Instrucciones para los ratos muertos

Me encantaría saber cuántas veces al día miro el móvil. ¿50? ¿100? Desde que me levanto hasta que me acuesto, es con el smartphone con el que tristemente paso más tiempo de mi vida.
Mejor no pensar mucho en ello, ya que si se hace, cualquiera se podría aterrorizar al ver la creciente y generalizada dependencia al teléfono de nuestra sociedad.
Es que da igual a donde vaya, el aparato tiene que acompañarme. Sin él me siento vacía, desprotegida, insegura. Me despierto y tomo el desayuno a su lado. Me comunico por las mañanas con mis allegados a través de él. Hablo de cosas del trabajo, del día a día, de cotilleos, de nimiedades o hechos trascendentales gracias a él. Lo miro en los descansos del curro, a la salida del gimnasio, e incluso cuando veo una película en Netflix, por mucho que ésta me esté gustando. Y cuando me acuesto, claro, que si no no pillo el sueño tan rápido.

Pero, sobre todo, mato con él mi aburrimiento. Porque no solo se trata de que el móvil nos mantiene "comunicados" (aquí cabría algún debate, de ahí las comillas, pero mejor dejarlo para otro día) con el mundo y sus habitantes gracias a las noticias, las redes sociales o la mensajería instantánea, sino de que también nos sirve para tapar nuestros ratos muertos. 
Y dentro de ellos, el teléfono nos salva de las esperas, pero sobre todo de la soledad momentánea. ¿La qué? La soledad que conlleva estar por un momento más o menos prolongado contigo mismo. De alguna extraña manera, es como un miedo a estar solas, sin nada que te distraiga o te haga desconectar de ti. Es esa necesidad incontrolable de mirar el móvil mientras esperamos en la consulta del médico. O mientras tomamos un aperitivo en solitario en una cafetería. O cuando aguardamos por el bus. O cuando hemos quedado con amigos o pareja y somos los primeros en llegar.
Son esos intervalos, esos ratos vacíos o muertos de la vida que parece que, por culpa de la tecnología, ya no sabemos cómo manejar. Nuestra adicción a las pantallas nos hace cada vez más intolerantes al aburrimiento, más impacientes a las esperas. Como resultado, cuando levantas la vista de tu smartphone y miras a tu alrededor, puedes contar los numerosos individuos que, como tú, encuentran en el mundo virtual una escapatoria a la soledad transitoria.

Para mí, son muchas las ventajas de la tecnología. De hecho, creo que son más los beneficios que la comunicación y los avances nos han brindado, con diferencia. Sin embargo, dentro de los inconvenientes, destaco esa preocupante inhabilidad para estar, aunque sea solo por un breve período, despegados de nuestras maquinitas inteligentes. 
Así que yo, desde mi perspectiva de millennial, me pregunto qué diantres hacía antes la gente con la soledad momentánea de los ratos muertos. Antes de la llegada de la telefonía portátil ¿cómo se esperaba en la consulta del médico? ¿Cómo se las ingeniaban para esperar por el autobús? ¿Qué se hacía cuando había que tomar un café sin compañía o se llegaba antes que los demás? ¿Se mostraban inquietos e inseguros como nosotros?
Pues, niña millennial, lo que hacían era hablar, leer, pensar, bostezar, pasmar o simple y llanamente, esperar. 

Nota: la foto de la entrada pertenece a la colección de Eric Pickersgill "La vida sin smartphones", la cual podéis ver en este enlace. Muy recomendable. 


Publicado el 7/12/2018

CONVERSATION

16 comentarios:

  1. Durante 45 años me ha dado de comer el sector de las telecomunicación, trabajé en el en la única compañía que había en aquellos momentos, hoy multinacional, y así hasta que me hicieron un ERE a la tierna edad de 55 años, he visto equipos analógicos, sistema rótary (todo mecánico), sistemas pentaconta, más moderno, todo a base de relex, y por últimos los sistemas de radio más avanzados, he visto desde mesas centralitas de esas que se ve en las series de Netflix, pasando por el ladrillo móvil de Motorola, que casi había que llevarlo en una mochila.

    Dicho lo anterior, para mi el teléfono, cualquier teléfono por moderno que sea, no me dice nada, reconozco que para una urgencia si que sirven los móviles, pero en las relaciones personales, nada mejor que el cara a cara si se puede y si no una llamada tranquilo/a sentado en casa o yendo de aquí para allá dentro de la habitación, en los tiempos muertos a los que te refieres se pueden hacer infinidad de cosas, desde leer un buen libro, escuchar música o pensar algo que, gracias a esos teléfonos inteligentes, cada vez se hace menos, cosa que interesa al poder para meternos la bacalá, así que lo dicho, hay vida después de el smartphone.

