometedor amanecer que traería sueños cumplidos. </div>
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Y ahora, con un cuarto de siglo, un año y tres meses, al horizonte se lo ha comido una oscuridad que parece tremendamente amenazadora. Mi vida pasó de ser un lugar apacible, ocupado por la rutina, las ganas de estudiar, aprender, trabajar, a un devenir de días inciertos. </div>
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La vida, inoportuna como es ella, de repente nos ha recordado, una vez más, que tenemos esa maldita costumbre de dar todo por sentado. Supongo que no soy la única que se ha quedado anonadada por la rapidez con la que nuestro mundo se ha puesto patas arriba de un momento a otro. Y es que, a todos nos han dado un revés en nuestra arrogancia y estupidez. Porque pensar que un sistema tan complejo e interconectado que se sustentaba en un hilo finísimo iba a perdurar indefinidamente, demuestra precisamente lo arrogantes y estúpidos que estábamos siendo. Éramos como los elefantes que se balanceaban sobre la tela de una araña en aquella canción infantil, viendo hasta dónde podíamos llegar. </div>
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Y ahora que la telaraña nos ha dejado a todos desperdigados a nuestra suerte, toca buscarse la manera única y particular de sobrevivir. Cada quien se salva como puede, y yo, tal vez, escoja las letras para refugiarme por un tiempo de esta lluvia de locura que está cayendo sobre nuestras cabezas. Ohhh, escribir para salvarse, menudo cliché. Bueno, también lo era eso de que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde, eso de que todo puede cambiar de un plumazo, que todo es posible y nada es seguro, de que había que lavarse bien las manos, y míranos. </div>
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Amigos blogueros, ¿cómo os va? ¿Qué ha sido de vosotros en todo este tiempo?</div>
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Os mando un fuerte abrazo virtual.</div>
Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com21tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-32784758621922961052019-01-21T09:00:00.000+01:002019-01-21T09:00:04.807+01:00Un cuarto de siglo (y unos días) más tarde...<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMzEmVjvsuhG2oz-ZBsn7cCZ3EbtG1i9gyq4SXBW5wrOuIN7gpaLe_KnIKzF1g_Sfu3B9nvg19lnS2El0bcwv8jjeuaDVMIt8t6yUKXd7yPt_DY28cT99ayUmawrN-Sje3Z61ZXn_2wgJ_/s1600/ass2.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="789" data-original-width="564" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMzEmVjvsuhG2oz-ZBsn7cCZ3EbtG1i9gyq4SXBW5wrOuIN7gpaLe_KnIKzF1g_Sfu3B9nvg19lnS2El0bcwv8jjeuaDVMIt8t6yUKXd7yPt_DY28cT99ayUmawrN-Sje3Z61ZXn_2wgJ_/s400/ass2.jpg" width="285" /></a>Hace unas semanas llegué al cuarto de siglo. Y sí, lo sé, veinticinco años no son nada más que un insignificante suspiro en medio de la longeva historia del mundo. Pero eh, que visto desde cierta perspectiva, también una se pone a pensar en que es un tiempo en el caben otros muchos tiempos, variados, vertiginosos, intensos. Vamos, que 300 meses dan para mucho, que en 1300 y pico semanas ha llovido y he vivido lo suyo y que en 21900 horas se concentra una historia particular y única que es exclusivamente mía. </div>
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Si hay algo que creo sobre esta mágica cifra, es que representa un momento fronterizo. Tengo una curiosa mezcla de juventud y madurez; una experiencia todavía muy inexperta, así como la desazón de ver que la vida no es un cuento de hadas combinada con la ilusión de creer que mis sueños aún están por cumplirse. Como digo, el cuarto de siglo es una edad intermedia, irregular, contradictoria, donde lo mucho y lo poco se unen de una manera extraña pero hermosa. Y, como cada cumpleaños, es necesario celebrar esa contradicción en la que un año más es también un año menos.</div>
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Sé que debí haber escrito esta entrada en cuanto soplé las velas. Pero, como siempre, la rutina, la falta de tiempo y ganas, la poca inspiración, pudieron conmigo. No obstante, es curiosamente ese tiempo entre la fecha exacta del aniversario y el ahora cuando ha surgido una idea a mayores. </div>
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Porque si hay algo que creo que no he hecho lo suficiente durante estas dos décadas y media (caray, cuántas formas existen para nombrar el susodicho número) es vivir con pasión. ¿Qué qué?</div>
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Ya sé que suena a frase estereotipada digna de<i> coach</i> motivacional, pero, de verdad, creo que la pasión es un elemento clave que a veces se nos olvida mientras estamos ahogados en el día a día, mientras los años nos hacen más amigos de lo amargo, tal vez. </div>
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Y por <i>pasión </i>me refiero a vivir intensamente, en todos los sentidos posibles. Con frecuencia, me doy cuenta de que el pesimismo, la apatía, la desilusión no me permiten apasionarme. De repente la vida se me amodorra, siento sin ímpetu, me hastío. Y, ojo, creo que existir con pasión no es algo que tenga que ver exclusivamente con la juventud. Pueden ser 25, 45 o 75, pero el caso es que ese movimiento imparable, ese latir continuo del corazón y esos pasos que nos guían al destino final tienen que afrontarse con pasión. Por la comida, por los amigos, la pareja, un buen libro, el trabajo, el deporte, algo nimio, medio o grande. Cualquier mierda que podamos convertir en nuestra ilusión, a nuestra manera, para encontrar coherencia en medio del caos y sinsentido en el que se torna a veces la vida.</div>
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En fin, como hace unos días se hizo viral el #10yearschallenge, yo hoy me propongo el #UnCuartoDeSigloChallenge e ir cambiando el <i>hashtag </i>con cada año que pase. A ver qué tal me sale. </div>
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<b><span style="font-size: small;">Publicado el 21/1/2019</span></b></h3>
<br />Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com27tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-49640318046231267852018-12-07T09:00:00.000+01:002018-12-07T09:00:05.357+01:00Instrucciones para los ratos muertos<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7aCSMBXFK9r2P7RHYDjzv7sGGWLiobsmmYdXzTNf23VzoXxM9b1kA9zIQiIQLsOzyU2xPmnEorUHyujcwkb-joxISjZI8twAKSJ1I_k1CVALwPtqt5byMjvH_HiWJhTGAjyRKnNcvJRAG/s1600/ass2.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1272" data-original-width="1600" height="317" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7aCSMBXFK9r2P7RHYDjzv7sGGWLiobsmmYdXzTNf23VzoXxM9b1kA9zIQiIQLsOzyU2xPmnEorUHyujcwkb-joxISjZI8twAKSJ1I_k1CVALwPtqt5byMjvH_HiWJhTGAjyRKnNcvJRAG/s400/ass2.jpg" width="400" /></a>Me encantaría saber cuántas veces al día miro el móvil. ¿50? ¿100? Desde que me levanto hasta que me acuesto, es con el <i>smartphone </i>con el que tristemente paso más tiempo de mi vida.<br />
Mejor no pensar mucho en ello, ya que si se hace, cualquiera se podría aterrorizar al ver la creciente y generalizada dependencia al teléfono de nuestra sociedad.<br />
Es que da igual a donde vaya, el aparato tiene que acompañarme. Sin él me siento vacía, <b><span style="color: #990000;">desprotegida</span></b>, insegura. Me despierto y tomo el desayuno a su lado. Me comunico por las mañanas con mis allegados a través de él. Hablo de cosas del trabajo, del día a día, de cotilleos, de nimiedades o hechos trascendentales gracias a él. Lo miro en los descansos del curro, a la salida del gimnasio, e incluso cuando veo una película en Netflix, por mucho que ésta me esté gustando. Y cuando me acuesto, claro, que si no no pillo el sueño tan rápido.<br />
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Pero, sobre todo, mato con él mi aburrimiento. Porque no solo se trata de que el móvil nos mantiene "comunicados" (aquí cabría algún debate, de ahí las comillas, pero mejor dejarlo para otro día) con el mundo y sus habitantes gracias a las noticias, las redes sociales o la mensajería instantánea, sino de que también nos sirve para tapar nuestros ratos muertos. </div>
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Y dentro de ellos, el teléfono nos salva de las esperas, pero sobre todo de la <b><span style="color: #990000;">soledad momentánea</span></b>. ¿La qué? La soledad que conlleva estar por un momento más o menos prolongado contigo mismo. De alguna extraña manera, es como un miedo a estar solas, sin nada que te distraiga o te haga desconectar de ti. Es esa necesidad incontrolable de mirar el móvil mientras esperamos en la consulta del médico. O mientras tomamos un aperitivo en solitario en una cafetería. O cuando aguardamos por el bus. O cuando hemos quedado con amigos o pareja y somos los primeros en llegar.</div>
