Hace poco estaba navegando por ahí en internet, sin rumbo fijo, cuando me topé con este peculiar fragmento que pertenece a escritor británico llamado Neil Gaiman. Nunca había oído hablar de él la verdad, pero no sé, este pedacito de su relato Un cuento de invierno me ha gustado mucho. Me gustaría leerlo entero, pero por desgracia no está disponible en ninguna de las bibliotecas locales :(. De todas formas, de momento me conformo con estas palabras, invitándoos a vosotros también a disfrutar de ellas:
" Me molestaba.
Cuando era joven... Bueno, sigo siendo joven, pero ya sabéis a qué me refiero...
En fin, hace mucho tiempo, pensaba que tenía el trabajo más duro de toda mi familia.
Al principio estaba bien. Al principio, la vida y la muerte eran cosas nuevas, y la gente las hacía con el entusiasmo que aportan las cosas nuevas.
Se alegraban de verme, al principio y al final. Me lo contaban todo. Toda su vida. Y entonces, tras un tiempo, se hizo más duro.
La única gente que me recibía con alivio lo hacía para escapar de algo malo o intolerable.
El resto solo deseaba que me marchara, como si morir fuera admitir un fracaso.
Eso me entristecía. Ya sabéis. Estaba triste la mayor parte del tiempo. Pensé en abandonar... En dejarlo. Y un día lo hice. Eso fue hace mucho tiempo, y mucho antes de este mundo.
Me negué a seguir haciéndolo. Dejé de quitar vidas. Gente y animales, pájaros y bacterias, peces e ideas. Nada moría.
El caos y el dolor se hicieron malos, y luego empeoraron. Como he dicho, nada moría.
Enviaron a un joven a verme. Hizo un largo camino, y al final terminó encontrándome, y me suplicó. Yo fui a ver lo que había hecho.
Y entonces volví al trabajo. ¿Sabéis? Así de simple. Porque sabía cuál era la alternativa. Y no era agradable.
Entonces algún tiempo después, hubo un momento en el que me hice dura, fría y frágil por dentro. Empezó a afectarme. O sea, la gente se siente satisfecha de haber nacido, como si lo hubieran hecho ellos solos. Pero muchas veces no es así.
Y se enfadan y se sienten dolidos cuando mueren, aunque lo hayan hecho ellos mismos. Y a veces es así.
Y un día una niña pequeña me miró mientras me la llevaba. Estaba gélida, distante y altiva, y me dijo: "¿Te gustaría que te pasara a tí?". Sólo me dijo eso, pero me dolió y me hizo pensar.
Y decidí que cada 100 años, me tomaría un día para vivir, ver si me gustaba y ver si podía aprender algo.
Y tras el primer día que estuve viva, cuando me encontré a mi misma, me di la vuelta y me dije que era una zorra frígida, estirada y sin corazón... Aunque no lo dije de forma tan amable.
Y capté el mensaje.
Veréis, cuando alguien muere, suele estar aturdido, dolido, enfadado o algo peor. Y lo único que necesita es una palabra amable y un rostro amistoso.
Puede que la gente no esté lista para mi don, pero lo recibe de todos modos. Las tierras sin Sol están muy lejos y el viaje es duro. A la mayoría de vosotros os gustará tener la compañía de una amiga.
Al final todos nos quedamos desnudos.
Al final todos nos quedamos solos. "
Ni lo vas a encontrar buscando por ese título: este relato está incluído en una obra mayor cuyo nombre dista mucho de "Un cuento de invierno".
ResponderEliminarPor suerte, sales con un friki, al cual le sonó tanto el relato que se dio cuenta que la narradora es uno de los personajes de cierto cómic suyo que encontró hace poco en la biblioteca de Santiago, confirmando vía Google que es de ahí de donde sale el relato, así que cuando quieras te digo en qué libro está y puedes verlo completo, aunque me da a mi que termina así.
Por si te pica la curiosidad, el cómic en el que está incluído es The Sandman: Infinito, aquel que te dije que tiene historias cortas que hay en la hemeroteca santiaguesa.