A veces creo que aún puedo sentirla. La casa oscura, solitaria, parece esconder en cada esquina un susurro, una sombra que me llena de esperanza, que me hace girarme para otear en la oscuridad algo que pueda estar.
Ayer desperté con la piel de gallina, con los pelos como escarpias. Abrí los ojos de pronto en medio de la noche, una noche que afuera estaba clara y serena, pero que en mi interior dejó un vestigio de temor y turbación. La había visto de nuevo, como tantas otras veces, pero ahora tan cerca que pude sentir la fría y fantasmal huella de su dedo recorriendo mi brazo con una caricia helada.
Dicen que algunos se comunican más tarde mediante los sueños. Nunca fui demasiado supersticioso, pero desde su muerte he empezado a notar esos escalofríos, esa sensación casi física de una presencia, de una mirada invisible en mí.
Y me hablaba, me hablaba en el sueño con su voz, nítida e inconfundible, sin nada que hubiese cambiado. Era ella, otra vez, aquí, como una alucinación. Me desperté y aún quedaban restos de su esencia en el aire, de su paso por este mundo al que ya no pertenece.
Fuente: Pinterest |
A pesar de todo el cariño, de la desesperación y de la añoranza –tan cruda y terrible que a veces no me veo capaz de soportarla–, tiemblo, algo dentro de mí me llena de congoja. Sé que aunque no pueda verla, el hecho de sentirla, de imaginarla a solo un paso de mí sería casi monstruoso, una aproximación a la locura.
Ella está ahí, a medio camino entre la realidad y la mentira, la imaginación, la esperanza tal vez. Pero esa tensión en mis músculos, esa imagen suya tan clara en mi inconsciencia, de carne y hueso, y ese eco tan preciso de su voz forman parte de estos días de lluvia, de las interminables tardes de viento y de las noches llenas de tenues rumores, de mi vida al fin y al cabo.
Y quiero, realmente quiero dejarla ir, pero su presencia aún me acecha, su tacto frío sigue recorriéndome para recordarme que no se ha ido, que hay algo más allá de la oscuridad. Y lo cierto es que yo me deleito con su caricia helada, con su gélido aliento y con su sobrecogedora mirada invisible; no quiero que nada de ella se me escape, no quiero que el frío se desvanezca, no quiero que su piel de cristal se rompa y se desintegre en mil esquirlas para siempre, no todavía.
El invierno aún es largo. Puede ser que tenga algo más de tiempo, puede ser que todavía estos escalofríos me acompañen un poco más mientras el sol aún tarda en salir, mientras no se descongele la realidad y lo inunde todo. Hasta entonces, es posible que aún tenga un poco más...
Tan solo un poco más.
Por Mrs. Sofía el 24/7/2017
Qué bueno. La verdad es que a todos nos sale una vena "egoísta" y no queremos dejarlos ir, si queremos pero nos resulta tan duro estar sin ellos.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo, has logrado que yo también tenga escalofríos.
Besos y feliz semana.
Gracias, Marigem.
EliminarMe alegro de que te gustase. Sí, a veces nuestro dolor y egoísmo pueden más.
Un abrazote.
Guau! Me has emocionado, que lo sepas!! Muy impactante y como siempre bien narrado, tan bien narrado que yo misma he sentido esa caricia helada. No se si es una experiencia personal o si ha salido de tus emociones ocultas a través de tus dedos. Pero ole y ole. SI es lo primero siento la pérdida, pero soy de la opinión que nuestros seres queridos no se van mientras no se le olviden.
ResponderEliminarUn beso enorme
Muchas gracias como siempre por tus bonitas palabras, Violeta!
EliminarEs estupendo tener una lectora tan sensible como tú. Pues el relato simplemente surgió, no me basé en una experiencia personal, pero sí practiqué un ejercicio de empatía para aproximarme a lo que sienten muchas personas que nunca terminan de despedirse de los suyos.
Un besazo.
Un gran relato, nunca me ha sucedido nada parecido pero puede que no me importara. Abrazos
ResponderEliminarGracias, Ester.
EliminarNo me ha ocurrido a mí, pero quién sabe cómo me sentiría llegado el momento...
Besotes.
Hola Sofía, la incertidumbre busca su propia lumbre...
ResponderEliminarGracias bella, pasa buen día, besos entregados..