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Son esos intervalos, esos ratos vacíos o muertos de la vida que parece que, por culpa de la tecnología, ya no sabemos cómo manejar. Nuestra adicción a las pantallas nos hace cada vez más intolerantes al aburrimiento, más impacientes a las esperas. Como resultado, cuando levantas la vista de tu smartphone y miras a tu alrededor, puedes contar los numerosos individuos que, como tú, encuentran en el mundo virtual una escapatoria a la soledad transitoria.<br />
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Para mí, son muchas las ventajas de la tecnología. De hecho, creo que son más los beneficios que la comunicación y los avances nos han brindado, con diferencia. Sin embargo, dentro de los inconvenientes, destaco esa <b><span style="color: #990000;">preocupante inhabilidad</span></b> para estar, aunque sea solo por un breve período, despegados de nuestras maquinitas inteligentes. </div>
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Así que yo, desde mi perspectiva de <i>millennial, </i>me pregunto qué diantres hacía antes la gente con la soledad momentánea de los ratos muertos. Antes de la llegada de la telefonía portátil ¿cómo se esperaba en la consulta del médico? ¿Cómo se las ingeniaban para esperar por el autobús? ¿Qué se hacía cuando había que tomar un café sin compañía o se llegaba antes que los demás? ¿Se mostraban inquietos e inseguros como nosotros?</div>
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Pues, niña millennial, lo que hacían era hablar, leer, pensar, bostezar, pasmar o simple y llanamente, esperar. </div>
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<i>Nota: la foto de la entrada pertenece a la colección de Eric Pickersgill </i>"La vida sin smartphones", <i>la cual podéis ver en <a href="https://www.theguardian.com/artanddesign/gallery/2015/oct/15/life-without-smartphones-in-pictures#img-1">este enlace</a>. Muy recomendable. </i></div>
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<span style="font-size: small;">Publicado el 7/12/2018</span></h2>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com16tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-53309974011812230222018-11-26T09:00:00.000+01:002018-11-26T09:00:14.358+01:00De influencers e influenciados<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvlVqONOY1XUzQtqJmcry5dtfpPEfqaPm3qtSSgZbke1LS2juwT6j2q60zG9Jq87VtDhqT0qRP1f46HmKmDPi3OB_Kwha4obW1lJZ_TM9vkJH2CroAExC_utGaTPt5elfTjQhOmpnBBY3j/s1600/ass2.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="564" data-original-width="564" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvlVqONOY1XUzQtqJmcry5dtfpPEfqaPm3qtSSgZbke1LS2juwT6j2q60zG9Jq87VtDhqT0qRP1f46HmKmDPi3OB_Kwha4obW1lJZ_TM9vkJH2CroAExC_utGaTPt5elfTjQhOmpnBBY3j/s320/ass2.jpg" width="320" /></a>A estas alturas de la película, imagino que no hará falta recalcar que estamos en la época de los influencers y el postureo. Nuestras vidas se debaten entre la realidad del día a día -donde cada quien convive con sus demonios, frustraciones y dificultades- y la felicidad instantánea de sobre que proporcionan las redes sociales, a donde asomamos la mirada para escapar de dicha realidad y hacer creer (a uno mismo y a los demás) que nuestra existencia es siempre del color de rosa.<br />
Lejos de lo que parece, este<b><span style="color: #990000;"> espejismo virtual</span></b> en el que todos nos hemos visto envueltos en mayor o menor medida es más dañino y peligroso de lo que queremos asumir. Y es que, a fin de cuentas, somos una sociedad que basa muchas de sus convicciones en esa información impregnada de imágenes, noticias y discursos que falsean continuamente <i>la verdad</i>, en todas sus dimensiones.<br />
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Somos conscientes de que los así llamados <i>influencers </i>nos influyen, como bien indica la palabra, en lo tocante a moda, estilismo y actitud, especialmente entre audiencias más jóvenes. Pero, dentro de este concepto, existe un <b><span style="color: #990000;">subgrupo</span></b> que a mí me llama particularmente la atención. No basan su popularidad promocionando ropa, ni dando envidia de sus caserones o viajes a destinos paradisíacos, sino en una casi repentina defensa por los derechos sociales que los catapultan de forma automática al ranking de los más queridos por el público.<br />
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Hasta aquí, se puede decir que es digno de admiración que haya influencers que decidan hacer uso de su poder por una buena causa. Sin embargo, últimamente son numerosos los casos en los que se descubre que tras la palabrería de quita y pon de algunos y algunas se esconde la más absurda e indignante de las <b><span style="color: #990000;">contradicciones</span></b>. Porque defender una idea es chachi y sencillo cuando eres una persona de renombre, pero, ¡mecachis!, cuando llega la hora de ponerla en práctica, hay quien se da de bruces contra su propio postureo hipócrita. Y si no, que se lo digan a Leticia Dolera, a la que le deben de estar pitando los oídos por la que le está cayendo.<br />
<br />
Para los despistados o desconocedores, os pongo en situación. Dolera es una actriz española que comenzó a ganar gran celebridad por su adherencia al feminismo. Hacía entrevistas dejando claro que abogaba por la igualdad de género, escribió un libro sobre los males del machismo y en los últimos meses dirigió una serie feminista en la que se retrata, según la susodicha, los problemas a los que se enfrentan las mujeres en la sociedad actual. Hasta aquí todo pintaba de maravilla, pero la polémica de los últimos días ha dejado claro, una vez más, que endiosamos a quien no debemos con demasiada rapidez y muy<b><span style="color: #990000;"> poca desconfianza</span></b>. La incoherencia que ha cometido Leticia ha sido, nada más y nada menos, que prescindir de una de las actrices de la serie al saber que estaba embarazada, porque ya se sabe que las pólizas de bebés no son rentables ni siquiera para la más acérrima de las feministas.<br />
<br />
Para mí, el problema no radica tanto en lo que cagada de Dolera. Una vez más, tenemos que asumir que la culpa es nuestra, por esa manía cada vez más incontrolable de creernos todo lo que nos venden. Nuestra debilidad está en que confundimos influencers con <i>influenciados. </i>A los primeros es fácil verlos venir, pero a los segundos no tanto. Estos son los que están, valga la redundancia, influenciados por sus deseos de popularidad y de quedar bien ante un público que busca gente comprometida. En este sentido, me da la impresión de que el feminismo está siendo víctima de un <b><span style="color: #990000;">oportunismo</span></b> cada vez más evidente, sobre todo entre actrices y cantantes (con sus correspondientes excepciones, por supuesto) que buscan subirse al carro de este movimiento de boquita para afuera, mientras que en su propio trabajo caen en la más absurda de las incongruencias, haciendo además un flaco favor a quien realmente sí lucha por una causa tan necesaria.<br />
<br />
Lo que tenemos que hacer, como bien expresó Bob Pop en <a href="https://twitter.com/latemotivcero/status/1052318769412898816?lang=es">esta brillante reflexión</a>, es dejarnos de tanto influencer de pacotilla, y comenzar a buscar referentes. Gente que predica y practica de forma honesta y sobre todo coherente por mejorar las cosas. Porque nuestro problema es que a cualquier santo le rezamos. Y así pasa lo que pasa.<br />
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<h2 style="text-align: right;">
<span style="font-size: small;">Publicado el 26/11/2018</span></h2>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com15tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-25092337148371950652018-11-19T09:00:00.000+01:002018-11-19T09:00:09.675+01:00La baraja del destino<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinutUVA5Ivq9e8k28XYHEBUZcCWPe5g_XsQ0rRFxOo7vzkttpQS8HpDhZ1TeiZNc66dgwOGb3l-uDqPtWzawDvk7T02Xrs9IyoOSCXpQATfqrEDP9ZpndR5r7CdjeXCa0LOPrlh4UUyO7i/s1600/ass.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="700" data-original-width="493" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinutUVA5Ivq9e8k28XYHEBUZcCWPe5g_XsQ0rRFxOo7vzkttpQS8HpDhZ1TeiZNc66dgwOGb3l-uDqPtWzawDvk7T02Xrs9IyoOSCXpQATfqrEDP9ZpndR5r7CdjeXCa0LOPrlh4UUyO7i/s400/ass.jpg" width="281" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Imagen de <a href="http://www.orioljolonch.com/en/wwworioljolonchnet-g66.html">Oriol Jolonch</a></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
