La fiebre del Millennial

Desde hace algunas semanas, ha estado pululando por internet un vĂ­deo en el que entrevistan a Simon Sinek acerca de los millennials, un vocablo tomado del inglĂ©s que parece estar muy de moda para referirse a ese grupo de jĂ³venes nacidos de 1984 en adelante que comparten una serie de caracterĂ­sticas que los hacen muy diferentes a las generaciones del pasado. 
SegĂºn las propias palabras de Sinek, son particularmente "difĂ­ciles de manejar, perezosos, narcisistas, egoĂ­stas", y por Ăºltimo pero no menos importante, no parecen contentarse con absolutamente nada, a pesar de tenerlo (casi) todo. 


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Yo, por el hecho de pertenecer a la maravillosa y un tanto idealizada Ă©poca noventera, estoy supuestamente incluida tambiĂ©n dentro de esta especie de tribu surgida en la era del capitalismo salvaje y la posverdad. Pero, el caso es, ¿hasta quĂ© punto me he sentido identificada con las definiciones y las pautas de comportamiento de las que se habla en la entrevista?
Bueno, estĂ¡ claro que no todos los que formamos parte de esa generaciĂ³n sufrimos "la fiebre del millennial", ya que no necesariamente somos todos egocĂ©ntricos, malcriados, vagos, ni carecemos absolutamente todos de motivaciĂ³n. Como siempre, las generalizaciones tienen sus limitaciones.

Pero, vale, admitamos que, en cierta forma, es posible que sĂ­ seamos bastante mĂ¡s "mimados" que nuestras madres y padres, por ejemplo, por no hablar ya de nuestros abuelos. Creo que se puede afirmar con rotundidad que, a este lado del charco de Occidente, donde reina el consumismo y donde se ha instalado ese supuesto Estado del bienestar, los jĂ³venes de hoy tenemos bastante mĂ¡s que los que nos antecedieron, especialmente a nivel material.


En este sentido, uno de los puntos fuertes del discurso de Sinek tiene que ver con el argumento de que los Millennials son vĂ­ctimas de lo que Ă©l llama "estrategias fallidas de crianza", puesto que nuestros padres nos han hecho creer que podemos conseguir todo lo que queramos en la vida, bien sea porque nos lo dan ellos en bandeja, o porque somos tan especiales que no cabe duda de que es lo que nos merecemos. 

Esto no solo se relaciona con cualquier tipo de objeto material, sino tambiĂ©n con la consecuciĂ³n de objetivos personales. AsĂ­, los que formamos parte del fenĂ³meno millennial nos sentimos terriblemente impacientes por "crear impacto", pero al descubrir las dificultades que conlleva cumplir nuestras metas, destacar y hacer algo grande (haciendo hincapiĂ© en el Ă¡mbito laboral), nos invade una tremenda insatisfacciĂ³n que no sabemos gestionar, por la sencilla razĂ³n de que nunca nos han inculcado el sentido del esfuerzo.

Hace unas semanas publiquĂ© una entrada sobre el Ă©xito, y tras ver la entrevista, me puse a reflexionar que, tal vez, sĂ­ es cierto que se ha fallado a la hora de enseñarnos el trabajo y la dedicaciĂ³n que se requiere para lograr casi cualquier cosa en el mundo, y no solo a nosotros, sino tambiĂ©n a las generaciones de niños y adolescentes de ahora. Le doy la razĂ³n a Sinek cuando afirma que nuestra costumbre a lo instantĂ¡neo (pone el ejemplo de "compro hoy en Amazon y mañana lo tengo en casa") ha deformado nuestra nociĂ³n de tiempo, de espera y de paciencia. 

Obtenemos lo que queremos y cuando lo queremos por culpa de una educaciĂ³n que tal vez nos ha mimado mĂ¡s de lo que deberĂ­a, y por lo que Sinek llama corporaciones, es decir, el sistema econĂ³mico y empresarial que tambiĂ©n nos ha hecho fanĂ¡ticos de lo rĂ¡pido, del aquĂ­ y ahora. 


Ligado a esto va tambiĂ©n todo lo referente a nuestra adicciĂ³n a la tecnologĂ­a. CĂ³mo no, si los millennials ya no vienen con un pan debajo del brazo, sino con un telĂ©fono mĂ³vil. Sinek critica nuestra relaciĂ³n enfermiza con las redes sociales, y advierte del peligro de canalizar nuestras frustraciones a travĂ©s de un mundo virtual que ha mermado nuestra capacidad de interacciĂ³n en el mundo real. Otro gran argumento que, en mi opiniĂ³n, es innegable, y del que ademĂ¡s estamos comenzando a ver las consecuencias de forma evidente.

Pero, a pesar de que el vĂ­deo me parece de gran interĂ©s y de que estoy de acuerdo con buena parte de lo que en Ă©l se expone, creo que tambiĂ©n hay que tener otros puntos en cuenta. Entre ellos, que se debe evitar caer en el sensacionalismo y las generalizaciones. Ya se sabe que, curiosamente, en todas las Ă©pocas se suele mirar con preocupaciĂ³n a la juventud mientras se suspira por esos tiempos pasados que fueron mejores. No obstante, no creo que nuestro futuro sea tan negro como lo pintan, sino que, a pesar de que, en efecto, sĂ­ existen millennials sin ambiciĂ³n, tambiĂ©n estamos los que tenemos ganas de currĂ¡rnoslo, de experimentar, y de, por quĂ© no decirlo, sacar adelante a la sociedad.  Pienso que tenemos una especie de compromiso -obligaciĂ³n, mĂ¡s bien- de sacar partido de todas esas oportunidades que nos fueron concedidas por ser algo asĂ­ como la generaciĂ³n de los privilegios.

Y por Ăºltimo, creo que tambiĂ©n es un buen vĂ­deo para pararnos a reflexionar. Por un lado, a la juventud de hoy nos sirve para mirarnos en un espejo, para hacer un ejercicio de autocrĂ­tica, algo asĂ­ como un "Hostia, si esto es ser un millennial, creo que podemos hacerlo muchĂ­simo mejor". 
Y por otro, creo que tambiĂ©n puede ser muy Ăºtil para los que estĂ©n criando a sus hijos hoy y los que estemos pensando en dedicarnos a la enseñanza. Si lo que queremos es construir una generaciĂ³n de, digamos, millennials en condiciones, en nuestra mano estĂ¡ activar los mecanismos necesarios para formar personas bastante menos quejicas, impacientes, egocĂ©ntricas y adictas a la tecnologĂ­a.
No hay que olvidar que, a la hora de echar las culpas, seremos inevitablemente los primeros en ser señalados. Y con razĂ³n. 



Publicado el 4/3/2017

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