    Saludos

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  2. Nada que nos condicione la vida puede ser muy bueno, aunque sabemos que el termino medio de utilidad y adicción es dificil de lograr. Un abrazo

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  3. Interesante reflexión. Los móviles y, en general, las nuevas tecnologías son muy útiles siempre que se haga buen uso, como tantas cosas en la vida. Yo, que ya estoy en la cincuentena, viví mucho tiempo sin estos adelantos, y la diferencia es que se tenía trato más directo con las personas, aquello de quedar a tomar un café para charlar. Ahora, se chatea (yo también lo hago).
    Y las esperas, como has dicho, eran sencillamente esperar. Aunque yo personalmente, entonces y ahora, por lo menos en la sala del médico, llevo un libro y leo. Entonces la gente de mi alrededor hablaban entre ellos, y ahora cada uno está con su móvil.
    Un abrazo

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  4. Yo he pasado una gran parte de mi vida sin smartphone. Ahora es cierto que lo uso más de la cuenta. Cuando veo pelis o series en Netflix estoy todo el rato mirándolo y yo misma soy consciente de que lo hago y procuro controlarme, pero me cuesta mucho.. Ahora, los tiempos sagrados, son sagrados y el móvil se queda sin sonido: mi lectura de después de comer y de antes de dormir.
    Yo también pienso que las ventajas superan con mucho a los inconvenientes. Es una cuestión de buen uso.
    Un beso.

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  5. ¡Hola, Sofía!

    Nos guste o no, la tecnología se ha apoderado de nuestras vidas y ya no sabemos qué hacer sin ella. Cuando dices que nos volvemos más impacientes tienes toda la razón y esto lo he notado en mis alumnos porque muchas veces no toleran ni un par de minutos muertos.

    En mi caso, cuando me encuentro fuera de casa apenas uso el móvil para cotillear. Lo que hago es escuchar música o para comunicarme si es necesario. Cuando voy en transporte público opto por la lectura, pero sí que es cierto que la tecnología forma parte de mí e inevitablemente ya no sabría qué hacer sin ella.

    ¡Ha sido un post muy interesante!

    ¡Un beso!

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  6. Ja,ja,ja, muy bueno niña milleniall, lo curioso de todo esto es que creo que la historia comienza antes de nuestros queridos teléfonos móviles. De hecho la incapacidad del ser humano para estar sin hacer nada es más que preocupante. ¿Sin hacer nada? Sí claro, estar con uno mismo e incluso poner el carrusel de pensar a funcionar es algo ya casi inalcanzable :-). Por cierto, una vez vi a una persona en el metro que no miraba a su teléfono, aún estoy impactado, veremos si me recupero...
    Un abrazo Sofia, excelente entrada.

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  7. Creo firmemente que el ser humano, salvo honrosas excepciones, evita todo lo posible el estar a solas consigo mismo. Es como pararse al borde de un abismo: nunca se sabe qué monstruo puede saltar del vacío.
    Como trabajo en casa, evité todo lo posible tener un móvil, pero hace unos meses me compré uno, bien básico, para no quedar fuera del sistema. El whatsapp es la única forma de obtener un turno médico etc. etc. Cuando salgo a veces todavía me olvido de llevarlo. Caminar por la calle se ha convertido en un continuo esquivar gente pendiente de sus celulares, que ni se fija al cruzar la calle en el semáforo, tan absorbido está en "comunicarse".
    Reconozco el valor que tiene para las urgencias y eso de mandar un mensajito para avisar que llegás tarde. Pero nos perdemos hermosos atardeceres, los chicos correteando en una plaza, el cambio de los colores en el follaje... Ah, y es imperdonable distraerse en una buena peli para mirar si hay algún llamado... jajaja.
    Qué importante sería transformar los ratos muertos en momentos vivos.
    Excelentes tus reflexiones, Sofía.
    Un abrazote.

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  8. Efectivamente, Sofia, antes uno se llevaba un libro para leer durante el trayecto en tren o en la sala de espera de donde fuera. Eso quienes solemos leer, claro está. Ahora todos, con una frecuencia e intensidad proporcional a la edad y condición social e intelectual, nos hemos acabado enganchando a nuestro acompañante íntimo y fiel que es el smartphone. Se ha creado una dependencia que, en algunos casos es, en mi opinión, enfermiza e intolerable. Porque una cosa es matar el tiempo, ese vacío momentáneo, en el que uno no sabe o no tiene nada mejor que hacer, con el móvil en las manos, y otra muy distinta es hacerlo cuando se está en compañía de amigos y familiares. Cuántas veces habré visto una mesa en un restaurante o una hilera de asientos en el cine, donde sus ocupantes están más atentos a esa pantallita luminosa que a sus acompañantes. ¿Acabará esa práctica con el diálogo y nos comunicaremos exclusivamente por WhatsApp?
    Un abrazo.