El otro día me lo volvieron a preguntar. Y yo, como siempre que me lo preguntan, lo he tenido muy claro: sí, creo en el destino. No soy de supersticiones, de fe, de dioses visibles o invisibles, de religión de ningún tipo. Pero si hay algo en lo que deposito una creencia divina, puede que de forma extraña y contradictoria, es en el destino. Sí, de aquí se puede sacar que no tiene mucho sentido creer en algo aleatorio y <b><span style="color: #990000;">sin pruebas fehacientes</span></b> (sino) mientras se rechaza algo de naturaleza similar (fe religiosa o espiritual), pero me ciño a mi derecho al agnosticimo y al de que cada quien puede escoger la idea absurda que mejor le convenga para tratar de entender <b><span style="color: #990000;">este sinsentido</span></b> al que llamamos existencia. </div>
<div style="text-align: justify;">
Para mí se trata de un algo, llámalo fuerza, llámalo energía, llámalo poder superior, que hace que nuestras vidas sigan un camino determinado en el que se entreteje un rumbo que muy raramente podemos elegir ni predecir. </div>
<div style="text-align: justify;">
Es curioso que haya quien no esté muy a gusto con la idea de que en realidad nuestra <b><span style="color: #990000;">capacidad de elección</span></b> sea tan limitada o hasta inexistente. Sin embargo, a mí me produce cierta sensación de tranquilidad, puesto que, si ya la suerte ha sido echada y lo que <i>tiene que ser, será</i>, a uno debería de angustiarle menos lo que sea que esté por venir. Porque, ¿quién se preocupa por el trabajo que ya está hecho?</div>
<div style="text-align: justify;">
No obstante, tampoco pienso que nuestras posibilidades de decidir sean tan restringidas. Más bien, me gusta pensar que este es un juego en el que el destino ha <b><span style="color: #990000;">escogido y barajado</span></b> previamente nuestras cartas, pero somos nosotros los que tenemos que escoger cómo jugarlas. </div>
<div style="text-align: justify;">
En mi caso, la baraja ya venía marcada con unas cartas determinadas que me llevaron, entre otras muchas cosas, a emigrar (nací en un país en el que no resido actualmente), a sentir pasión por los libros y los idiomas, y gracias a ello, estudiar lengua y literatura inglesas, o a dedicarme a una profesión que honestamente no consideré nunca ejercer hasta hace bien poco (educación). Alguna fuerza me motivó a escoger ese camino... ¿y por qué no otro? Nunca lo sabré. </div>
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Lejos de lo que parece, esta reflexión no me ha surgido por culpa de una pretensión filosófica, ni con la necesidad de alardear de sabiduría trascendental, ni mucho menos para crear debate sobre creencias místicas. De hecho, esta entrada se me ocurrió gracias a una conversación con unos colegas estupendísimos en una noche de risas entremezcladas con alguna que otra copa (ya se sabe que el alcohol y las musas suelen llevarse bien), así que a nadie se le ocurra tomarse demasiado en serio nada de esto. Como digo, al final estamos todos defendiendo un credo que tiene como único fundamento nuestra propia<b><span style="color: #990000;"> subjetividad</span></b>.</div>
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Por tanto, volviendo al tema principal, reitero que, si hay algo en lo que creo, es en el destino. No siempre con fe ciega y confiando muchas veces en que soy yo la que lleva el timón, pero al mismo tiempo siendo consciente de que hay miles de pequeñas casualidades y causalidades que me llevaron a ciertos lugares, personas, vivencias, golpes de buena o mala suerte que, me guste o no, son parte de mí por algo que escapa irrevocablemente a mi control. </div>
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<span style="font-size: small;">Publicado el 19/11/2018</span></h2>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com20tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-24380042429870423332018-11-05T09:00:00.000+01:002018-11-05T09:00:04.141+01:00El pasado capturado para siempre<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghl8ztMI2FJHZ86gVelIMQaX8_p5ejlRa7UyBPrYVo755nPvQWd5mVR6Xc9cP-p6MGm6tBrlpWoS7aNBXFb_uUF4BbrPOuxyTmwiZWkI-CGuyts6Xouz-Z1CUMuUqUPNKQuNgQC04ThLz3/s1600/ass2.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="705" data-original-width="564" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghl8ztMI2FJHZ86gVelIMQaX8_p5ejlRa7UyBPrYVo755nPvQWd5mVR6Xc9cP-p6MGm6tBrlpWoS7aNBXFb_uUF4BbrPOuxyTmwiZWkI-CGuyts6Xouz-Z1CUMuUqUPNKQuNgQC04ThLz3/s400/ass2.jpg" width="320" /></a>No soy muy fan de las fotos. Ni de hacerlas, ni de que me las hagan. Soy fotogénica esporádica y no siempre tengo buen ojo para ver el ángulo perfecto desde el que inmortalizar una vivencia. No obstante y de manera extraña y contradictoria, sé apreciar <b><span style="color: #990000;">lo sublime de las instantáneas</span></b>, ya sean de papel o digitales, más aún cuando se trata de fotografías que cuentan historias del pasado. Entonces, se puede decir que las disfruto más después que en el momento de tomarlas. </div>
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Y es que quién no se ha maravillado al abrir uno de esos álbumes antiguos y verse a sí mismo y a quienes le rodean tan distintos, tan cambiados, tan raros que te preguntas si es real lo que ahí ves. Cuando ojeo esas pequeñas y rectangulares <b><span style="color: #990000;">historias perpetuadas</span></b> de mis padres, mis abuelos y amigos, me asombro no solo por el paso evidente del tiempo, las ropas extravagantes, los peinados imposibles, las infancias y adolescencias comprimidas en un momento concretísimo, sino especialmente por el hecho de que hacer una fotografía esconde una magia, un poder inaudito que, a mi modo de ver, muy pocas cosas pueden igualar. Así, me arriesgaría a decir que este es es el único arte capaz de <b><span style="color: #990000;">capturar el pasado para siempre</span></b> de forma incorruptible. Porque, cuando miras de cerca una imagen, sabes que ese vestido que llevaba tu madre al cumplir 18 años era y será siempre azul, porque el día de la boda de tu primo llevabas una borrachera que el objetivo se encargó de evidenciar para generaciones venideras, o porque sabes que ese ser querido al que nunca conociste tenía una profunda mirada que es capaz de escrutarte incluso ahora, a pesar del tiempo y la muerte, a través del papel desvencijado. No hay <b><span style="color: #990000;">posibilidad de manipular la realidad</span></b>.</div>
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Son hechos específicos, verídicos y normalmente felices que solo una cámara puede hacer eternos. Y yo, mientras observo este álbum familiar, me asombro por lo mucho que cabe en apenas unas cuántas décadas: nacimientos, fiestas, bodas, viajes, paseos, reuniones, mudanzas, vacaciones, colegios, modas; cientos de secuencias capturadas de una película que se sigue rodando y de la que solo tenemos pequeños fragmentos de certeza gracias a la acción química de la fotografía. </div>
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Pensándolo bien, tal vez debería dejar de decir que no me gustan las fotos, porque es una auténtica mentira. </div>
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<span style="font-size: small;">Publicado el 5/11/2018</span></h2>
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<br />Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com22tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-67088010263838030922018-10-22T09:00:00.000+02:002018-10-22T09:00:08.870+02:00Las trampas de la mente<div style="text-align: justify;">
<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjm52m7OSgFgLEtu5eAuhSyy-e3vPQvh7pkwHOveDmUj4apInlo9SiIWQkcgXiD3OZqu6cXkVUzqduez3J1oNBzoyWpKIz21rSl7mjIAElkSZF_v42x56lePCCBT-T8HXPqvkkxYy6FDmIy/s1600/ass.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="644" data-original-width="564" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjm52m7OSgFgLEtu5eAuhSyy-e3vPQvh7pkwHOveDmUj4apInlo9SiIWQkcgXiD3OZqu6cXkVUzqduez3J1oNBzoyWpKIz21rSl7mjIAElkSZF_v42x56lePCCBT-T8HXPqvkkxYy6FDmIy/s320/ass.jpg" width="280" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Foto del artista <a href="http://www.byfanzine.com/tony-luciani/">Tony Luciani</a></td></tr>
</tbody></table>
B. era una mujer menudita, simpática y alegre. Una de esas personas que desprendía dulzura sin casi importar con quien estuviese. Este fue el recuerdo que almacené durante mi infancia, cuando compartí buenos momentos con ella. Ahora, que vuelvo a verla después de 10 años, tengo un recuerdo nuevo que crear, bastante menos grato. Porque B. es ahora aún más pequeñita, más endeble, más quebradiza en cuerpo y sobre todo en alma. Todavía hay algo en su mirada y sus palabras que desprende parte de su antigua candidez, aunque en seguida te das cuenta de que ella ha traspasado ya ese umbral donde los recuerdos reales se entremezclan con la mentira.<br />
B. ya no sabe quién soy. No, no me duele, ya que a mí es relativamente normal que me haya olvidado, pues era solo la nieta de su hermana. Pero B. también ha desdibujado el nombre de algunos de sus seres más allegados, confunde el ayer con el hoy y su mente se ha quedado viviendo en un lugar que no es el mismo en el que está ahora su cuerpo.<br />
