Esta vez me toca hacer una crítica mmm... poco favorecedora, digamos. Si tuviese que escoger un adjetivo para Manon Lescaut, sería exagerada. Es una novela muy exagerada, muy histriónica para mi gusto, y como consecuencia no me la creí. Desde mi punto de vista, no hay nada peor que leer una historia que no te estás creyendo, que te parece inverosímil.
Con el estilo francés propio de la época, el libro nos narra el amor que surge entre el joven des Grieux y la hermosa Manon Lescaut, causante de sus futuras calamidades y tormentos. El protagonista me pareció sinceramente un tonto: está tan enamorado de la angelical cortesana, tan profundamente hechizado, que es capaz de aceptar las más bajas humillaciones y miserias con tal de hacer feliz a su amada. Que sí, que el amor es algo realmente increíble y por suerte o por desgracia, en la vida real se pueden encontrar personas así de apasionadas... pero lo de este chico roza lo patético.
No me arrepiento de haberla leído, de todas formas, pero no será una novela que recuerde ni que recomiende.
Sé que la entrada me ha quedado tal vez excesivamente escueta, pero bueno no quiero destripar nada de ella para quien tenga interés en leerla. Solo diré una cosa: que no se espere grandes sucesos, ni muchas descripciones de emociones (a parte de las constantes exclamaciones amorosas de Des Grieux), ni personajes empáticos o variados. Es simple y llanamente un drama amoroso.
Y para aquellos que piensen que rechazo el libro solo porque es una historia de amor, me respaldo en que leí también La dama de las camelias -en breves le haré una entrada, lo prometo-, a la cual se hace referencia en la obra de Prévost, y aunque guarde muchas reminiscencias con ésta, Dumas escribió, en mi opinión, una historia con la misma esencia, pero supo desenvolverla mejor.
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