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  9. Genial la reflexión y el enlace que nos dejas.
    A mi me produce tristeza porque nos perdemos mucho. Yo soy de las que voy mirando a mi alrededor en el metro, en el bus, en la calle y que más que consultar el móvil prefiero leer pero reconozco que empiezo a ser rara porque cada vez es más frecuente tener que apartarse por la acera porque la gente va mirando el móvil. Parece que estamos como abducidos, es raro intercambiar conversaciones con el compañero de asiento en el bus o en el metro y esas conversaciones casuales son de lo más interesantes, los niños a los que sus padres no acallan con el móvil me parecen de lo más interesantes o los abuelitos que siempre tienen ganas de conversar. Creo que nos perdemos esa otra vida que está fuera de los móviles y eso que me parecen de lo más útiles y son más las ventajas que inconvenientes pero hemos de aprender a diferenciar y a respetar al prójimo. Hace unos días una chica de unos veintitantos nos "regaló" una conversación a gritos gracias a esa moda de hablar por los auriculares. Pensé que era una falta de respeto para el resto, a mi no me interesaban ni sus obras, ni sus traslados ni sus palabrotas, deberíamos aprender a diferenciar y a respetar también los espacios de los otros.
    Cada vez hay más personas adictas al móvil y a las nuevas tecnologías, conozco algún caso que es incapaz de estar en un lugar en el que no haya wifi y lo primero que pregunta antes de viajar es si tienen conexión y si no no viaja, impresionante.
    Besos

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  10. tomo buena nota!! jajajajaja ratos muertos a montonoes!! besitos!

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  11. Hola.
    En mi casa intentamos buscar un equilibrio. Y digo intentamos porque es difícil. Si estamos en la mesa, de excursión o tomando algo no se mira el móvil. Si tengo una urgencia para mis hijos, los llamo, así que no necesitan estar mirando el móvil si están con amigos. Y a partir de cierta hora, quitamos los datos porque par alas urgencias, repito, se llama al móvil o al fijo, qu een mi casa ya ni suena y no sé porqué sigo pagando.
    Ahhhh y para ir en bus llevamos libros. Aún así sé que vivimos muy pendientes del móvil.
    Muy muy feliz semana e interesnte reflexión.

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  12. Jo, en este caso no sabría qué decirte. Yo no tengo móvil, bueno tuve uno de esos de prepago y pantalla chiquita, pero se ve que si no lo recargas en seis meses te quitan el número. De eso hace más de cuatro años y, sinceramente, no le tengo en falta. En mis ratos, escribo, leo, imagino... O simplemente observo, en el metro, la apariencia de zombies que me produce ver a todo Dios pegado a la pantallita de las narices. Y menos mal que no cuajó aquello de las gafas, je, je, je... Un abrazo!

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  13. ES deplorable el enganchón al móvil que tenemos todos pero a ver quién es el listo que sale de casa sin el suyo; es como si te faltase un brazo, qué angustia.
    Yo lo que sí hago es mirarlo cuando me despierto, pero hasta que salgo para trabajar solo lo uso para poner música, pero no miro mensajes ni mails ni nada a no ser que sea absolutamente imprescindible.
    Y al llegar a casa y los domingos, modo noche y mirarlo lo justo. Cuando más tiempo libre tengo, menos lo utilizo.,
    Besos.

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  14. reflexiva tu entrada Sofía, a mí me causa mucha tristeza cuando paso delante de un grupo de amigos/as y me doy cuenta que no están hablando entre ellos ni tan siquiera se miran, están todos con la vista puesta en la pantalla del móvil. Estoy de acuerdo en que es una herramienta muy útil, lo que no medimos es el momento en la que usarla. Deberíamos probar a dejar el móvil en casa por ejemplo cuando salimos a tomarnos algo con los amigos o alguna cenita, estaría bien. A veces es cuestión de educación, no?
    Abrazos.

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  15. Cuando iba a recoger a Gil a la primaria me veía raro siendo el único padre con un libro en la mano; todos los demás se perdían en sus teléfonos. Creo que en torno a esto es cuando me siento más raro que nunca, más que raro, fuera de lugar. Porque puedo pasar mucho tiempo sin mirar el mentado aparato, ahora mucho más porque le he quitado el sonido y a veces no vibra al llegar algún mensaje. La verdad me molesta muchísimo que casi todos los demás estén tan pero tan pendientes de toda la mierda que aparece en sus teléfonos, y que no puedan estar en la reunión familiar sin el celular en las manos, o al jugar un juego de mesa. Pero es lo que hay. Si quiero jugar ese juego de mesa tengo que aceptar que mis primos no dejarán el puto aparato mientras juegan. Ni modo, qué hacemos.
    Me ha gustado mucho Sofi.
    Abrazos.

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  16. Sí,... muchas veces me he preguntado que hacíamos antes de esta verdadera revolución social. Creo que en el fondo es una cuestión de autocontrol (aunque reconozco que es difícil inhibirse a su presencia jajaja)... pero también la TV, la radio,... supusieron cambios importantes en el modo de relacionarse la gente. Pra bien y para mal está en nuestras vidas. Buen fin de semana!

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