Así, al verla después de tantos años, me sorprende pensar en los estragos del tiempo. En cómo ese coloso tiene el poder suficiente como para destrozar con sus manos un mundo interior e íntimo en el que convivieron durante décadas tantos rostros, lugares, vivencias, emociones. No obstante, el problema de B. no es que lo haya olvidado todo. Muy al contrario, recuerda bien, pero peleándose con el presente. Al mirarla a los ojos ves que está despierta, viva y que lucha contra la neblina mental por iluminar partes de esa memoria que se adormila por momentos. Ayer estuvo en casa y describió perfectamente el sitio que hasta hace poco había sido su hogar. La calle, la localización y hasta los detalles que lo rodeaban, como el nombre de la ferretería que veía desde su ventana. Lo malo es que no se acordó de conjugar los verbos en presente.<br />
Con su visita me sentí alegre y entristecida a la vez. Porque si bien aún en ella queda esa esencia personal que, con un poco de suerte, jamás se esfumará, ya su mente le ha empezado a tender trampas para desmantelar su memoria. Así de desagradecida puede ser a veces la llamada "ley de vida". Al parecer, existe una injusta <i>legalidad </i>que permite desahuciar el espacio donde conviven los recuerdos. Al fin y al cabo, las arrugas no solo salen en el cuerpo, sino también en la mente.<br />
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<span style="font-size: small;">Publicado el 22/10/2018</span></h2>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com32tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-3648346651042300232018-10-08T09:00:00.000+02:002018-10-08T09:09:42.773+02:00Impactos, ecos y huellas<div style="text-align: justify;">
El sábado por la noche quedé con unos amigos para celebrar un cumpleaños. Mientras charlábamos animadamente, en la televisión estaba puesta de fondo una película que todo el mundo conoce, tanto si la ha visto como si no. Se trataba nada más y nada menos que de <i>Titanic</i>, esa bomba lacrimógena que robó el corazón de millones de espectadores de todo el mundo y que sigue emocionando más de 20 años después de su estreno. Mientras mirábamos a esos jovencísimos Winslet y Dicaprio, una de las asistentes mencionó una escena que la había impactado especialmente, que no era otra que la de ese <b><span style="color: #990000;">matrimonio de ancianos</span></b> abrazados en la cama de su camarote mientras el agua entra a raudales para arrasarlo todo. Me sorprendió porque, tras su comentario, me vino al instante el momento en que yo también presencié esa tristísima escena. Diáfano, claro y tan contundente como la primera vez. Y es que es una de esas imágenes que se te quedan clavadas en la retina, porque te muestran algo que hasta entonces no conocías. En mi caso, que vi la película con 13 años, fue uno de los<i> impactos </i>cinematográficos que me enseñó la crueldad con la que a veces puede actuar la vida, teniendo en cuenta que la obra está basada en un hecho verídico. Y es que aquellos dos ancianitos esperando con resignación una muerte ahogada son una prueba de que existen historias que la gran pantalla convierte en <i>ecos</i>, y que estos te pueden <b><span style="color: #990000;">acompañar</span></b> para siempre incluso cuando no te ha tocado vivirlas a ti.</div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpSrAuUuGThk4Y3XUQ2RBsYyaIcUf8BDu33gb42X7WgtZF783Z97BJx8zAwCcQrhwha6_uOSCoEKBHNewyNXv6Flbbw3YEI13QrXR-kGVgZSAnivqvgqMOqQZPpuS-Q8X_Jsb1evIJ6v8U/s1600/ass2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="377" data-original-width="564" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpSrAuUuGThk4Y3XUQ2RBsYyaIcUf8BDu33gb42X7WgtZF783Z97BJx8zAwCcQrhwha6_uOSCoEKBHNewyNXv6Flbbw3YEI13QrXR-kGVgZSAnivqvgqMOqQZPpuS-Q8X_Jsb1evIJ6v8U/s400/ass2.jpg" width="400" /></a></div>
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Algo similar ocurre con los libros. A mí, que me encanta leer, tengo una lista nada desdeñable de lecturas que me han dejado <i>huella</i>, de <b><span style="color: #990000;">reverberaciones de palabras</span></b> que rebotan en las paredes de la memoria y que salen a flote de cuando en cuando. No obstante, el primer libro que verdaderamente me partió por la mitad es completamente desconocido. No vendió miles de copias, no es un clásico literario ni marcó a una generación en concreto. Se trata de una historia anónima, profunda y dura con un engañoso disfraz de lectura juvenil que, me atrevería a decir, me dio una patada un tanto despiadada con la que traspasé el umbral hacia "el mundo de los adultos". <i>Enamorarse de April</i>, de Melvin Burgess,<i> </i>era una novela sobre una joven sorda que vive en un pueblo donde todos se burlan de ella. Es un alma privada de sonidos y con ello de aceptación, hasta que llega un joven del que se enamora y parece haber un rayo de esperanza para ella. Pero, como todo lo que es aparente en la vida, este amor no es tal porque Tony se avergüenza de ella. Por si no fuese suficiente, dicha esperanza se tuerce despiadadamente para April cuando es violada por el grupo de matones del colegio en el río, el único lugar donde la niña se sentía totalmente segura.</div>
<div style="text-align: justify;">
Como digo, leer aquella escena inesperada y lacerante fue otro de esos <i>impactos</i> que te dejan noqueada. Joder, resulta que la existencia no es de color de rosa, como yo pensaba. Y es que aquellas palabras, aquellos personajes y aquel mensaje tan real de una historia desconocida fue para mí otro empujón hacia la realidad sin billete de vuelta.</div>
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Y esto no solo ocurre con el cine o la literatura. También con el<b><span style="color: #990000;"> arte, la música, la fotografía</span></b>. Una de las imágenes que me más me ha sobrecogido últimamente es la que corona esta entrada. Se titula <i>El impacto de un libro</i>, obra del artista mexicano <a href="https://verne.elpais.com/verne/2016/03/04/mexico/1457053584_656377.html">Jorge Méndez Blake</a>. Tal vez pueda parecer sencilla a primera vista, hasta que te das cuenta de que se trata de un muro de ladrillos que ha sido deformado por <i>El castillo </i>de Kafka, un objeto de papel y de edición de bolsillo. Creo que esta obra refleja perfectamente la idea que pretendo transmitir, que no es otra que esa de que hay palabras, escenas, imágenes y melodías que aunque sean breves, anónimas o hasta endebles, pueden quedarse refulgiendo infinitamente en algún hueco de nuestra memoria. Es el poder asombroso de cuando primero se siente el impacto, de cuando luego resuena el eco y de cuando después viene la huella que se queda contigo.</div>
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<b><span style="font-size: small;">Publicado el 8/10/2018</span></b></h2>
<br />Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com15tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-30960599400682713192018-10-01T09:00:00.000+02:002018-10-01T09:00:03.744+02:00Disyuntivas<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwJ1yCYdBeOjPSuxAxc3yMJoWqhiiuM8yVDjZ4ZZ4FT2QiXy9qumWZL5Scmm37nzVGLZ8kzIwOe1RawXv7OUvhPNO2Cd9qHYX42Eob-4t_jgaFeLR1rQ_UHsf2ha4hfEBBEJazF5Y0guGq/s1600/adam-hale-15.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="671" data-original-width="670" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwJ1yCYdBeOjPSuxAxc3yMJoWqhiiuM8yVDjZ4ZZ4FT2QiXy9qumWZL5Scmm37nzVGLZ8kzIwOe1RawXv7OUvhPNO2Cd9qHYX42Eob-4t_jgaFeLR1rQ_UHsf2ha4hfEBBEJazF5Y0guGq/s320/adam-hale-15.jpg" width="319" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Imagen del artista <a href="https://www.lamonomagazine.com/the-daily-splice-by-adam-hale/">Adam Hale</a></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
La vida es una continua bifurcación. Justo cuando piensas que ya estás siguiendo una dirección recta, certera, aparece esa encrucijada que vuelve a ponerte a prueba. Otra vez tienes que elegir entre A o B, sabiendo que lo que ganas con una lo pierdes en la otra, y viceversa. Ah, esa sutil ironía de la vida que nos dice que algo igual de importarte vas a tener que sacrificar en ambas rutas:</div>
<div style="text-align: justify;">
Elegir entre la cabeza y el corazón, entre la estabilidad de lo racional y lo placentero de la emoción.</div>
<div style="text-align: justify;">
Quedarte donde estás a gusto o marcharte a donde puede que estés aún mejor (esto último lo sabrás solo cuando estés ahí).</div>
<div style="text-align: justify;">
Acurrucarte en esa maravillosa zona de confort o cruzar esa línea donde emergen las oportunidades que tu estúpido miedo e inseguridades no te dejaban ver.</div>
