Borregos

No creo en absoluto que la ignorancia te haga feliz.
En un mundo como el nuestro, ha quedado demostrado que ser ignorante te trae serios inconvenientes en la vida. Es más, ser ignorante te hace incapaz no ya de afrontar problemas, sino de identificarlos como tal. 

Básicamente, la ignorancia puede convertirte en muchas cosas. Simplificando, tal vez solo en dos. Por decirlo de alguna manera, en dos tipos de borrego. En primer lugar, puedes aspirar a ser un borrego/a de tipo conformista. Intentar convencerte de que lo que tienes, que lo hay a tu alrededor, es lo suficientemente bueno y beneficioso para ti. Que ese político que te roba, te manipula y te encandila con discursos demagogos es tu salvador. Que ese trabajo mediocre es el mejor que puedes conseguir. Que todo lo ves que en televisión, en los medios de comunicación y en las redes sociales es la pura verdad.





Que ese dogma o esa creencia que te han inculcado desde pequeño, esa afirmación de que "las cosas son como son" y que no está al alcance de nuestra mano cambiarlas, que hay algo más poderoso que tú mismo que determina tu destino y que debes aceptarlo como tal. Sin rechistar. 
Que las desgracias y las injusticias en este mundo no se pueden evitar. Ésas son las claves del borrego conformista.

Por otro lado, la ignorancia también puede convertirte en el borrego/a radical. Ese que, sin darse cuenta, obedece las órdenes del pez gordo. Ese al que le hacen creer que tiene el poder, cuando no es más que un miserable vasallo. Ese al que adoctrinan para responder con violencia, que está dispuesto a matar porque su ignorancia es la mejor ignorancia. Ese que, aunque sabe menos y peor que los demás, cree con total seguridad que sabe más y mejor.

En ninguno de los dos casos, el borrego es feliz. El borrego conformista vive una vida simplona, mortalmente conformista. No espera nada de la vida, así que la vida nada le da.
Y el borrego radical tampoco puede presumir de felicidad. Vive con la agonía de una rabia continua, de un deseo de venganza que jamás termina de satisfacer. Lo que comparten ambos es que se creen todo lo que les cuentan, a su manera.

¿El mensaje de este post? No seas un borrego. De ningún tipo. Aunque haya mucha gente a la que le convenga que te conviertas en una de las dos opciones, o las dos a la vez, ten en cuenta que tienes mucho más donde escoger. No te conformes, ni te radicalices, o en una palabra, no te borreguices.


CONVERSATION

4 comentarios:

  1. Tampoco creo que sean más felices. Y me gusta tu mensaje. No hay que ser un borrego, aunque parece haber muchos intereses para que lo seamos. Pero no hay que conformarse, hay que aprender siempre, conocer, curiosear, buscar, indagar...
    Besotes!!!

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  2. Está claro que eres veinteañera y, como tal, sufres de una estimulante ola de "lucidez mental" que te tiene muy persuadida de que el mundo es muy criticable por mediocre y que tú, nada mediocre y, por supuesto, muy crítica, has de poner un poco de orden y virtud entre semejante "barrizal". «Si no soy crítico, no soy nada», dice Yago en Otelo, y así maquilla su inseguridad y su vergonzosa inexperiencia –pues el ser muy culto y sin embargo tan ingenuo es lo que hace al "veinteañero humanista" tan susceptible, ardoroso, y taxativo: hay algo de pudor tras todo ello– el joven que necesita proclamar cada cierto tiempo el poderío de sus ideales aunque nadie les haga en realidad ningún caso. Si alguien verdaderamente quiere una opinión profunda, se va a Hegel, Kierkegaard o Heidegger, no a un pimpollo recién salido de la universidad y que no ha tenido ninguna responsabilidad vital a tener en cuenta. ¿Pero no es bochornoso reconocer que no se es importante, cuando todo lo que se deseó en la adolescencia fue transcender? O todo o nada, piensa el joven, y cuando se ve empapado del gris de la realidad, sufre una penosa evolución...; batalla contra ella, se resiste como el pez que ha mordido el anzuelo, al más puro estilo "El viejo y el mar", y esta lucha se sintetiza en sartas de "meras opiniones" que sin embargo no dudan en dividir a la humanidad en categorías de "mejores" y "peores" –es decir, de un sendero de éxito y otro de fracaso, sin tan siquiera pararse en la circunstancia–, con un par de argumentillos ambiguos y genéricos (si los hubiera), y quedándose en el proceso tan a gusto ante semejante brote de lucidez (que indica que uno va por "el buen camino", que "evoluciona", pues ser lúcido es una especie de senda exitosa).
    Yendo al tema, aquí se confunde el conformismo con la ignorancia, lo cual ya es de raíz absurdo. (¿Y quién va a evitar «las desgracias y las injusticias en este mundo»? ¿Tú, con unas cuantas palabras grandilocuentes desde la silla de tu escritorio o en algún café con calefacción?). Uno puede conformarse con algo muy sencillo y sentirse inmensamente rico. Uno puede conformarse con un trabajo mediocre, y haberse leído las obras cumbre de la filosofía universal. Uno/a podría querer hacer algo que considere más importante, pero no puede porque tiene familia e hijos y están todos hasta el cuello. Y si Beckett, Schopenhauer o Cioran son pesimistas, ¿son borregos también? El propio término empleado es innecesariamente excesivo: busca llamar la atención sin más, podría haberse usado una alternativa como "resignado" y no faltar al respeto de una forma tan vulgar a muchas personas que tienen circunstancias tremendamente diversas que no puedes catalogar de forma impositiva de un sólo golpe de timón y una fría batuta de moralina artificiosa.
    Un discurso nada humilde ni sabio, que va con afán sobre la paja en el ojo ajeno, cuando el dedo que señala no tiene, en realidad, ni idea de lo que es la vida (por tanto, solo hablamos del clásico cinismo estudiantil).
    «En ninguno de los dos casos, el borrego es feliz»: ¿ya sabes cuando las personas han o no han de ser felices? ¿Te apetece que los borregos deban corresponderse con una "infelicidad"? ¿Ha sido esa tu inspiración matutina? ¿Se te ocurrió mientras desayunabas, mientras veías las noticias, acaso porque viste en un foro demasiadas faltas de ortografía entre los usuarios? «Sapere aude», habría que imprimir en todas esas pobre cabecitas ignorantes que han elegido su ignorancia y que se regocijan de su ignorancia. ¡Qué pulsión tan aristocrática! ¡Bravo, Sofía! ¡Ni Nietzsche tuvo tanta penetración psicológica!
    Saludos.