Gracias a ti, Vito, por tus bellas palabras.
EliminarAbrazos.
Soy de esas personas escèpticas que tienden a creer que todas estas cosas tienen una explicación racional detrás y pese a ello me ha gustado mucho tu relato. Es normal, supongo, tener este tipo de sensaciones después de una experiencia tan traumática.
ResponderEliminarYo también soy una persona escéptica que no cree en absoluto en lo paranormal. Pero con este relato he querido explorar simplemente lo que tal vez se puede sentir cuando un ser querido nos abandona, a pesar de nuestro escepticismo. Dicen que la esperanza a veces puede más.
EliminarGracias, Holden, y bienvenido.
Abrazos.
Un relato que se siente ese frío helador. Pero los seres que queremos siempre estarán dándonos calor en el corazón. Un abrazo
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, María. Nunca terminamos de soltar la mano de los nuestros, aunque ya no estén.
EliminarAbrazos.
Yo he echado de menos esa comunicación con alguno de mis muertos. Me encantaría que vinieran a verme y me dijeran cómo están y me consolaran cuando lo necesito... pero yo tampoco soy supersticiosa, ni tan siquiera creo en el más allá, aunque "haberlas, haylas".
ResponderEliminarPrecioso relato.
Un beso.
Yo tampoco, Rosa. Ni supersticiosa, ni creyente. Pero también es cierto que, llegado el momento, es posible que yo también quisiese aferrarme a esa esperanza, a ese hilo que nos une a los que queremos, aunque no sea real.
EliminarUn besote.
La mente, en sus distintas manifestaciones, nos puede jugar malas pasadas, aunque a veces, cuando lo que sentimos nos agrada, quisiéramos que lo que percibimos fuera realidad.
ResponderEliminarUn relato que navega entre el miedo y el deseo.
Un abrazo.
Así es, querido Josep. A veces preferimos la locura, aún sabiendo que es tal, porque la realidad puede ser demasiado dolorosa de soportar.
EliminarUn abrazo.
En primer lugar Sofía, felicitarte por la cadencia y la naturalidad al escribir, que utilizas para redactar el relato. Y a partir de ahí nos encontramos con el misterio, con las sensaciones e incluso con una mezcla de sueños y vivencias, que te pueden hacer sentir sin sentir o sentir sintiendo de verdad esa caricia helada. Respeto mucho a las personas que cuentan sus experiencias en este ámbito, aunque este sea un relato ficticio o no. Un beso Sofía.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por esas palabras tan gratificantes, Miguel.
EliminarA mí no me ha ocurrido lo que en este relato se cuenta, aunque creo que hay personas que experimentan este tipo de "ilusiones" ante la pérdida de alguien a quien quieren. Supongo que cada quien tendrá una manera propia de manifestar su dolor.
Un abrazo.
Uff, me ha dado escalofríos, pero me ha gustado.
ResponderEliminarBesos.
Ya solo por haberte hecho sentir, me doy por satisfecha.
EliminarBesos.
Buenos días, Sofía,
ResponderEliminarHas logrado con tu relato, ponerme los pelos de punta y que un escalofrío recorra mi espinazo.
Besos
Entonces creo que acerté con el título de "caricia HELADA" :d
EliminarMuchas gracias, Éowyn.
Un abrazo.
Creí que solo escribías artículos de opinión y algunas reseñas, me encuentro con la agradable sorpresa de que escribes, Sofía ¡Y cómo compañera!
ResponderEliminarEscribir sobre la tristeza de la ausencia es muy muy difícil, porque hay que desgarrarse por dentro y a la vez mantener el tipo para poder contar sobre ese difícil sentimiento. Y sobre la incierta esperanza de que tal vez... en la casa oscura, solitaria... solo tal vez...
Me parece todo un acierto que hayas utilizado la voz masculina (daría la impresión si fuera femenina que hablas directamente de ti y de tu experiencia personal), así como el ambiente propicio (oscuridad, interminables tardes de viento, noches de tenues rumores, tacto frío, caricia helada,piel de cristal, invierno)...esta sensación en un día de playa y luminoso sol, como que no... aunque nunca se sabe.
¡Ha sido toda una sorpresa Sofía
Muchas gracias, querida Tara!