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Cambiar, probar, arriesgar, aterrarse, mudar; o mantener, continuar, seguir, permanecer, asegurar. De lejos son verbos que parecen casi iguales, pero al verlos de cerca te das cuenta de que cada uno ofrece un matiz distinto, un cariz que modifica la trayectoria de forma particular. Como para saber qué escoger.</div>
<div style="text-align: justify;">
Una busca tener el control, encontrar la solución, perder lo menos posible. Y antes de lanzarte a jugar a esa ruleta rusa, te paras a pensar (sobre todo si eres de alma rumiante como la mía) las posibilidades, los pros y los contras y te atenaza esa idea perturbadora de que la certidumbre no es más que una ilusión. No hay nada sobre seguro.</div>
<div style="text-align: justify;">
En cualquier caso, las disyuntivas tienen, en mi opinión, un antídoto infalible: el destino. Aunque al final eres tú quien juega tus propias cartas, la mano ya fue barajada por lo inevitable, por la casualidad, eventualidad o la predestinación (divina o pagana). Al final, la disyuntiva se disuelve con el devenir de los acontecimientos y poco o nada merece la pena pensar en qué hubiese pasado si hubiésemos tomado aquel otro sendero, porque, lo mires por donde lo mires, estás en donde tenías que estar. </div>
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<b><span style="font-size: small;">Publicado el 1/10/2018</span></b></h2>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-86566362692894180062018-09-17T09:00:00.000+02:002018-09-17T09:00:07.175+02:00¡Maldita genética!<table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: left; margin-right: 1em; text-align: left;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQMfwSy1wzZ7hdu6nuyY8HS8V_-ILa37mkuJOYk_BHbwKgmCMRLSZ-vNwY-0wSWOlZWy5gGSeOOPM3NYdQrx-1zCL6y6FmJdKuphHv4cdxv5IIoGYajAfJvGiSvHSwIN1tLc0xKSuj0xdy/s1600/ass.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="880" data-original-width="880" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQMfwSy1wzZ7hdu6nuyY8HS8V_-ILa37mkuJOYk_BHbwKgmCMRLSZ-vNwY-0wSWOlZWy5gGSeOOPM3NYdQrx-1zCL6y6FmJdKuphHv4cdxv5IIoGYajAfJvGiSvHSwIN1tLc0xKSuj0xdy/s400/ass.jpg" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Dominique Davis junto a sus dos hijas Amelia y Penny.<br />
Fuente: <a href="http://culturainquieta.com/es/foto/item/12755-una-madre-y-sus-dos-hijas-se-visten-igual-para-esta-tierna-sesion-fotografica.html">Cultura Inquieta</a></td></tr>
</tbody></table>
<div style="text-align: justify;">
<i>¿A quién te pareces más: a tu madre o a tu padre?</i> </div>
<div style="text-align: justify;">
Tengo un par de ojos verdes que posiblemente sean responsabilidad del iris aceitunado de mi madre. De ella también heredé una escasa estatura en la que calzo el mismo enjuto 36. En cuanto a mi padre, mis rasgos faciales recuerdan de manera automática a los suyos. Hay algo en nuestra nariz redondeada que evidencia nuestra relación de padre-hija.</div>
<div style="text-align: justify;">
Pero lo cierto es que la cosa no se queda ahí. Porque cuando a una le preguntan a cuál de sus progenitores se parece más, se da cuenta de que esos rasgos identitarios los posee alguien más de la familia. Puede que un abuelo, una tía, incluso un primo lejano. No obstante, la respuesta puede ser relativamente sencilla cuando se trata de apariencia. La cosa se complica cuando nos preguntan por <b><span style="color: #990000;">nuestra personalidad</span></b>, ya que a veces la respuesta puede resultar compleja incluso para el entrevistado.</div>
<div style="text-align: justify;">
La genética es, en pocas y simplistas palabras, una ciencia que intenta demostrar que nuestro físico, personalidad e incluso -agárrate, que vienen curvas- nuestra muerte están programados desde el mismo momento en que no somos más que una semilla. Sin duda, es asombroso pensar en la descomunal cantidad de información que cabe en algo tan minúsculo como un gen. Y enterarse de que éste es capaz de repetirse a sí mismo en más de una persona, resulta aún más abrumador. </div>
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<br /></div>
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Que nadie se asuste ni se aburra, que no pretendo escribir un artículo sobre genética. La razón de esta reflexión me vino porque, últimamente, me doy cuenta de que hay por ahí algún rasgo hereditario que se me acentúa con el paso del tiempo. Se trata de una tendencia al pronto exasperado, de una inclinación al ímpetu, de un arranque de mala leche que se conoce vulgarmente como "tener mucho carácter" que me recuerda ineludiblemente a uno de mis antecesores. A pesar de haber intentado controlarlo un par de veces, ese <b><span style="color: #990000;">diminuto punto de ADN</span></b> me recuerda con cada fracaso que quien manda es él. Tan solo me queda escudarme en la excusa de "lo siento, es que es mi genética" para disminuir los efectos que esto trae a terceros.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sin embargo, bien es cierto que me consuelo al pensar que no estoy sola, ya que la heredabilidad la he apreciado también en amigos, conocidos y familiares que comparten con algún antepasado más próximo o lejano su predisposición al despiste, el egoísmo, la impaciencia, la antipatía o la dejadez, por poner algunos ejemplos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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Es importante mencionar que, como es obvio, a los genes también hay que agradecerles por hacer un <b><span style="color: #990000;">copia y pega</span></b> de esas cualidades positivas de nosotros mismos que nos resultan -nunca mejor dicho- tremendamente familiares, que bien podrían ser las antónimas a las palabras enumeradas en el párrafo anterior.</div>
<div style="text-align: justify;">
Y, para que no se diga que soy parcialista, soy consciente también de que nuestra personalidad no es algo inamovible, puesto que el entorno y nuestra determinación a resarcirnos pueden hacernos cambiar en mayor o menor medida. Aún así, yo insisto en que siempre habrá algún trazo hereditario del que jamás podremos escapar. Aunque una intente luchar contra la naturaleza dictatorial de los genes, habrán pequeños detalles que, nos guste o no, siempre formarán parte de nosotros. </div>
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<h2 style="text-align: right;">
<span style="font-weight: normal;"><span style="font-size: small;">Publicado el 17/9/2018</span></span></h2>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com16tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-83828284446861117442018-07-17T15:36:00.002+02:002018-07-17T15:36:59.848+02:00El chiringuito que cierra en verano<div style="text-align: justify;">
Pensé que esta entrada se había publicado hace unos días, pero me equivoqué de fecha de programación. En cualquier caso, es solo una nota informativa para deciros que este mi chiringuito cierra en verano. No sé si por unos días, unas semanas; por un mes o hasta la vuelta al cole, pero el caso es que no estaré por un tiempo para escribir ni para pasarme por vuestros espacios.</div>
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Aparte de las gracias sinceras que os quiero dar a todos los que me leéis, también quería desearos un verano cargadito de sol o nubes, playa o montaña, mojito o caña, dependiendo del gusto de cada quien.</div>
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Nos vemos a la vuelta.</div>
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Un abrazo de esos grandes, compañeros y compañeras de bloggosfera.</div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2oGAtW-5LEUVnANUjyXYSWaOxE70px0li8HLe5kcrULBMRB03Dfo2WXL0XsuRo2JmJocRm4hZxgpR5_odcPv3lQ2jH4aSiSQHUo6S3ZcO2nue_ctlqXKooj_45DRzHLPtzNCozUDIrFgt/s1600/ass2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="564" data-original-width="564" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2oGAtW-5LEUVnANUjyXYSWaOxE70px0li8HLe5kcrULBMRB03Dfo2WXL0XsuRo2JmJocRm4hZxgpR5_odcPv3lQ2jH4aSiSQHUo6S3ZcO2nue_ctlqXKooj_45DRzHLPtzNCozUDIrFgt/s400/ass2.jpg" width="400" /></a></div>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com18tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-23276749470712690072018-07-09T09:00:00.000+02:002018-07-09T09:00:07.933+02:00La colleja mental<div class="" style="clear: both; text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBGCDpY0NwMNiXtcG5hc7G1dAwy209E8CISdyWcG-x1IrJvQGfMhu0_snZUWbUzdtYmR2oyCBtMWFTJywqlMaAGwwnWb3HEjStGNIKFfSrDAcqzjJe6qI0Zi8efm1BzTLjsr34nXGXKESs/s1600/ass.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="564" data-original-width="564" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBGCDpY0NwMNiXtcG5hc7G1dAwy209E8CISdyWcG-x1IrJvQGfMhu0_snZUWbUzdtYmR2oyCBtMWFTJywqlMaAGwwnWb3HEjStGNIKFfSrDAcqzjJe6qI0Zi8efm1BzTLjsr34nXGXKESs/s320/ass.jpg" width="320" /></a>La RAE, en su habitual parquedad a la hora de definir, dice que una colleja es ese "golpe que se da en la nuca con la palma de la mano". Pero, en realidad, la colleja es una manera especial de amonestación. Es la forma física de dar a entender a alguien que ha dicho o hecho una estupidez y que la parte posterior del cuello, por la posición estratégica que ofrece para la libertad de movimiento, garantiza un golpe certero y correctivo que pillaría al otro totalmente desprevenido.<br />