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  3. Querido/a anónimo:
    Lo primero de todo, ¡MADRE MÍA! Mucho criticas mi texto por simplón y generalista, pero veo que ha provocado en ti una reacción tan profunda como para nombrar de la nada a un montón de filósofos y librepensadores a los que yo (¡Dios me libre!) nunca tuve intención de referirme. Así que, al final, mi humilde reflexión bienintencionada, que según tú comentas, es tan pobre en contenido, ha conseguido sacar algo de ti: una profunda opinión, una crítica mordaz que me demuestra que, entre otras cosas, casualmente no formas parte de ese grupo de “borregos” a los que me remito en la entrada. Entre otras palabras, he conseguido hacerte pensar, que era en cierta forma el objetivo.
    Lo que más llama mi atención es que, al mismo tiempo que señalas mi idealismo juvenil, mi carácter “susceptible, ardoroso y taxativo” (he de reconocer que solo has acertado en algo: mi edad), tú te has tomado a la tremenda, casi con apasionamiento exagerado y rebeldía adolescente, las palabras de una persona inexperta e ingenua a la que aún la vida no ha enseñado nada. Curioso, cuanto menos.
    Segundo, creo has malinterpretado el concepto de “borrego” al que me refería. No pretendo ofender a nadie, ni clasificar en grupos, ni mucho menos juzgar, porque si hay algo de lo que no cabe duda, es que todos en esta sociedad somos borregos de una forma u otra. Nuestra mediocridad se hace evidente en nuestro estilo de vida, en nuestra forma de relacionarnos, en nuestra mentalidad, pero sobre todo en nuestra forma de interpretar la información. Y de eso nos salvamos ni tú, ni yo, ni nadie.
    [sigue]

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  4. En relación a eso, dices que “Uno puede conformarse con algo muy sencillo y sentirse inmensamente rico. Uno puede conformarse con un trabajo mediocre, y haberse leído las obras cumbre de la filosofía universal. Uno/a podría querer hacer algo que considere más importante, pero no puede porque tiene familia e hijos y están todos hasta el cuello”, y no podría estar más de acuerdo. Lo que veo es que tú te has sentido ofendido/a porque has visto algún tipo crítica clasista en mi discurso, y nada más lejos de la realidad.
    Sencillamente, la entrada de “borregos” me hizo pensar en lo fácil que somos las personas (en general, sin etiquetas) de engañar y manipular, en cómo a fin de cuentas no dejamos de estar controlados por unos órganos de poder a los que les conviene que no pensemos ni veamos más allá de lo que vemos a simple vista. Sí, un mensaje más viejo que Matusalén y que muchos de esos filósofos a los que has nombrado han tratado hasta la saciedad. No era para tanto, ¿eh?
    Por tanto, mi mensaje no es novedoso, ni pretencioso, ni escribí estas palabras desde un pedestal de sabiduría incuestionable o rancia pedantería filosófica. Se trata simplemente de un discursito literario que demuestra el pensamiento de una veinteañera que podrá pecar de idealista, pero no de ingenua. No soy tan estúpida como para pensar que el mundo algún día será ese oasis soñado de justicia, igualdad, libertad, paz y civilización. Qué va, posiblemente dentro de otros 20 años, cuando tenga cuarenta, el mundo siga siendo la gran porquería que es hoy.
    Pero, mientras tanto, y aprovechando que soy joven e inexperta, creo que es un buen momento para pararse a reflexionar. Te guste o no, yo formo parte de eso que llaman “generación del futuro”, y como tal, de nosotros también depende mejorar una sociedad de pensamiento crítico limitado que se ha quedado estancada en la resignación o el derrotismo del “es lo que hay”. La palabra borrego en este post no se refiere a otra cosa que al que no es capaz de pensar por sí mismo, y de eso sí que no quiero formar parte. Ya tendré tiempo de encauzarme en la inercia del sistema, de asentar mi estúpido “cinismo estudiantil”, de adoptar la resignación de la madurez y de empaparme en la amargura del día a día cuando, con cuarenta o cincuenta años, me tope con el blog de una ilusa veinteañera cualquiera cuya entrada sobre Borregos haya malinterpretado lo suficiente como para dejarle un comentario que la saque de su enervante prepotencia y “pulsión aristocrática”.
    Mientras, prefiero ir haciendo otras cosas.
    Gracias por tu comentario y tu interesante aportación. Lo creas o no, por suerte no soy una de esas niñas de papá a las que les encanta que les den siempre la razón. De vez en cuando me gusta recibir algún que otro cachete que me recuerde que aún no sé mucho de casi nada.
    Saludos!

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