EliminarPues es la segunda vez que publico un relato en el blog, el primero fue hace unos meses y se titulaba "El espectador". Te dejo enlace por si más tarde te apetece echarle un vistazo: http://piensaescribesm.blogspot.com.es/2017/06/el-espectador.html
La verdad, quise retomar la escritura narrativa porque era una actividad que tenía bastante abandonada. De adolescente escribía muchas historias, pero fue entrar en la veintena y mi inspiración se disipó... Así que, a partir de ahora y de vez en cuando, publicaré relatos, que me interesa conocer la opinión de gente como vosotros, que controláis el tema de maravilla :D
Un abrazote.
Me guardo en enlace.
EliminarCierto lo que dice Tara: una grata sorpresa, no te había leído nada de ficción.
ResponderEliminarCreaste el clima y las imágenes adecuados para expresar el dolor de una muerte y la ilusión del regreso, aunque sea a través de una caricia helada.
¡Que sea el puntapié inicial para otros relatos!
Besos, Sofía.
Muchísimas gracias, querida Mirella.
EliminarSí, como le comentaba a ella, quiero aprovechar el blog para publicar de vez en cuando alguna historia de mi propia cosecha, aprovechando que tantos bloggers os dedicáis a escribir, y lo hacéis estupendamente.
Un abrazo.
Hola Sofía!! Yo creo que no son los muertos los que se quedan sino son los vivos los que los retienen. Cerrar el círculo y soltarlos también me parece que es parte del aprendizaje de la vida. La tristeza no es por ellos que no están, sino por nosotros mismos, por nuestra soledad y por eso uno intenta apropiarse de sus muertos y obligarlos a estar, aunque no estén.
ResponderEliminarTe lo cuento porque yo peleé bastante con esa sensación.
Me gustó tu relato.
Un abrazo grande!!
Muchas gracias por estas bellas palabras, Simón.
EliminarYo también creo que somos nosotros los que mantenemos esa "presencia" con nosotros, aunque no sea real. Supongo que para algunas personas es necesario retener a los que se fueron, al menos durante un tiempo, para después enfrentarse a su dolor.
Un fuerte abrazo.
Imagino que los sentimientos y recuerdos de las seres que se han ido perduran siempre en nuestro corazón,... la intensidad y el modo de manifestarse creo que depende en gran manera de nosotros mismos. Estupendo relato Sofía!
ResponderEliminarAsí es, Norte. Todo depende al final de lo que sintamos tras su marcha. Ellos, de todas formas, ya no están.
EliminarUn abrazo y muchas gracias!
Estupendo relato, Mrs. Sofía. Desde luego tu blog es una caja de agradables sorpresas. Lo que más me ha gustado es la diversidad de sentimientos que en su contradicción consiguen la verosimilitud. Dejar su recuerdo o encadenar su presencia fantasmagórica, sentir la dicha por su presencia, pero también el miedo. Excelente! Aprovecho la ocasión para desearte un fantástico verano lleno de lecturas e inspiración. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarMil gracias, David. Creo que es uno de los aspectos más contradictorios del relato: ese deseo de que la caricia helada sea real, a pesar de que un hecho así pueda ser demasiado perturbador como para asimilarlo.
EliminarTe deseo yo también un verano estupendo, y nos vemos a la vuelta para seguir leyéndonos.
Abrazos.
¡Hola Sofía! Creo que un relato es bueno cuando provoca emociones profundas en el lector. En este caso, sólo puedo decir que, literalmente, se me han puesto los pelos de punta y he sentido el mismo escalofrío que siente el protagonista. Perdona que me repita, pero, creo que eres una gran escritora. ¡Un abrazo!
ResponderEliminar¡Hola, Sofía!
ResponderEliminar¡Me ha encantado el relato! Me ha enganchado de principio a fin. Por desgracia, muchos hemos sentido esa sensación, pero creo que el tiempo pone las cosas en su sitio, aunque a veces pensemos que no.
¡Un beso!
Es difícil dejar marchar a los seres queridos, por mucho que sepamos que no es bueno para nosotros, decir adiós es lo más complicado.
ResponderEliminarNos volvemos egoístas, temerosos y emocionalmente dependientes.
Y ese círculo que hemos creado se vuelve estacionario, como en tu maravilloso relato.
Un fuerte abrazo.