Durante muchas generaciones, fue un método utilizado por madres, padres e incluso matones del que hacían uso frecuente cuando el hijo, alumno o compañero metía la pata, respectivamente.</div>
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Por mi parte, <b><span style="color: #990000;">no soy partidaria de ningún tipo de violencia o maltrato</span></b>, y en concreto creo que la colleja constituye un procedimiento bastante humillante para el receptor y dudoso para el emisor. Sin embargo, bien es verdad que hay en ella un punto efectista que no consiguen otras fórmulas similares. Es un toque limpio, breve, sorpresivo que, al menos por un tiempo, hace ver que algo está mal.<br />
<br />
Por tanto, es una pena que la efectividad de esta táctica no se utilice para fines más nobles y provechosos. Es un modo de escarmiento corporal prescindible, estéril, infructuoso, como cualquier acto de violencia. Pero ¿y si esa colleja no fuese física, sino mental? ¿Y si pudiésemos aplicar un correctivo físicamente indoloro y psicológicamente eficaz que fuese directo a la nuca de esos<b><span style="color: #990000;"> </span></b><span style="text-align: start;"><b><span style="color: #990000;">cerebros adormilados y atontados </span></b>por las ideas retrógradas, ilógicas, borreguiles? No, no nada de imaginarse repartiendo sopapos cuando te saquen de quicio. La colleja mental sería, como su propio nombre indica, un cogotazo intelectual, un pescozón mental para reprender a quien acaba de soltar una idiotez.</span><br />
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Comencé a reflexionar sobre esta posibilidad el otro día, mientras escuchaba una conversación de lo más interesante en el autobús. Nada tan instructivo como ese medio de transporte para entender de cerca cómo funciona y se estructura la fauna social. El caso es que delante de mí se sentaban dos mujeres de mediana edad, de cuarenta y pico, pongamos. Al parecer, una de ellas tenía una hija adolescente que últimamente le estaba dando la lata con el rollo de <b><span style="color: #990000;">la igualdad de género</span></b>. Y que ella estaba de acuerdo en ciertos aspectos, pero creía que en otros se estaban pasando de listas. Porque, vamos a ver, había cosas que eran <i>de esperar. </i>Por ejemplo, con el tema este de la manada y todas las violaciones que salen a la luz... Bueno, es que, claro, a veces pasa lo que pasa por como van vestidas y por hacer "lo que no tienen que hacer".</div>
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Así es que aquella señora, joven, mujer y para rematar madre de una chica, estaba justificando los abusos sexuales haciendo uso del <span style="text-align: start;">argumento cavernícola de la vestimenta y el comportamiento. </span><span style="text-align: start;">Si ya de por sí es un comentario que me saca de mis casillas, escucharlo en boca de una fémina es un amargo recordatorio de las muchas mujeres que siguen empecinadas en tirar piedras contra su propio tejado.</span></div>
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<span style="text-align: start;">Y así, atónita, indignada y asqueada, me vino al instante a la cabeza. Recordé todas esas collejas dadas y recibidas, todos los enrojecimientos de nuca en vano y me dije a mí misma que el devenir de la historia nos ha demostrado que la colleja física es una pérdida de energía y tiempo. Que no hay nada como un buen golpe de remo en esas cabezas donde aún la tierra es plana, donde ciertos seres humanos son superiores a otros y donde todavía<b><span style="color: #990000;"> se justifica lo injustificable</span></b>. </span></div>
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<span style="text-align: start;">No sé si porque comencé a fantasear con demasiada fuerza con la idea del sopapo intelectual, la señora de pronto cortó la conversación y se giró para mirarme por un segundo, sorprendida. La miré extrañada, con cara de yo no fui, y al instante ella volvió a girar la vista al frente. Acto seguido, comenzó a rascarse ligeramente la cabeza, justo donde se podía intuir la dolorida nuca de un cerebro que acaba de recibir una colleja mental. Menos mal que la siguiente ya era mi parada. </span></div>
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<b>Publicado el 9/7/2018</b></div>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com18tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-32920466074560634662018-07-05T13:06:00.000+02:002018-07-05T13:06:54.269+02:00A la felina<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfoCbNyIQ0Wuy71Mmj-fITObzpdFEreOB64ZftrFDekptmAsx-varD7cgtttOmJ-l6y13Wsdzj9TrrThAtRa6qDMZyG65eQ9cEd2GAAlhlqd3inshWzAbcTCL4j8_f_uHPhjHET6M5ngWZ/s1600/10670180_10205012109003572_1134213360201371000_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="642" data-original-width="960" height="265" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfoCbNyIQ0Wuy71Mmj-fITObzpdFEreOB64ZftrFDekptmAsx-varD7cgtttOmJ-l6y13Wsdzj9TrrThAtRa6qDMZyG65eQ9cEd2GAAlhlqd3inshWzAbcTCL4j8_f_uHPhjHET6M5ngWZ/s400/10670180_10205012109003572_1134213360201371000_n.jpg" width="400" /></a></div>
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Me levanto. Te levanto. Abres los ojos a la hora de <i>mi </i>desayuno.<br />
Me acaricias. Porque yo te dejo. Y tengo hambre.<br />
Te hago feliz con cosas simples, durante el día.<br />
Ronroneos. Maullidos. Tontas bolitas de papel que me lanzas. Juego. Por un rato. Me voy.<br />
Te miro fijamente con mis grandes y hermosos ojos. Sé que te derrites. Entrecierro mis párpados, pestañeo de forma encantadora. Ahora sí que te tengo donde quiero.<br />
Duermo, duermo y duermo. Panza arriba, panza abajo. En línea recta o en forma de rosquilla. Tapándome la cara con las zarpas. Sobre mi cama. Sobre la tuya. Sobre la mesa, el sofá, la alfombra, una caja, una maleta, un armario. Me escondo en un mullido paraíso antes de que vengas, otra vez, a acariciarme.<br />
Que me gusta. Un poquito más, así, ahí, en la barriguita. Pero no tanto. Vale, suficiente. Me cansé, voy a morderte. Tú te lo has buscado. Ahora no te quejes.<br />
Tengo hambre de nuevo. Ven, que de repente te quiero. Sí, muy bien, hora de alimentarme. Ah, mi momento de gloria. ¿Gracias? ¿Por qué tendría que darlas?<br />
Me muevo, con sigilo. El caso es que no escuches mis pasos. Doy saltos precisos, elegantes. Mis orejas parabólicas, moviéndose de un lado a otro, lo oyen todo. Mis retinas alargadas, vigilantes, te ven, anticipando tus movimientos. No te acercas tú, me acerco yo. Si eso.<br />
Aparezco y desparezco. Cuando quiero, sin avisarte. Mírame, mírame. No me mires. Intermitente, impredecible, contradictoria.<br />
Debes abrirme las puertas de la habitación, como hiciste con las de tu corazón. Debes abrirme un huequecito en tu cama, como me lo abriste en tu vida. Porque el rastro de mis pelos y las marcas de mis huellas se han hecho sitio en tu casa <i>a la felina</i>: por siempre y para siempre.<br />
Soy tu dueña. Tu gata. Pero eso ya lo sabes. Y tengo hambre otra vez.<br />
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<b>Publicado el 5/7/2018</b></div>
<br />Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com16tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-66433204937017366882018-06-19T09:00:00.000+02:002018-06-19T09:00:07.246+02:00Cómo no odiar<div style="text-align: justify;">
Siempre me ha llamado la atención el<b><span style="color: #990000;"> mecanismo absurdo</span></b> de la guerra. Funciona de una forma sencilla, al menos en principio. Digamos, para resumir, que dos personas (casi siempre hombres) de pronto se dan cuenta de que tienen ideas distintas sobre un mismo tema. No llegan a un acuerdo, se enfurecen por no poder imponerse, se amenazan y finalmente se odian de forma tan obcecada, que deciden así porque sí que quieren matarse el uno al otro.<br />
Por tanto, analizándolo desde una perspectiva algo simplista, todo conflicto tiene lugar, básicamente, porque dos imbéciles, dos egos desproporcionados con poder, así lo han querido. Y lo más curioso del caso, lo más asombroso, es que en ese ínterin de sangre, dolor, destrucción y muerte, no suelen participar los auténticos protagonistas. Por ellos actúan los soldados, los civiles, las víctimas inocentes que estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.<br />
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<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8raLwyEUJJ887-czag_CQOaJ6ejqFmM1-lyCsaC_wDUgn3YGPfsVPofufh3eb4VA_SLJU3BCWqoDDycdtPFYeO7lsPD8UJiehyGVm26vDlMur0U7eVrke_c70sQixkWkJeueTqul2Av-_/s1600/ass.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="276" data-original-width="460" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8raLwyEUJJ887-czag_CQOaJ6ejqFmM1-lyCsaC_wDUgn3YGPfsVPofufh3eb4VA_SLJU3BCWqoDDycdtPFYeO7lsPD8UJiehyGVm26vDlMur0U7eVrke_c70sQixkWkJeueTqul2Av-_/s400/ass.jpg" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Izzeldin Abuelaish con su hijo Abdallah</td></tr>
</tbody></table>
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Sin embargo, cuando leo testimonios de esas <i>personas colaterales</i>, me sorprenden dos cosas. La primera, la <b><span style="color: #990000;">fe religiosa</span></b> que, lejos de debilitarse, se incrementa en muchos creyentes a los que les ha tocado tal fatalidad. Afirman que siguen apostando por dios, da igual el nombre que le den, porque confían en que los proteja y que todo forma parte de un destino sagrado que se debe aceptar. Confieso que soy atea con inclinaciones agnósticas y que para mí es difícil asimilar esa fidelidad inquebrantable por un dios que te da la espalda de manera tan brutal e inmisericorde. Pero, quizá, aun dentro de mi incomprensión de lo divino, también soy capaz de entender que la fe religiosa puede funcionar como un antídoto de supervivencia y esperanza cuando todo a tu alrededor se convierte en humo, cenizas, escombros y sangre.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJJ7CGBotT3gSzcc5nIXx3q8N1SIYD3DF2ItALoSia95ej0RD2P9AXB1yoVAOa91Z32TCKkLzucp6BI9OKSHov3R4Eu4o8OkiDjvUhAvBtdMHjAFQOxgAp3qfQ0qEKB7wh9TcurLacTTXW/s1600/ass.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="454" data-original-width="344" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJJ7CGBotT3gSzcc5nIXx3q8N1SIYD3DF2ItALoSia95ej0RD2P9AXB1yoVAOa91Z32TCKkLzucp6BI9OKSHov3R4Eu4o8OkiDjvUhAvBtdMHjAFQOxgAp3qfQ0qEKB7wh9TcurLacTTXW/s320/ass.jpg" width="242" /></a></div>
Pero, si hay algo que me impresiona realmente al leer muchas de esas historias de sufrimiento infligido por terceros, es la capacidad que muchos supervivientes tienen para<b><span style="color: #990000;"> no odiar</span></b>. Es el caso de Izzeldin Abuelaish, cuyo testimonio <i>I shall not hate </i>he leído recientemente. Este médico palestino relata en primera persona el horror del conflicto de Gaza, un territorio condenado desde hace décadas a la inestabilidad política y a cruentos enfrentamientos que, entre otros muchos horrores, trajeron el asesinato de sus dos hijas y su sobrina.<br />
Abuelaish ha tenido que soportar el cáncer que se llevó a su mujer. Ha tenido que presenciar la muerte de tres niñas, aniquiladas por una bomba en su propia casa. Ha mirado directamente a los fríos ojos del hambre, el miedo, la destrucción y ha visto como mancillaban su felicidad irrevocablemente. Han arrancado sus raíces de forma permanente y, a pesar de todo, Abuelaish deja claro desde el principio que él no odia. Su mensaje y su lucha solo dejan espacio a la sanación, la recuperación social, la educación, la construcción de puentes en medio de ese negro abismo que separa a palestinos e israelís, y por extensión al resto de territorios.<br />
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Echando una <b><span style="color: #990000;">honesta mirada al espejo</span></b> y realizando de nuevo un ejercicio de comparación, yo no sé si podría. No sé si sería capaz de no odiar, de no dejarme llevar por la rabia vengativa a aquellos dos mequetrefes que han arrastrado consigo las vidas de quienes nada tenían que ver con su ignorancia, su maldad y su falta de escrúpulos. Pero ya se sabe que la venganza, la violencia y el desprecio solo se regeneran en una inútil espiral de venganza, violencia y desprecio. Cuando así lo entiendes, cuando tu corazón se libera de esa furia producto de la indignación, descubres que es infinitamente mejor seguir apostando por esa justicia que parece estar tan ausente en nuestro mundo.<br />
Es entonces cuando, con historias como la de <i>I shall not hate</i>, una se da cuenta de que no dejarse llevar por el odio es, en realidad, la auténtica victoria. Porque mientras los dos imbéciles y sus respectivos séquitos se ahogan en un mar de odiosa mierda y lo bombardean, ensucian, destruyen y aniquilan todo, tú te mantienes ahí parado, inmune, fuerte, por encima de sus diminutas mentes, demostrando que has ganado tú, a pesar de todo.<br />
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<b>Publicado el 19/6/2018</b></div>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com41tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-70038618648670840952018-06-16T16:20:00.001+02:002018-06-16T16:26:46.074+02:00Verano<div style="text-align: justify;">
Después de <i><a href="http://piensaescribesm.blogspot.com/2018/03/primavera.html">la primavera</a></i>, la sangre ya no se altera. Ahora, en verano, hierve. Hierven también las terrazas abarrotadas de espuma de cerveza y de mar, de risas que se entremezclan con el ruido de una ola, de cielos azules claros que se funden con los oscuros abisales del agua salada, allá en el horizonte. Hierve el solsticio de verano que a partir de ahora quemará tu piel. Hierve el mediodía y la tarde de termómetros en punto álgido, que solo pueden ser atemperados por el anochecer.<br />
Hierve la arena de las playas que, en su intento de <i>abrazar</i> tus pies, los abrasa. Como abrasa también la brisa caliente de una ciudad sin playa, a diferencia de la brisa fresca que sí abraza en un pueblo de mar.<br />
Pero no solo el verano hierve. También calienta, como la emoción de los días más largos y las noches más cortas, como la alegría de las vacaciones y la ilusión por hacer planes, como el entusiasmo de los paseos a la vuelta de la esquina o de los viajes a la otra punta del planeta. Calienta como los corazones tostados al sol.<br />
Y por último, también refresca, como los pantalones cortos o los vestidos sueltos liberados de la tiranía de las chaquetas, como el frescor colorido de la fruta de temporada, como la sed calmada por el agua en la nevera, como esa sombra deseada debajo de un árbol mientras arde todo lo que no esté bajo la hoja.<br />
El verano es la única estación que puede hacer esas tres cosas a la vez.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTlJIEtF7XJ-r-RRGAsT-WbQQch8GxWyxiGVniJ0Il2OCnfGyP9TNagBJHql6JC1vBJzKvxMHA35kPFujeOshYqht6Cukgq117m5C7fNHMFmB7IlndL4zG8FMq8OEvL4gaeeaAjk0UaxaH/s1600/ass.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="797" data-original-width="564" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTlJIEtF7XJ-r-RRGAsT-WbQQch8GxWyxiGVniJ0Il2OCnfGyP9TNagBJHql6JC1vBJzKvxMHA35kPFujeOshYqht6Cukgq117m5C7fNHMFmB7IlndL4zG8FMq8OEvL4gaeeaAjk0UaxaH/s400/ass.jpg" width="282" /></a></div>
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<b>Publicado el 16/6/2018</b></div>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com42tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-65455154687480981182018-06-04T09:00:00.000+02:002018-06-04T09:00:04.655+02:00La vida es eso que pasa mientras esperas a...<div style="text-align: justify;">
1) que las dichosas actualizaciones de Windows se completen de una vez. Nunca esos cuatro o cinco puntitos girando incesantemente resultaron tan exasperantes, nunca un círculo había provocado tanto odio. </div>
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2) que llegue ese Whatsapp con la respuesta a un flirteo, un guiño, una indirecta, una queja, una nota de un examen. El corazón se vuelve de cemento, duro por los latidos paralizados que esperan con ansias a que la bendita notificación de "un nuevo mensaje" aparezca en la pantalla del <i>smartphone. </i></div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0xzdpzatD5Mky0RbPnsSOrgzKSOT7NEfKcjdJkD8dvrR7jYltWMXbBZskar_-2X1Ahnlmfi25ZQrvnEY4ICUorpNccV0JpciR8vuNGQ9TKY-aTgM5Hta2gWYfgZgMhvEnKK0IMuUC21-7/s1600/ass.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="940" data-original-width="564" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0xzdpzatD5Mky0RbPnsSOrgzKSOT7NEfKcjdJkD8dvrR7jYltWMXbBZskar_-2X1Ahnlmfi25ZQrvnEY4ICUorpNccV0JpciR8vuNGQ9TKY-aTgM5Hta2gWYfgZgMhvEnKK0IMuUC21-7/s400/ass.jpg" width="240" /></a></div>
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3) que te vengan las musas (esta, para los escritores). La existencia es, pues, ese momento que transcurre entre que te surge por fin <a href="http://piensaescribesm.blogspot.com/2018/05/una-idea.html">una idea</a>, te dejas de excusas, pero no de historias, porque eso es lo que vas a escribir; te sientas, la escribes y la publicas.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
4) que el verano se quede de una vez. Ya no solo para los que somos del norte, que hasta el 40 de mayo tenemos que andar con el sayo a cuestas, sino para todo el mundo, que al parecer el cambio climático se va notando con frío donde siempre hacía calor y con despistadas aguas mil pensando que aún es abril.</div>
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5) a que llegue el autobús. No hay impaciencia igual a la de quien mira el horizonte de la calle con la esperanza de que ese próximo número sea el que lo lleve por fin a casa. Esperar el bus es especialmente desesperante cuando hace frío, o llueve, o llueve y no tienes paraguas, o cuando las tres son correctas.</div>
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<div style="text-align: justify;">
6) que la cajera del súper abra por fin otra caja. Los instantes previos a ese "Pasen por aquí por orden, por favor" se eternizan, se alargan, se estiran como un chicle y solo se contrarrestan con la adrenalina de llegar antes que el comprador adversario. </div>
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<div style="text-align: justify;">
7) que suene el timbre del recreo (esta, para los niños, los que fueron niños, y reconozcámoslo, también los que fuimos o somos profes). Bendita la campana que nos salva de la lentitud con la que algunas clases completan una vuelta entera al reloj, al que por cierto rogamos y al que agradecemos por cada minuto transcurrido más que a cualquier dios.</div>
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<div style="text-align: justify;">
8) que te llegue a casa un pedido hecho en internet. Conocerás la sensación sobre todo si no eres Premium y si compras en lugares de perdición como el así denominado <i>Aliexpress, </i>que se toma con calma los precios así como las fechas de entrega.</div>
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9) que te atienda el médico. Pero es vedad que el que avisa no es traidor: lo de <i>paciente</i> no fue elegido aleatoriamente, sino para que supiésemos a qué atenernos. </div>
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10) que ese plato que trae el camarero sea, por fin, el tuyo. No más mirar con deseo el postre ajeno. </div>
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La vida es, en suma, eso que te pasa mientras esperas... ¿O eso que esperas mientras te pasa?</div>
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<b><span style="font-size: small;">Publicado el 4/6/2018</span></b></h2>
Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com55tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-80645480903491678062018-05-28T09:00:00.000+02:002018-05-28T09:00:01.351+02:00Cuándo escribo<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8_AEm-gxj1BwlGBZsAGBpC7gNhpq9qy77rEwGTl1vw5zz6K_FaOhGI6UrJwiR2BgHC2HoKXXbVlR5sq-oFBC3cvy959kQVIl7vlv-3I4u-XlS2ii6uufNzEEIxRBsZ9Ew59TPIK805xnz/s1600/ass3.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="797" data-original-width="550" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8_AEm-gxj1BwlGBZsAGBpC7gNhpq9qy77rEwGTl1vw5zz6K_FaOhGI6UrJwiR2BgHC2HoKXXbVlR5sq-oFBC3cvy959kQVIl7vlv-3I4u-XlS2ii6uufNzEEIxRBsZ9Ew59TPIK805xnz/s400/ass3.jpg" width="275" /></a></div>
Hace un tiempo fue el qué del cuando. Es decir, de lo que siento <a href="http://piensaescribesm.blogspot.com.es/2017/07/cuando-escribo.html">cuando escribo</a>. Ahora, curiosamente, un acento lo cambia todo, abriendo dos interrogaciones invisibles pero significativas que hablan del instante, del momento, del tiempo.</div>
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¿Cuándo escribo?<br />
En primer lugar, sin reglas, sin horarios, sin fecha en el calendario. Escribo cuando salen a borbotones las palabras, cuando he callado demás, cuando no he dicho todo lo que tenía que decir, así que lo tengo que escribir.</div>
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Cuando la vida no se interpone en mi camino haciéndome tropezar con la rutina, cuando se me agota la pereza, cuando encuentro un hueco entre la falta de tiempo. Escribo cuando me libero de excusas que no me creo ni yo, cuando vuelvo del después al ahora.<br />
También cuando los dedos se me escapan de las manos para darse de cabezazos contra las teclas. Cuando le suelto el freno de mano a la inspiración, cuando avanzo por ese terrero árido en el que se convierte la página en blanco, tan silenciosa e imponente. Cuando venzo ese terror a la inmaculada nada que reina altiva antes de la primera letra.</div>
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Escribo cuando las baterías bajas de los móviles me alejan por un rato de la adicción. Cuando apago el ruido de las redes, <i>los likes, </i>los <i>emojis</i>, las <i>fake news </i>y escucho y veo otra vez los gustos, las caras y las mentiras y verdades que se cuecen en mi propia red social: mi mente.<br />
Cuando supero el miedo escénico a los ojos que me leen, incluso sabiendo que la mayoría no pueden verme. Cuando quiero, entonces, que me lean.<br />
Pero, no es verdad que no haya una pequeña regla, pues es en ese momento en el que se rompe el día, cuando se resquebraja la tarde, cuando la luz se atenúa, cuando más escribo. Será que es entonces cuando se despiertan mis fantasmas o cuando más dormidos están mis sueños. Aún no lo tengo claro.</div>
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Escribo cuando le quito el acento al cuándo, ahora, ya, por fin.<br />
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<b><span style="font-size: small;">Publicado el 28/5/2018</span></b></h2>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com34tag:blogger.com,1999:blog-2439620195767032583.post-20969316877066040942018-05-10T09:00:00.000+02:002018-05-10T09:08:11.505+02:00Una idea<div style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtwNu5MfjHPAQvxo4sQfTv5LSI_C6n8LPp5fzEOpa-YWpiu24YEz0AoRWP3Aa_Q2K3qdk5eEPSK8AacsGPtvPAKv0nTv8VR5Wv1iM297BzaFt3Og8wez874O4Z7QU-yCfUTVWZkkpGvscJ/s1600/ass4.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="702" data-original-width="564" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtwNu5MfjHPAQvxo4sQfTv5LSI_C6n8LPp5fzEOpa-YWpiu24YEz0AoRWP3Aa_Q2K3qdk5eEPSK8AacsGPtvPAKv0nTv8VR5Wv1iM297BzaFt3Og8wez874O4Z7QU-yCfUTVWZkkpGvscJ/s400/ass4.jpg" width="321" /></a>Una idea en forma de bala fue la que mató a Jonh Lennon. Y otra muy parecida asesinó a Kennedy. Una idea con rostro de odio y destrucción fue la que accionó el botón de Hiroshima, como todas esas bombas que en un principio no fueron más que eso: ideas.<br />
Una idea contra otra idea provocó el conflicto en Siria, al igual que en todos los lugares en los que la Guerra comenzó así: como idea.<br />
Una sola de ellas bastó para ocasionar el desarraigo, la inmigración, la destrucción, el fanatismo, el hambre, el dolor.<br />
Abre un libro cualquiera por una página cualquiera para que veas que la cara negra y opaca de la historia se escribe siempre a base de ideas.<br />
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Pero, afortunadamente, la cara amable también. Porque una de justicia se convirtió en la lucha de Martin Luther King. Otra muy similar hizo pensar a una mujer que ella también tenía derecho al voto. Una transformada en inspiración en las cabezas de los grandes artistas fue la que creó sus grandes obras. De la idea incrustada en la cabeza de un compositor salieron las claves de sol y las corcheas que darían paso a ese invisible espectáculo llamado música. <i>I have a dream, Don Quijote, Para Elisa</i> o el sufragio femenino<i> </i>empezaron siendo un plan, un concepto, una repentina bombilla encendida. Abre un libro cualquiera en una página cualquiera para que veas que también algunas surgieron para emborronar los capítulos de odio que escribieron las malas ideas.<br />
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Nuestras historias cotidianas con minúscula se hacen igualmente a base de ellas. Los hijos que decidimos tener son primero embriones de una idea. Nuestra profesión es producto de una idea que surgió gracias a la vocación, la necesidad, o la falta de alternativas. Una idea primigenia es la que nos lleva a un viaje, a un libro, un café, a salir, a quedarnos, a huir, a enfermar, a sobrevivir y hasta morir. La Historia con mayúscula nos ha enseñado que éstas, las nuestras, incluso tienen posibilidades de hacerse balas, bombas o guerras, si hacemos caso a las ideas que nos inyectan los de arriba. Aunque, si elegimos bien, también pueden transformarse en todo lo contrario.<br />
Entonces, ¿qué es exactamente una idea? Un pensamiento minúsculo que implosiona en el cerebro como una palomita de maíz. Un granito que germina, que crece convertida en palabra y que más tarde se hace adulta a través de los actos, los hechos. Es, en realidad, el arma más poderosa que existe: una voz en nuestra mente que, de tener la suficiente fuerza, lo cambia todo.<br />
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<span style="font-size: small;">Publicado el 10/5/2018</span></h2>
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Sofiahttp://www.blogger.com/profile/10062360511213861716noreply@blogger.com18